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[OPINIÓN] Día Mundial para la Prevención del Suicidio: el efecto pandemia y el escenario que no podemos perder de vista

«Estamos ante un escenario dinámico y desconocemos aún las consecuencias de la pandemia sobre el comportamiento suicida. De no adoptar medidas de prevención, su disminución inicial podría venir acompañada de un aumento sostenido en los meses siguientes, un fenómeno ya observado en otros países, como Japón», indica el Investigador Postdoctoral de Imhay y académico de la Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales, Dr. Álvaro Jiménez, en columna de opinión publicada en el diario La Tercera.

“Vivo únicamente porque puedo morir cuando quiera: sin la idea del suicidio, hace tiempo que me hubiera matado”. Así resumía el escritor Emil Cioran su posición respecto a la posibilidad del suicidio. Pero, a diferencia de este tipo de representación, generalmente el acto suicida no responde a una elección entre la vida y la muerte, sino entre sufrir y dejar de sufrir. Como problema psicológico, el suicidio tiene menos que ver con el sentido de la vida y más con un intento de escapar de un sufrimiento insoportable. Se trata, por cierto, de una experiencia intensamente individual, pero también de un fenómeno social que interroga nuestra vida colectiva.

Si consideramos las tendencias de las tasas de suicidio durante las últimas décadas (2000-2019), observamos que Chile ha experimentado rápidas y marcadas fluctuaciones en el número de muertes por esta causa: luego de una preocupante curva ascendente (2000-2009), se observa una tendencia global a la baja en la cantidad de suicidios (2010-2019). Por ejemplo, si se compara el período 2010-2014 con 2015-2019, es posible ver una disminución del 7% en las tasas de suicidio. Sin duda se trata de buenas noticias, pero identificar los factores asociados a estos cambios de tendencia sigue siendo un desafío importante para la investigación en salud pública.

Los efectos de la pandemia de Covid-19 generaron tempranamente una preocupación respecto del posible aumento del suicidio. En efecto, diversos factores de riesgo (desempleo, aislamiento social, desesperanza, deterioro de la salud física y mental, reducción del acceso a servicios de salud) parecen haber configurado una “tormenta perfecta” para su incremento. Sin embargo, entre 2020 y 2021 el número de suicidios en nuestro país fue el más bajo de las últimas dos décadas. No es extraño que en períodos de crisis o desastres a gran escala este tipo de muertes disminuya. En el caso de la actual pandemia, esta reducción podría relacionarse a una mayor cohesión social (las personas tienden a ser más solidarias en tiempos de adversidad colectiva), a las políticas sociales para mitigar los efectos económicos de la pandemia (como el IFE o los retiros de fondos de pensiones) o la mayor presencia y supervisión de familiares en contexto de cuarentenas.

Estamos ante un escenario dinámico y desconocemos aún las consecuencias de la pandemia sobre el comportamiento suicida. De no adoptar medidas de prevención, su disminución inicial podría venir acompañada de un aumento sostenido en los meses siguientes, un fenómeno ya observado en otros países, como Japón. De hecho, si nos detenemos en las últimas cifras disponibles en nuestro país, veremos que las muertes por esta causa disminuyeron durante buena parte de 2021, pero aumentaron significativamente entre noviembre de 2021 y junio de 2022, revirtiendo la tendencia pandémica a la baja. Al comparar con las tendencias de la última década, este aumento no parece ser un efecto estacional (en general, el suicidio aumenta entre septiembre y enero, para luego disminuir progresivamente), lo que hace necesario mantener la vigilancia epidemiológica. Esta no debe limitarse a hacer un seguimiento del número total de suicidios, sino que debe prestar atención a estas muertes en distintos grupos, ya que las tendencias pueden variar en función del género, edad u otros factores demográficos y socioeconómicos.

En este nuevo Día Mundial para la Prevención del Suicidio, es necesario subrayar la importancia de reforzar las acciones y estrategias de prevención. Durante los últimos años, muchas personas han sufrido en términos económicos, han experimentado altos niveles de estrés y han visto deteriorada su salud mental. Muchas personas mantienen también una alta incertidumbre respecto del futuro. Prevenir significa anticipar. Debemos multiplicar nuestros esfuerzos para no seguir llegando tarde ante la dolorosa experiencia de personas que sólo encuentran en un acto extremo y desesperado la posibilidad de detener un sufrimiento que no logramos escuchar o acompañar.

NOTA: En Chile existen distintos espacios de ayuda para personas que presenten pensamientos suicidas. Por ejemplo, Fono Salud Responde de MINSAL: 600 360 7777 o la plataforma Saludablemente: https://www.gob.cl/saludablemente/

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[PRENSA] “Es bueno que la gente sienta que puede abrirse con esta enfermedad”: El Premio Nacional de Ciencias Ricardo Araya y la depresión, del estudio a la carne propia

El Dr. Ricardo Araya Baltra, ganador del Premio Nacional de Ciencias 2022, es un psiquiatra e investigador líder en su campo a nivel internacional. Pero en esta entrevista, además de compartir su parecer acerca del estado de la salud mental en Chile, se abre a contar episodios más íntimos de su vida, como la experiencia de padecer depresión siendo, al mismo tiempo, un estudioso de ese trastorno. “Uno de los elementos vitales para poder superar el tema de la depresión es poder conversar”, sostiene al respecto el también investigador senior de Imhay.

El Dr. Araya junto a un grupo de investigadores en Zimbabwe.

La carta de presentación del Dr. Ricardo Araya Baltra es sencillamente notable: médico de la Universidad de Chile, psiquiatra especializado en Reino Unido, y actual director del Centro de Salud Mental Global del prestigioso King’s College de Londres, además de investigador senior del Núcleo Milenio Imhay.

¿La guinda de la torta? Fue recientemente reconocido con el Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2022, por sus aportes en materia de salud mental desde la óptica de la salud pública.

Pero Ricardo Araya Baltra es mucho más que títulos y galardones. Es, primero que nada, un hombre de carne y hueso. Un chileno que, siendo joven y como tantos otros, no sabía qué camino tomar. Un estudioso de la depresión que padeció de depresión en carne propia, y que sólo en el extranjero pudo abrirse –o “salir del closet”, como dice- a recibir ayuda. También un brillante exfutbolista que congeló la carrera de medicina y viajó a EE.UU. becado, para chutear la pelota a nivel competitivo y perseguir un sueño.

Conectado con The Clinic desde Inglaterra, el académico del momento habla de su trayectoria con una particular franqueza. Relata algunos episodios de su vida, con la profundidad de quien revisa su historia a sus 69 años recién cumplidos. Y, cómo no, analiza el presente de la salud mental y la relevancia que se le da en Chile, comprendiendo su pasado, pero siempre mirando hacia el futuro.

“La salud mental es un concepto mucho más amplio que los trastornos mentales (…). Va más allá de eso, porque tiene que ver con el bienestar de la población. Tiene que ver con que tú sientas que se te han dado las posibilidades para desarrollarte plenamente”, es una de sus tantas definiciones.

El Dr. Araya junto a un grupo de investigadores en India.

-¿Qué te llevó a decantarte por la psiquiatría como salida profesional?

-Como les pasa a todos los jóvenes, es un proceso cuando uno elige el camino a seguir. Progresivamente uno va tomando decisiones en el viaje, y yo no podría decirte que en un principio estaba comprometido con la psiquiatría. Ni siquiera entendía qué es la psiquiatría.

Lo que captaba la atención del joven Ricardo Araya eran los “temas sociales”. El entender el “por qué de las cosas”; la sustancia de las relaciones humanas que componen el tejido social. Una inquietud que, ahora reconoce, le generó “problemas” como estudiante en colegios particulares, donde lo tildaban de “contestatario”: hacía preguntas que no siempre eran bien recibidas.  

En 1974 ingresó a Medicina en la Universidad de Chile. Su segunda opción, en la postulación universitaria, fue Economía. Y sus primeros años, en medio de un exigente régimen de estudios, los vivió “sin un gran convencimiento”. A él le interesaba más bien el “aspecto humano y social” de la carrera.

De pronto, vino lo que él mismo define como “un cambio grande”.

“Bueno, yo era futbolista”, confiesa.

Y Ricardo Araya ríe.

“Era futbolista, y jugué en las divisiones inferiores de un club”, añade con cierto pudor, casi ocultando su faceta deportiva, su talento manejando el balón.

-¿En qué club?

-No te quiero decir, porque si no me voy a generar un problema.

Vuelve a reír.

-Pero por favor.

-Bueno. Jugué en la Universidad Católica.

Teme que sus colegas de la Universidad de Chile, su alma máter y dónde ha desarrollado gran parte de su trayectoria académica, puedan recriminarle la respuesta. Eso sí, clarifica que ya no es hincha de la UC. Y que también jugó por el seleccionado universitario de la Chile. “Ahí yo ya me vestía de azul”.

El fútbol fue el puntapié de lo que identifica como una “crisis existencial”. Su clarividencia en la cancha le valió el ofrecimiento de una beca deportiva para competir por la Universidad de San Francisco, en EE.UU. Todo en un tiempo donde el “soccer” gringo venía en ascenso, con la llegada de Pelé a un equipo neoyorquino, la única camiseta que “O Rei” vistió además de la del Santos F.C. y la selección de Brasil.

Ricardo Araya congeló sus estudios en segundo año, armó una maleta, y partió rumbo a California. Y en vez de continuar con Medicina en el país norteamericano, se adentró en el mundo de la psicología, debido a la alta demanda de tiempo de los entrenamientos y torneos.

“Ahí ya el bicho me picó”, dice.

-¿A qué te refieres?

-Tenía un interés grande por la comprensión de la psicología con una mirada científica. De poder entender por qué la gente se comporta de una manera, por qué pensamos de una manera, y a estudiar esto desde un punto de vista científico.

Y las dudas comenzaron a disiparse. Alcanzó el grado de bachiller en EE.UU. y retornó a Chile en 1976, con la mente puesta en terminar Medicina. Vino un ciclo intenso de “aprender más”. De “aprender rápido”. Siempre cercano a ese “enfoque social”, a pesar de estar formándose en un rubro científico.

-¿En qué sentido va eso del “enfoque social”?

-En el sentido de generar respuestas para los grupos que sufren más y que están en condiciones más difíciles. Eso ha sido una directriz, yo diría casi valórica, de todo lo que ha sido mi carrera e investigación.

Tras obtener el título de médico en 1982, viajó a Reino Unido para especializarse como psiquiatra en el afamado Instituto de Psiquiatría del King’s College de Londres.

-¿Qué te motivó a sacar tu especialidad ahí?

-Era un sitio donde, probablemente en toda Europa y quizás en el mundo, se hacía la investigación más potente en este campo. Y había gente que estaba trabajando este tema en la atención primaria. Yo tenía mucho interés en la atención primaria. Le veía un potencial grande, no solo para resolver los problemas de salud mental, si no para los problemas en general, como el primer filtro en la atención en servicios de salud.

El precursor del Programa Nacional de Depresión

Ese foco marcaría el resto de su trayectoria. Con un PhD de la Universidad de Londres, y un diplomado en Economía de la Salud en la Universidad de Aberdeen en Inglaterra, Ricardo Araya acumula hoy más de 300 publicaciones en revistas científicas -como la influyente The Lancet-, con proyectos que han tenido repercusiones concretas tanto en Chile como el extranjero. Y todo centrado en desarrollar estrategias y mecanismos para tratar, desde la salud pública, los trastornos mentales de la sociedad contemporánea, especialmente en países de escasos recursos.

En Chile, por ejemplo, lideró un estudio sobre el tratamiento de la depresión en mujeres de bajos ingresos en Santiago, publicado en The Lancet en 2003. Ese esquema, que según recuenta una nota de la Universidad de Chile “ofrecía una solución a la falta de recursos humanos especializados en la atención psiquiátrica, transfiriendo responsabilidades en el cuidado de la depresión a personal no-médico y empoderando a personas con depresión para fortalecer su autocuidado”, sentó las bases del todavía vigente Programa Nacional de Depresión en Atención Primaria. El éxito del modelo fue tal que todavía opera -replicado y adaptado- en diversos países, como India, Nigeria, Brasil y Perú, entre otros.

También en Chile, durante su paso en la década de los ’90 -volvió a Reino Unido en 1999 para asumir un rol académico en la Universidad de Gales-, trabajó como asesor en el Servicio Nacional de la Mujer y el Ministerio de Salud, donde estuvo a cargo de la primera Encuesta de Violencia Intrafamiliar. Ese levantamiento de información fue clave para que la Ley de Violencia Intrafamiliar, promulgada en 2005, viera la luz.

-Hace poco en una entrevista decías que en los últimos 20 años en Chile la salud mental ha cambiado enormemente. Pareciera, asimismo, que esta es cada vez más valorada por la sociedad. ¿Qué podría explicar tal evolución?

-Hay explicaciones que son un poco dadas a lo que ha sucedido en Chile, y hay explicaciones que se deben a lo que ha sucedido globalmente. En relación a Chile, creo que se fueron dando oportunidades en el tiempo.

El recuento del investigador es detallado. Menciona cómo durante la dictadura la salud mental “fue realmente abandonada”. De cómo su valoración se marchitó en una época en que el apoyo mutuo y la interacción entre individuos -que considera centrales para una salud mental plena- no eran “bien vistas”. “Querían dictarnos qué es lo que deberíamos hacer y no hacer”, sintetiza.

Luego vino la transición. Un retorno a la democracia cargado de repercusiones psicológicas para los chilenos.

“Empezó a haber una inquietud. ¿Qué es lo que le ha pasado a la población? ¿Cuál es el resultado de todo esto? ¿Y en qué parada estamos y qué podemos hacer?”, explica.

Él mismo, trabajando en el Ministerio de Salud, presenció los albores del programa de reparación hacia víctimas de violaciones de DD.HH. (PRAIS) de esa cartera. “Fue una cosa muy bonita en que se reconocía eso, y se tocó un poco de la salud mental”, recuerda.

En paralelo desarrollaba una encuesta por aquí, un estudio por allá, “con la intención de tratar de medir qué tan grandes eran los trastornos mentales en el país. Qué tan frecuentes. Dónde estaban, a quiénes afectaban más, etc. Cuánto acceso tenía la gente a las ayudas”.

Un esfuerzo con el fin de “tratar de convencer a las autoridades del momento de que valía la pena invertir. Fue muy importante, porque realmente reveló que había un problema enorme, y que alguien tenía que hacerse cargo de él”.

La siguiente etapa consistió, justamente, en tomar las riendas frente a ese “problema enorme”. De implementar programas y proyectos, basados en la atención primaria. “Ahí ya la cosa iba mejorando muy rápido”, afirma.

-¿Cómo así?

-Había mucho más convencimiento de que era posible ayudar a la gente con trastornos emocionales, independientemente de si eran pobres o ricos. Y que era posible de hacer con los medios que teníamos. Con recursos limitados, pero con los recursos que teníamos.

Menciona la entrada en vigor de las Garantías Explícitas en Salud (GES), el plan que garantiza la cobertura de decenas de patologías. “El GES es un programa absolutamente impresionante para los que viven fuera de Chile, más que a los chilenos”, dice.

-Uno tiende a poner en un pedestal lo que pasa afuera.

-Los chilenos siempre criticamos y nos olvidamos de las cosas buenas que hacemos. No es perfecto, pero es un programa único en cuanto a que ofrece garantías sociales para la atención, y cobertura universal. Eso es realmente una cosa difícil de encontrar en un país. Te puedo decir que al menos en Latinoamérica no existe. 

-¿Y qué implicó este programa en términos de salud mental?

-El GES desde una primera etapa empieza a poner en la lista de prioridades los trastornos mentales. Y la depresión es el primero que entra ahí. Eso fue un golpe potente para, al menos, poner la salud mental y los trastornos mentales como un tema prioritario de los gobiernos. De ahí para adelante la cosa empezó a despegar. Se hablaba mucho de salud mental.

Trae a colación los datos, y destaca que la depresión es uno de los trastornos que acumula más atenciones en el GES. Pero a pesar de las loas al plan, el académico sabe que todavía queda mucho por caminar. “Con todo esto, no quiero que pienses que soy complaciente, y que todo me gusta. No. Soy muy crítico, como todo científico. No me trago las ruedas de carreta muy fácil”, señala al respecto.

Los “agitadores” de la salud mental

-Mencionabas cómo las autoridades en Chile pusieron cada vez más atención a la salud mental. ¿Por qué es importante que los tomadores de decisiones entiendan la relevancia de la salud mental?

-La realidad es que los políticos, si son inteligentes y astutos, tratan de ir con lo que ellos perciben como las necesidades sentidas por la población. Los políticos son muy sensibles a lo que aparece en los medios de comunicación. La prensa. 

Su análisis lo basa en años de experiencia. Rememora sus tiempos en el MINSAL, cuando todos los días le entregaban recortes de diarios que tuviesen que ver con temas de salud.

“Creo que nosotros, las personas que éramos un poco los ‘agitadores’ de la salud mental, fuimos astutos en utilizar y trabajar con los medios de comunicación para tratar de presentar y darle mayor visibilidad a los problemas de salud mental. Eso nos ayudó mucho, porque los ministros, y la gente que estaba en posiciones de tomar decisiones, veían todo esto y, bueno, había un convencimiento de que esta era una ola grande, y había que hacer algo. O, al menos, decir algo”, comenta.

-Todo un proceso.

-Al principio nos decían “pero esta cosa no es muy frecuente”. Hicimos las encuestas. Demostramos que era muy frecuente. Después salieron con que “no tenemos plata para hacer frente”, o “estas cosas no resultan, no son efectivas”. Hicimos otros estudios, demostramos que eran efectivas. Nos dijeron “no tenemos plata”. Hicimos los estudios económicos, y les demostramos que sí había plata como para hacer eso. Ya a esa altura era difícil no colgarse.

-Hablábamos del GES. En base a tus conocimientos y tu opinión, ¿crees que la salud mental está debidamente protegida hoy por hoy en Chile a nivel de políticas públicas?

-En ciencias lo más importante son las definiciones de los términos. Tú utilizaste la palabra “debidamente”. (Se ríe). Tendría que devolvértela, ¿no? Y preguntarte qué es lo que es “debidamente”. Yo pienso que hay algo de protección, pero queda todavía muchísimo por hacer. En todos los niveles. Creo que la salud mental es un concepto mucho más amplio que los trastornos mentales.

-¿Más amplio?

-Los trastornos mentales generan síntomas, te discapacitan un poco. Eres un enfermo. Y para eso, requieres ayuda, probablemente de profesionales, o de gente que te pueda ayudar. La salud mental va más allá de eso, porque tiene que ver con el bienestar de la población. Tiene que ver con que tú sientas que se te han dado las posibilidades para desarrollarte plenamente. Para tener una vida integrada en la sociedad, y hacer una contribución. Es mucho más amplio el concepto. 

-¿Hasta qué punto se da eso en Chile?

-Ahí la cosa se pone más compleja. La salud mental es un concepto que hay que pensarlo de manera intersectorial. Hay miles de vetas por las que uno puede entrar. Nosotros hemos trabajado mucho, por ejemplo, en sector educación (…). Hay otra veta en el sector laboral. Eso agrupa al Ministerio del Trabajo y a otras entidades. Pero ahí hay un montón de cosas en las que todavía estamos muy atrás. 

-Según la quinta edición del “Termómetro de la Salud Mental en Chile ACHS-UC”, un 21,1% de los encuestados exhibió probable presencia o sospecha de problemas de salud mental. En otras palabras, 1 de cada 5 chilenos podría estar padeciendo problemas de salud mental. ¿Es una cifra alta?

-La verdad es que si uno aglomera todos los trastornos mentales, el 20% no es sorpresa. Es más o menos consistente. Y no ha bajado ni ha subido mucho en el tiempo. Estamos más o menos estancados en ese número. En relación con lo que sucede en otros países, es variable. En cuanto a Latinoamérica, es más o menos eso. No estamos ni mucho mejor ni mucho peor. Hay otros países ya del mundo desarrollado donde es más bajo, sobre todo en los países escandinavos, que tienen un sistema de protección social. Porque la salud mental es muy sensible a los condicionantes, y al contexto socioeconómico. 

-Dijiste que estamos estancados. ¿Qué podría explicar eso?

-Es interesante ese tema, porque hemos hecho estudios, con las encuestas de salud del Ministerio y, por ejemplo, una de las cosas que hemos visto en el tiempo es que el acceso a la atención, producto del GES, ha mejorado. Sobre todo, se han reducido las desigualdades por nivel socioeconómico. O sea, la gente con menos recursos ahora está teniendo más acceso. Acceso que no tenían antes. Pero a pesar de eso, se mantiene la alta tasa de trastornos mentales. Ahora, puede haber miles de respuestas en torno a eso.

-¿Nos podemos aventurar a una respuesta?

-Puede ser que el contexto socioeconómico no es favorable, y no permite empujar (la cifra) hacia abajo. Puede ser que la atención, a pesar de que la gente tiene más acceso, no es lo suficientemente efectiva. Todo esto tampoco ayuda a bajarlo. Es un tema que hay que estudiar mejor.

“Yo he sufrido de depresión”

-Has estudiado bastante la depresión desde la salud pública. ¿Cuál es tu diagnóstico en cuanto a la depresión en Chile?

-La depresión en Chile como tal se mantiene alrededor entre un 5% y 7%, con trastornos clínicos. (Las cifras) se han mantenido relativamente estables. A eso tienes que sumarle otros trastornos, y llegas al 20%. Los trastornos relacionados con la angustia son los otros potentes, que ocupan un gran espacio en el volumen. Una persona con depresión en Chile tiene síntomas muy parecidos a los que tiene una persona aquí, o en EE.UU., o en otros lugares. El concepto es bastante universal. 

Eso sí, existen “matices en cuanto a cómo identificarla”, dice el psiquiatra. Ahí entran en juego los “contextos culturales”. Afirma que “en Chile es bien marcada la diferencia de género, que sugeriría que una posibilidad es que los hombres todavía son bastante reticentes a admitir, o reportar, síntomas de depresión. Posiblemente porque hay todavía un estigma o un prejuicio, y hablar de eso es un poco como demostrar una debilidad (…). No lo sé. Estoy elucubrando”.

También hay factores intersectoriales, como “cuáles son tus derechos a enfermar. El tema de las licencias por depresión. Hasta qué punto, digamos, la sociedad está permitiendo que la depresión emerja o aparezca, o hasta qué punto genera un elemento de discriminación. Porque tú puedes decir que tienes depresión, y te pueden echar del trabajo. O pueden empezar a pensar que a lo mejor no vas a poder realizar tu trabajo… Y te lo digo con conocimiento”.

-¿”Con conocimiento”?

-Porque yo he sufrido de depresión. Y la realidad es que un poco salí del closet aquí en Reino Unido. Al principio me sorprendía cómo mis empleadores me trataban. Porque me hacían muchas pruebas de diferentes tipos, un poco para saber si es que estaba o no estaba. Imagínate. Yo era psiquiatra, y reconocía esto, y me empezaban a pasar cuestionarios y cosas. Cuestionarios algunos de los cuales los había desarrollado yo.

Y rememorando la escena, de que le aplicasen un cuestionario que él mismo diseñó, Ricardo Araya ríe.

-¡Qué fuerte!

-Sí, era fuerte. Era fuerte. Eso de sentarte frente a una enfermera, y que te pusiera estos cuestionarios y bueno… Responderlos con honestidad, porque en esas condiciones yo era una persona potencialmente enferma.

El psiquiatra saca entonces a relucir una frase digna de enmarcarse: “Lo más increíble de todo esto, que bueno, en el caso de la depresión se da mucho, porque no es una enfermedad que te discapacite enormemente, es que a mí no me ha ido mal en la vida, ¿no?”.

Suelta otra sincera risotada.

“He tenido cargos súper importantes, en Chile y en el extranjero”, dice. “Y me he ganado este premio”.

Una sonrisa de oreja a oreja cubre su rostro.  

-Qué bonita reflexión. 

-Creo que es bueno decirlo, porque es bueno que la gente sienta que puede abrirse con esta enfermedad. Si uno no lo hace, tienes que cargar con ese peso por el resto de tu vida, y uno de los elementos vitales para poder superar el tema de la depresión es poder conversar. Ser escuchado. Tratar de entender qué es lo que te está pasando. Eventualmente tener un apoyo profesional que te puede sugerir que requieres medicamentos. Que te apoyen en ese camino, para salir adelante. En la depresión uno puede recuperarse prácticamente ad integrum, pero eso no indica que después puedas tener una recaída. Pero uno aprende a vivir con esto como una enfermedad crónica, y a cuidarse uno mismo.

“Todo lo que vaya en favor de generar una mayor igualdad va a ser bueno para la salud mental”

Esta conversación con el Dr. Ricardo Araya se dio pocos días antes del plebiscito del 4 de septiembre. El contenido de la -rechazada- propuesta constitucional fue, por lo mismo, parte de la entrevista. Pero las reflexiones del ahora Premio Nacional en esta materia no pueden ser dejadas de lado.

-En la propuesta de nueva Constitución, “salud mental” aparece dos veces. Y el artículo 44 dice explícitamente que “el Estado generará políticas y programas de salud mental destinados a la atención y prevención con enfoque comunitario y aumentará progresivamente su financiamiento”. En la Constitución de 1980, “salud mental” no aparece ninguna sola vez. ¿Qué opinas de esta situación? 

-Es interesante, porque te voy a utilizar un ejemplo. La ONU sacó un documento que se llama “metas sustentables globales” y, en las que salieron publicadas hace dos o tres años atrás, “salud mental” es mencionada dos o tres veces, también en términos muy inespecíficos. Ahora, para mucha gente en el mundo de la salud mental global, fue considerado como un gran avance. Para mí no fue un gran avance. La realidad es que los indicadores con los que se va a evaluar si es que efectivamente se ha logrado algo son muy débiles.

-Pero se menciona.

-Claro, se menciona. Sí, puede ser un avance. Pero todavía muy lento. Muy atrás de lo que yo hubiera esperado, a estas alturas, del desarrollo a nivel global. Lo mismo sucede con la Constitución. Utilizaste el término, que también lo leí en la propuesta de nueva Constitución, que se “aumentará progresivamente”. Ahora, ¿qué es “progresivamente”? Como científico, como persona de números, me hubiese gustado saber cuánto. Y en qué períodos. Cuál es el plan. Cuál es la visión. Cuáles son las metas. 

Añade que “indirectamente también se mencionan otras cosas que tocan la salud mental. Porque la salud mental está relacionada con la discriminación, con el estigma, y la propuesta de Constitución aborda mucho esos temas también, que podrían tener un impacto en la salud mental. Pero como salud mental así, con nombre y apellido, es poco. Pero es algo”.

Lee el artículo original publicado en The Clinic AQUÍ

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¿Te lo perdiste? Ve el webinar «Hablemos de Prevención del Suicidio»

En el marco del Día Mundial para la Prevención del Suicidio, Imhay e INJUV a través del programa Hablemos de Todo organizaron un webinar para abordar este importante problema de salud pública.

Dentro de los temas que se trataron respecto al suicidio, se habló de la prevalencia en las juventudes, los planes de prevención, cómo enfrentar las conductas suicidas, y las redes de apoyo que existen en instituciones y privadas.

Las panelistas fueron la Dra. Vania Martínez Nahuel, psiquiatra infantil y del adolescente y directora del Núcleo Milenio Imhay; Belén Vargas Gallegos, asesora del depto. de ciclo vital – división y control de enfermedades de MINSAL; Valentina Arratia Reyes, coordinadora del área de atención remota de Fundación para la Confianza, y Natalia Silva Fisher, coordinadora técnica del programa Hablemos de Todo.

Ve el video a continuación:

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[OPINIÓN] Prevención del suicidio en Chile

Necesitamos en Chile que exista un decidido aumento del presupuesto en salud mental para el próximo año, para poder llegar a un porcentaje cercano al 5% o 6% del presupuesto de la cartera de salud al final de este gobierno, indica en The Clinic la directora de Imhay y académica de la Universidad de Chile, Dra. Vania Martínez.

El Día Mundial de la Prevención del Suicidio se conmemora anualmente cada 10 de septiembre. Este día es promovido por la Asociación Internacional para la Prevención del Suicidio y la Organización Mundial de la Salud desde el año 2003 con el objetivo de crear conciencia acerca de esta temática.

En Chile, el número de muertes por suicidio en la década 2010-2019 tuvo una tendencia global a la baja. Esto ocurrió a pesar del bajo presupuesto estatal que se ha destinado a salud mental a través de los distintos gobiernos y sin tener claridad de los elementos principales que han contribuido para aquello.

Chile cuenta con orientaciones para la implementación de un Plan Nacional de Prevención del Suicidio desde el año 2013. Este tiene seis componentes que se han implementado de manera desigual a lo largo de nuestro territorio.

En primer lugar, se establece la necesidad de la instalación de un sistema de estudio de casos. Hace tres años la ex-Subsecretaria de Salud Pública, Paula Daza, anunció que Minsal establecería la obligación para todos los centros de salud públicos y privados de reportar a la Autoridad Sanitaria todo intento de suicidio o lesiones autoinfligidas. A la fecha, aun no existe un sistema de vigilancia nacional estandarizado. Claramente, se necesita avanzar en una implementación a nivel nacional, lo que permitiría ir tomando decisiones y acciones oportunas.

El segundo componente corresponde a contar con programas regionales intersectoriales de prevención del suicidio. Existen mesas de trabajo en las regiones, algunas de ellas fueron interrumpidas en la pandemia. Son una buena instancia de coordinación, pero funcionan con presupuestos muy limitados.

En tercer lugar, está el fortalecimiento de las competencias de los profesionales de salud. Aquí hay que avanzar también en la capacitación del equipo de salud en su totalidad. Aún las personas con problemas de salud mental y, especialmente, las con conductas suicidas, son discriminadas y estigmatizadas en su atención.

El cuarto componente corresponde a la incorporación de programas preventivos en establecimientos educacionales. Un gran avance es que haya un documento base como son las Recomendaciones para la prevención de la conducta suicida en establecimientos educacionales. Se requiere avanzar en mayor capacitación y en que la totalidad de los establecimientos educacionales generen y socialicen sus propios protocolos, con toda la comunidad educativa. El Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas (CPEIP), el Ministerio de Salud y el Núcleo Milenio Imhay han favorecido esta tarea mediante cursos gratuitos dirigidos a docentes.

En quinto lugar, está el desarrollo de un sistema de ayuda en situaciones de crisis. Chile cuenta con el fono Salud Responde 600 360 7777, conectado para la atención por profesionales de salud mental con Hospital Digital. Se requiere avanzar en tener un número gratuito, más simple de recordar y con acceso rápido a profesionales de salud mental también en horarios de madrugada.

El sexto y último componente corresponde a un apoyo técnico para una correcta cobertura mediática y refuerzo del papel de los medios de comunicación en la prevención del suicidio. Los medios de comunicación pueden tener un rol en la prevención del suicidio si informan sobre señales de alerta y cómo acceder a canales de ayuda profesional y evitan el sensacionalismo al informar de muertes por suicidio.

Los seis componentes de Plan Nacional de Prevención del Suicidio mencionados fueron escogidos basados en evidencia científica principalmente internacional. Los centros de investigación y la academia con una mirada transdisciplinaria pueden aportar a la evaluación de la efectividad, costo-efectividad y de los elementos que favorecen la implementación de estos componentes en los diversos contextos que hay en nuestro país.

Actualmente estamos en un escenario particularmente complejo para la salud mental, podríamos decir que es la “tormenta perfecta” para que haya un aumento de la conducta suicida. Por una parte, ha habido un aumento, especialmente en población adolescente  de depresión, ansiedad, estrés y consumo problemático de alcohol y otras drogas Por otra parte, hay grandes dificultades para el acceso efectivo de la población a atención oportuna y de calidad en salud mental. Las listas de espera para atención por profesionales de salud mental aumentan cada vez más tanto en el sistema público como en el privado. A esto hay que agregarle factores estresores locales en un escenario global de alta incertidumbre social, económica, política y ambiental, alimentado, además por la desinformación en redes sociales. Estamos aún a tiempo y es ahora cuando tenemos que actuar para evitar el aumento de los suicidios en Chile.

El lema de este año del Día Mundial de la Prevención del Suicidio es “Crear esperanza a través de la acción”, subrayando la necesidad de una acción colectiva para abordar este problema urgente de salud pública. Todos y todas tenemos un rol, partiendo por el actual gobierno.

 

Ve la columna de opinión publicada en The Clinic AQUÍ

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Entrevista a Dra. Vania Martínez: Día Mundial para la Prevención del Suicidio

En el programa Caleidoscopio de la Salud, producido por la Escuela de Enfermería de la Universidad de Chile y emitido en Radio Uchile, la psiquiatra infantil y del adolescente y directora de Imhay conversó sobre cómo el suicidio afecta a las familias y comunidades y cómo podemos prevenirlo, a propósito de un nuevo Día Mundial que se conmemora cada 10 de septiembre.

En la entrevista la Dra. Vania Martínez se refirió a la importancia que tienen los medios de comunicación en la prevención del suicido. «Los medios de comunicación formales e incluso las redes sociales pueden ser un aliado para la prevención del riesgo suicida y el suicidio, y hay ciertas recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud que creo que es importante considerar. En primer lugar: el uso de un lenguaje seguro para conversar de este tema. Hablar de suicidio no lo promueve, pero hablar de mala manera podría tener un efecto de contagio y eso se da con los medios de comunicación», indicó la Dra. Martínez.

Según comentó la académica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y directora de Imhay, existe lo que se ha llamado «Efecto Werther», que recibe su nombre de la novela «Las penas del joven Werther» del escritor alemán Goethe, en el que el joven protagonista, por distintas circunstancias, se suicida, lo que provocó un aumento de los suicidios de hombres jóvenes en la época en que el libro fue publicado. «Entonces ahí se da cuenta que hablar de cualquier forma de suicidio no es correcto y los medios de comunicación e incluso series de televisión -como ocurrió con 13 razones de por qué- que fue una serie polémica, ya que, al menos, en su primera temporada no se presentó lo siguiente: alertar a la gente que éste es un tema sensible y que las personas que son sobrevivientes de algún familiar o persona conocida que ha muerto por suicidio, pueden tener mayor impacto al escuchar estas noticias. Por otro lado, no debiera mencionarse el método por el cual la persona se ha suicidado ni menos mostrar imágenes explícitas. También no hablar del suicidio como si fuera la única opción, por ejemplo, no decir «se suicidó porque lo dejó la polola o porque le hicieron bullying»,  porque el suicidio es multifactorial. Tampoco se debe hablar de persona suicida, porque se trata de una persona que tuvo una muerte por suicidio y son personas que tienen una enfermedad tal como podría ser una enfermedad como el cáncer. Entonces, tiene una enfermedad que requiere ayuda y  tratamiento. Y finalmente dar un teléfono o líneas de ayuda para poder acceder a ello», señaló la directora de Imhay.

«El suicidio en niños es poco frecuente, pero de gran impacto. Sin embargo, el suicidio va aumentando a medida que aumenta la edad, o sea, es más frecuente en la adolescencia, más frecuente en jóvenes. De hecho, el período en el cual la tasa es más alta es en personas mayores. Pero en números, la mayor proporción es en personas jóvenes en edad media que están en un período activo laboral».

Escucha la entrevista completa a continuación:

RECUERDE: Si esta información le genera inquietudes o siente que necesita ayuda, puede comunicarse al Fono Salud Responde al 600-360-7777.

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Entrevista a Dr. Alvaro Langer: Mindfulness y Psicosis

En conversación con el sitio español Psicoflix, el académico de la Universidad Austral de Chile y Director Alterno de Imhay, conversó sobre qué es el Mindfulness y su diferencia con respecto a la meditación, del contexto en el que surge, si es contraindicado para alguna persona o condición y en qué formatos se aplica, entre otras temáticas.

Mindfulness se puede entender como el hecho de llevar tu atención al momento presente, sin emitir juicios de valor y aceptando los distintos eventos internos que puedas tener en el momento presente. «Esa definición recoge los aspectos centrales que serían: el control atencional, la regulación emocional y el awareness (darse cuenta) como pilares centrales por los cuales actuaría Mindfulness. Quizás agregaría también la idea de que todas las personas pueden practicar Mindfulness, que es una habilidad y como habilidad es algo que se puede entrenar», indica el Dr. Álvaro Langer.

El Director Alterno de Imhay es pionero en la investigación de Mindfulness en psicosis en Iberoamérica y en la aplicación de Mindfulness en contextos educativos chilenos. «Con la palabra «meditación» caben muchas prácticas, muchos modelos, muchas tradiciones. Cuando hablamos de Mindfulness aplicado a la psicosis estamos hablando ya de un procedimiento que tiene una tradición, y que está enfocado y delimitado en una intervención que surge desde un modelo clínico occidental. Surge desde la aplicación en un hospital, en este caso de Massachussets, para pacientes que en general no respondían bien a tratamientos médicos», indicó.

Y agregó que «la palabra meditación es una palabra demasiado genérica, por ejemplo, si yo hablara de meditación y psicosis, una persona podría entender que podría practicar mantras o de hacer algún sonido en particular. La palabra no es lo suficientemente precisa como para explicar lo que uno está haciendo. Entonces si alguien te dice que hace meditación con los pacientes o en un centro comunitario, casi inmediatamente hay que preguntar: ¿y qué tipo de meditación practicas?, ¿qué es lo que haces cuando dices que haces meditación?.

Escucha la conversación a continuación:

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Con la participación del investigador del Núcleo Milenio Imhay, Dr. Daniel Núñez, se reinició el trabajo de la Mesa de Prevención del Suicidio de la Región del Maule

La instancia reúne a representantes de Salud, Educación, Justicia, organismos de la Niñez y la Juventud, Gendarmería y universidades de la Región del Maule; y entre los temas que se intenta abordar también se encuentran depresión, ansiedad y violencia escolar. El objetivo es crear una estrategia que pueda implementarse a nivel regional para abordar y enfrentar estos problemas.

Junto a las universidades de la Región, están participando en esta Mesa Intersectorial, las Seremis de Salud, Educación y Justicia; el Servicio de Salud del Maule; el Instituto Nacional de la Juventud; el Servicio Mejor Niñez y Gendarmería.

Un nuevo impulso al trabajo intersectorial dieron este año los integrantes de la Mesa de Prevención del Suicidio de la Región del Maule. El grupo retomó sus reuniones luego de la fase más crítica de la pandemia -que obligó a suspender muchas actividades- y con nuevos datos a la vista, entregados por el Ministerio de Salud a través del Informe de Mortalidad por Suicidio de la Década. Este documento muestra que al considerar las diferencias entre los periodos 2010-2014 y 2015-2019, 12 de las 16 regiones del país evidencian una baja en las tasas de suicidio, siendo la Región del Maule una de las cuatro regiones que registró un alza. ¿Las causas? Aún son desconocidas.

“Hay un buen sistema regional de registro de personas que han tenido intentos de suicidio, pero el fenómeno de la muerte por suicidio no está completamente comprendido en términos de cómo se mantienen o aumentan las tasas en la Región”, plantea el Dr. Daniel Núñez. El profesional -Doctor en Ciencias Humanas de la Universidad de Heidelberg e Investigador Principal de Imhay- integra esta Mesa de Trabajo en representación de la Universidad de Talca, donde es Profesor Asociado.

“La información está en etapa preliminar y tomamos el acuerdo de desagregar más los datos y ajustar las tasas para afinar más esos indicadores y entender el fenómeno territorialmente”, explica el experto.

Trabajo colaborativo

Junto a las universidades de la Región, están participando en este grupo las Seremis de Salud, Educación y Justicia; el Servicio de Salud del Maule; el Instituto Nacional de la Juventud; el Servicio Mejor Niñez y Gendarmería.

“Estamos en una etapa inicial de retomar el trabajo, de afinar el diagnóstico y de generar propuestas que permitan la participación de las distintas instituciones, porque cada una tiene sus propias necesidades. Gendarmería, por ejemplo, tiene una situación muy particular en que el fenómeno afecta tanto a los internos como a los propios funcionarios. Otro mundo es el de las universidades, donde también tenemos dificultades y cada una está tratando de hacer lo suyo, pero la idea es generar una estrategia que tenga algunos elementos comunes, y también procurar que nosotros, como universidades, favorezcamos el traspaso de competencias a las distintas instituciones que están participando”, dice el profesor Núñez.

Uno de los papeles que está asumiendo la academia es colaborar en la formación y preparación de agentes de las comunidades educativas para implementar en la Región las “Recomendaciones para la prevención de la conducta suicida en establecimientos educacionales” del Ministerio de Salud, que no han logrado difundirse de manera óptima en sus 30 comunas, entre otras razones, por la alta dispersión y ruralidad que existe. La idea es mejorar la capacidad de estos agentes clave en la detección de casos para una intervención oportuna y proceder a una primera acogida en el colegio para luego derivar al sistema de salud que corresponda, según la intensidad de la crisis.

“Según los datos que conocemos y que se mantienen consistentes en los últimos 3 o 4 años, es que entre los 15 y 24 años es donde se concentra la mayor cantidad de intentos de suicidio. La idea es focalizar, pero sin dejar de lado a los adultos mayores, que en la zona también tienen altas cifras”, puntualiza el investigador de Imhay.

Ciencia para la región

La otra vertiente de colaboración de las universidades en esta mesa de trabajo es poner a disposición de los demás organismos e instituciones los resultados de sus investigaciones acerca de cuáles son las mejores estrategias de detección e intervención, especialmente a nivel escolar.

“Estamos llevando a cabo un proyecto Fondecyt que está en su segundo año de ejecución donde estamos probando la efectividad de una intervención basada en principios de la terapia cognitivo-conductual para reducir la ideación suicida”, dice el académico de la Facultad de Psicología de la Universidad de Talca y líder del proyecto.

“Es un método con ocho módulos que se entregan a través del computador, e incorporamos cuatro sesiones presenciales que en conjunto abordan distintos componentes, que van desde la identificación, reconocimiento emocional y tolerancia a la angustia, identificación de pensamientos automáticos negativos, búsqueda de ayuda y activación conductual, reestructuración cognitiva y resolución de problemas. Son distintos módulos que están pensados para que los adolescentes desarrollen capacidades y habilidades asociadas a cada uno de estos temas, y para que puedan ser más efectivos a la hora de identificar sus propias emociones, sus estados afectivos, reconocer sus problemas y proponer e implementar estrategias de resolución. Se busca que puedan comprender la relación que existe entre pensamientos, emociones y conductas, y que sean más hábiles para enfrentar situaciones de sus vidas cotidianas”. Aunque, advierte el Dr. Núñez: “en algunos casos eso sí esta intervención deberá ser complementada con otras que apunten a los contextos socio-familiares”.

Este proyecto va a aplicarse inicialmente como un estudio piloto en seis colegios -tres que recibirán la intervención y tres como grupo de control-, y luego de examinar los resultados y hacer ajustes, se ampliará a veinte colegios de Curicó, Talca, Linares y Cauquenes.

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El desafío de implementar garantías universales en salud para Chile

Dra. Alicia Núñez, investigadora principal de Imhay y académica de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, analiza el Sistema Nacional de Salud que propone el proyecto de nueva Constitución. “Es importante que se dé relevancia a la salud mental”, destaca.

Alicia Núñez, Doctora en Salud Pública, académica de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile e Investigadora Principal de Imhay.

Once puntos contiene el artículo 44 de la nueva Constitución propuesta para Chile. Once párrafos que sintetizan un nuevo modelo de salud para todos los habitantes, donde se habla del derecho de las comunidades indígenas a mantener sus prácticas ancestrales; se deja al Estado la responsabilidad como pagador único; se determina que las eventuales cotizaciones de las empresas y personas tendrán un fin solidario; y se establecen políticas y programas de salud mental con enfoque comunitario y financiamiento progresivo, entre otras novedades.

El foco de este artículo constitucional es garantizar la salud y el bienestar físico y mental como un derecho fundamental de toda persona. Y si bien en la discusión pública se ha dicho que en vez de asegurar calidad y acceso hay énfasis en el mecanismo de financiamiento y el fin de las isapres como las conocemos, el texto propuesto contiene exigencias importantes, que si bien no están explicitadas, cubrirían aquellos aspectos criticados.

“Al decir que ‘el Estado debe proveer las condiciones necesarias para alcanzar el más alto nivel posible de la salud, considerando en todas sus decisiones el impacto de los determinantes sociales y ambientales’, de alguna forma está considerando un nivel más alto, servicios de salud coordinados e implica, de alguna forma, que no puedes tener un sistema de mala calidad en salud”, explica la académica de la Facultad de Economía y Negocios de la Universidad de Chile, Alicia Núñez. Ella es especialista en Control de Gestión, Doctora en Salud Pública e Investigadora Principal de Imhay. “El texto dice que se regirá por principios de ‘eficacia y calidad’, entre otras. Todos estos factores hablan de gestión, y no está separado de la forma cómo se va a garantizar el funcionamiento de un sistema de salud universal”.

El rol del Estado

En su análisis, la Dra. Núñez menciona el caso de Taiwán, que en 1995 cambió su sistema de salud por uno universal, luego de un intenso proceso de revisión de experiencias mundiales, entre ellas la de Canadá, que también se rige por un sistema universal.

“En general, listas de espera son siempre un problema, en cualquier tipo de sistema, no existe el sistema de salud perfecto. Sin embargo, existen experiencias de sistemas de salud universal como el caso de Taiwan que han sido señalados como los mejores sistemas de salud del mundo, donde han realizado un gran trabajo utilizando tecnologías y mejorando de esta manera la conexión de la red sanitaria. Chile tiene una característica que es interesante: de la población total, 15 millones ya están en Fonasa y los que están en el sector privado son unos 3 millones 400 mil. Si uno lo viera solamente desde los números, llegar a la universalidad no significa desplazar a tantas personas. Claro que, cuando uno mira detrás de los números, se trata de 3 millones de personas del sector más pudiente del país”, dice la investigadora de Imhay.

El punto es que las isapres dejarían de percibir los ingresos de esos 3,4 millones de cotizantes, porque en el esquema propuesto cualquier aporte que se cobre a las empresas o a los trabajadores iría a un fondo solidario para ayudar a financiar el Sistema Nacional de Salud. Las isapres dejarían de existir como administradoras de ese dinero y podrían reconvertirse, por ejemplo, en seguros complementarios de salud.

“Al haber una sola entidad pagadora, hay que entender que se eliminan algunos costos. Actualmente, por ejemplo, cada isapre tiene su propia administración y todos esos costos -con la nueva Constitución- se reducen y se evita esa duplicación. Por eso se ha demostrado que en este tipo de sistemas el Estado puede funcionar con un mayor control para reducir algunos costos, porque al final él va a establecer y controlar cómo va a pagar a los diferentes prestadores”, indica la académica.

Según el texto de la nueva Constitución, los prestadores de servicios -equipos médicos, clínicas, laboratorios privados- podrán formar parte del sistema bajo los requisitos que especifique la ley. Es decir, seguirán funcionando como hasta ahora, pero recibirán sus pagos del Estado, no de una isapre.

“Creo que la principal interrogante que ellos ven es que siempre se ha cuestionado qué tan buen administrador podría ser el Estado, si va a pagar cuando corresponde, si acaso los fondos van a llegar a tiempo, etc. Pero son cosas que se pueden regular y van a depender de la manera en cómo se realice la implementación del sistema, no puede ser de un día para otro, requiere de una buena planificación”, plantea la dra. Núñez.

Justamente eso es lo que resulta más desafiante: cómo se llevarán a cabo las transformaciones, los procesos y las definiciones legales. Además, que el sector privado se adapte al nuevo escenario y que los servicios públicos se robustezcan para poder atender la demanda.

“Tendrían que equipararse mejor los sistemas, pero ahí viene el desafío: de qué manera vamos a ser capaces de implementar todo esto, y que no sea tan perceptible y doloroso para el usuario. Si bien del sector público al privado se puede ver más fácilmente la implementación, la idea es que del sector privado al público tampoco haya un rechazo tan fuerte. Ahora han aparecido los miedos, porque la gente piensa que con la nueva Constitución todos vamos a tener que ir a los consultorios, pero aún no está definido cómo va a funcionar, porque no tenemos regulado el sistema. Podría ser la forma natural en que funcionen las redes, pero hoy vemos que la red no opera así porque la gente se salta y va directamente a ver a un especialista, o peor aún, va a una urgencia, que está para atender los casos más graves. Entonces todo el sistema de derivaciones va a tener que funcionar muy bien”.

Equidad, acceso y salud mental

Según la propuesta constitucional, el nuevo Sistema Nacional de Salud se regirá por principios de equidad, solidaridad, interculturalidad, eficacia, calidad y enfoque de género, entre otros principios. Además, promoverá la participación comunitaria en las políticas sanitarias, y -de manera inédita- el nuevo texto especifica que se deben generar políticas y programas de salud mental para atención y prevención, con financiamiento progresivo.

“Hoy en día, el acceso a la salud mental no es igual para todos, es difícil obtener atención. Al pensar en términos de equidad, se esperaría que toda la población pudiera tener acceso, pero no es raro escuchar actualmente a las personas que tienen un cupo al año para usarlo en salud mental”, explica la académica. “El hecho de mencionarlo explícitamente en la Constitución, de alguna forma releva el tema con la importancia que tiene. No sé si contamos con la capacidad para tener especialistas en todos los servicios de salud, que sería lo ideal, pero sí nos va a obligar incluso a las universidades a formar más en esa línea, a contar con más personal preparado que pueda satisfacer este tipo de requerimientos”.

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[PRENSA] Dr. Ricardo Araya: “En los últimos 20 años la salud mental en Chile ha cambiado enormemente”

En conversación con Qué Pasa, el Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2022 e Investigador Senior de Imhay, quien ha dedicado su carrera profesional a la investigación aplicada en el campo de la salud mental y a promover la importancia de esta a nivel nacional y global, habla sobre su trayectoria y lo que este premio significa para Chile.

El Dr. Ricardo Araya Baltra, psiquiatra de la Universidad de Chile, es el nuevo Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2022.

El reconocimiento anunciado el viernes 26 de agosto por el ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, se debe al amplio reconocimiento tanto nacional como internacional del Dr. Araya “en su calidad de científico y también, en su calidad de investigador aplicado en el campo de la salud mental, señaló Ávila para justificar el galardón.

También, se debe a que parte de su expediente “está relacionado con la importancia que da la investigación tanto a nivel nacional como global en el sentido de comprender la salud mental desde una perspectiva en salud pública, generando soluciones de alto impacto a problemáticas prioritarias desde un enfoque integrador e intersectorial”, añadió el ministro.

Gracias a un estudio realizado por Araya y su equipo en 2003 y publicado en The Lancet, sobre el tratamiento de la depresión en atención primaria en mujeres de bajos ingresos en Santiago, Chile, se abrió el camino a la introducción del primer Programa Nacional de Tratamiento de la Depresión en Atención Primaria en el país.

En conversación con Qué Pasa, el Investigador Senior del Núcleo Milenio Imhay, conversa sobre sus primeros esfuerzos de innovación en salud mental en la década de los 90, donde fue asesor en el Servicio Nacional de la Mujer (actual Ministerio de la Mujer y Equidad de Género) y estuvo a cargo de la primera Encuesta de Violencia Intrafamiliar, que sentó bases para la Ley de Violencia Intrafamiliar del 2005, y cómo ve la evolución que ha tenido el trato de la salud mental en el país.

El actual director del Centro de Salud Mental Global de King’s College London, Inglaterra, uno de los centros académicos y científicos más importantes del mundo en el campo de la psiquiatría, señala que con este Premio “hay un reconocimiento a la salud mental y a todos quienes trabajan en ello”.

-¿Cómo define la salud mental?

Todos tenemos definiciones de lo que es la salud mental. Para mí es un componente esencial de lo que es salud, es decir salud es más que la salud física. Es un elemento más y tan importante como la física, y es esencial en muchas cosas, no sólo en poder mantenerte vivo, sino que también tiene que ver con tu felicidad, con tus capacidades de poder desarrollarte, de desarrollar tu vida, la productividad, interactuar con otras personas, en fin, tener una vida plena, que va más allá de no tener enfermedades mentales.

-¿Cómo describiría la evolución del trato de la salud mental en Chile durante los últimos 20 años?

Han cambiado muchas cosas, en ese sentido yo soy uno de ellos. Podemos querer que las cosas hubieran ido más rápido, pero la realidad es que en los últimos 20 años el tema salud mental en Chile ha cambiado enormemente.

Como ejemplo, tenemos que llega un candidato a presidente y que está dispuesto a reconocer que él ha tenido problemas por trastornos mentales, y que tuvo la suerte de acceder a tratamientos y que le fue bien, y que después de hacer esa declaración el país ha decidido elegirlo Presidente de Chile. Para mi eso veinte años atrás hubiera sido imposible.

Es un reconocimiento que tener un trastorno de salud mental es una enfermedad como muchas otras. La gran mayoría de los trastornos mentales tienen tratamiento -algunos mejores que otros- y no te discapacita (la gran mayoría, no todas) de algún nivel que no puedas ejercer funciones tan importantes como la de ser Presidente de la República. Para mí es un ejemplo enorme de que las cosas han cambiado.

-Fue una de las personas que sentó las bases para la creación de la Ley de Violencia Intrafamiliar de 2005. ¿Cómo fue exponer que la violencia intrafamiliar era una realidad en el país?

Ese fue un periodo bien especial porque esa fue mi primera vuelta a Chile a fines del 91, época del retorno a la democracia, con lo que hubieron muchos cambios, y muchos reconocimientos a cosas que se asociaban y no a la salud mental.

También, estuvo el tema de la reparación a las personas que habían sido afectadas por violencia estatal, se crearon programas de reparación, pero el tema violencia en sí en nuestra sociedad es un tema siempre presente, no se aleja de nosotros, sigue dándonos vuelta, es una violencia bastante diferente a la de nuestros países vecinos. Pero siempre ha habido un tema que está en el aire en la sociedad chilena, y después de ese periodo de violencia se empezó a hablar mucho más de todo esto y se empezó a hablar de la igualdad de género.

De partida se crea el Servicio Nacional de la Mujer, y ahí se empezó a trabajar una serie de temas relacionadas a la desigualdad de género y qué más extremo que el tema de la violencia intrafamiliar, que por lo demás, es bueno recordar que hay una violencia doméstica intrafamiliar que es en contra de la mujer en las relaciones heterosexuales.

Fue un tema, costó hacerlo entrar, la gente que trabajaba en ese tiempo estaba muy comprometida con el tema, y que iba con la idea de que había que hacer cambios mucho más grandes. Después se hacen las primeras encuestas, se genera una estructura para empezar a pensar qué es lo que vamos a hacer con este problema, se genera toda una estructura con las casas de apoyo, casas de acogida para las mujeres que estaban dispuestas a hacer denuncias, y así todo eso empieza a suceder, y eventualmente hartos años después (2005) se dicta la primera Ley de Violencia Intrafamiliar.

Fue un proceso largo, nada sucede rápido y mientras más rápido empecemos nosotros, hay algunas cosas que suceden un poco más rápido que otras.

-Sobre el Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2022 ¿esperaba recibir este reconocimiento?

Para ser bien sincero, no lo esperaba (ríe), porque estaba viajando y me encontraba en una serie de reuniones, y ni siquiera le puse mucha atención a cuándo era la fecha de la premiación, porque la realidad es que no creía que era posible.

En realidad me sorprendió gratamente, porque es bonito recibir un premio cuando uno ya está llegando al final de su carrera y ver que hay un reconocimiento personal. Pero más que nada, es un premio para un movimiento, para lo que es la salud mental en Chile y toda la gente que se ha ido sumando.

Chile es una país líder en el tema de investigación de salud mental en Latinoamérica, definitivamente, no me cabe ninguna duda. Yo me atrevería a decir que es superior a lo que se logra en Brasil con la inversión que ellos hacen. Pero, a pesar de eso, no es premio para mí, es un premio para todo el grupo con quien trabajo, no los nombro a todos porque alguno se me quedaría fuera, pero son tantos.

Un premio para todo ese grupo grande de chilenos. Me encantaría poder estar con ellos hoy para celebrar esto y que ellos salieran adelante y no yo, y contar un poco de todo lo que se hace en Chile, porque es mucho y muy bueno, pero no se sabe.

-¿Cuál es su mensaje para quienes trabajan en salud mental en el país?

El mensaje está muy claro. Aquí hay un reconocimiento a la salud mental y a todos quienes trabajan en ello por parte de gente muy importante que conformaban el jurado. Hay un mensaje potente de que hay interés por invertir en salud mental, que se quiere trabajar, que se reconoce cuando se da la oportunidad de demostrar lo que hemos hecho, que se reconoce lo que hemos logrado y que tenemos que seguir avanzando en esa línea, y ojalá yo sea el primero de muchos otros.

-¿Qué hace falta para que en Chile se trabaje más en salud mental desde una perspectiva de salud pública, sobre todo en niños y jóvenes?

Eso ha sido gran parte de mi carrera. Siempre he tenido un enfoque poblacional de salud publica, qué cosas se pueden hacer para mejorar la salud de la población mas allá que la del individuo, aunque claro la suma de todos esos individuos tienen un impacto poblacional por supuesto.

Pero hay cosas que se pueden hacer como actividades, dar oportunidades para que la gente pueda ser escuchada, que en los colegios existan oportunidades para que los jóvenes puedan ventilar sus problemas, que existan oportunidades para que la gente haga ejercicio para la salud mental, sitios abiertos donde la población tenga acceso para ir a descansar, a hacer ejercicio, a relajarse si es que se puede. Son múltiples las cosas que van aportando a la salud mental de la vida diaria.

En el trabajo, por ejemplo, que uno tenga apoyo si las cosas no están resultando bien, que los horarios de trabajo sean adecuados, legislaciones que apoyen el desarrollo de las personas y les permitan expandirse en otras cosas que puedan aportarles a andar más contentos, sentirse más productivas, mejor recibidas por la sociedad. Todas esas cosas son las que aportan a la salud mental a nivel poblacional.

Vamos avanzando de a poco, hay un compromiso político en primer lugar y también uno social donde ves hoy en día que la gente tiene una perspectiva un poco diferente entorno a la salud mental, y esas cosas están sucediendo, tenemos que ver cómo ayudamos todos. No solo una tarea mía, es de todos.

-¿En qué proyectos se encuentra trabajando actualmente?

Actualmente me encuentro en muchos proyectos. La mayoría concentrados en Latinoamérica.

En Chile con el colega Jorge Gaete, quien se acaba de ganar un fondo Corfo bastante grande para trabajar con niños preescolares (3 a 6 años), desarrollamos un juego en el que hemos estado trabajando casi 5 años.

En él tratamos de estimular funciones psicológicas básicas que de acuerdo a la evidencia, se plantea que podrían ayudar a prevenir los trastornos mentales más tarde en la vida. Porque los trastornos mentales realmente empiezan a debutar en la adolescencia en adelante, entonces si uno pudiera de alguna forma desarrollar en los chicos ciertas habilidades, fortalecer ciertas cosas que pudieran prevenir la aparición de los trastornos mentales sería una cosa impresionante. Nadie todavía tiene la solución para eso.

Con la Doctora Vania Martínez, en Imhay, estamos trabajando con jóvenes de diferentes edades de educación secundaria y universitaria, identificando tempranamente si tienen trastornos mentales y desarrollando algunas formas de apoyarlos.

En ambos proyectos utilizamos bastante tecnología y en ese sentido somos pioneros al menos en Latinoamérica.

Ve el artículo original publicado en La Tercera – Qué Pasa AQUÍ

PorImhay

Doctor Ricardo Araya, investigador senior de Imhay, gana el Premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnológicas 2022

El Premio fue anunciado por el ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, quien destacó el amplio reconocimiento, tanto nacional como internacional, del Dr. Araya “en su calidad de científico y también, en su calidad de investigador aplicado en el campo de la salud mental”. De esta manera, el psiquiatra se convierte en el primer profesional de la salud mental en recibir este importante galardón.

El doctor Ricardo Araya Baltra es actualmente profesor e investigador del King’s College London, uno de los centros académicos y científicos más importantes del mundo en el campo de la psiquiatría, y forma parte del equipo del Núcleo Milenio Imhay como Investigador Senior. Durante su carrera ha participado en más de 60 proyectos de investigación y ha publicado más de 300 artículos científicos, que han recibido un alto índice de citas. 20 de esos trabajos han aparecido en la prestigiosa revista médica The Lancet.

“Estoy muy contento de recibir las buenas noticias. Estoy muy agradecido del jurado por haber valorado mis logros. Siento que es un gran reconocimiento personal y un enorme reconocimiento para todas las personas con las que he trabajado. Nada de lo que he hecho, lo he realizado solo. Es un trabajo de equipo y hay mucha gente detrás, que ojalá disfruten tanto como yo de este reconocimiento”.

Y añadió que además “esto es un gran reconocimiento y un respaldo al tema de la salud mental, un tema de debiera preocuparnos a todos, porque tiene repercusiones importantes en todos los aspectos de nuestra sociedad. Con esto queda en claro de que se pueden hacer cosas serias, de una manera rigurosa y aplicar la ciencia al área de la salud mental”.

El jurado a cargo de la decisión estuvo compuesto por el ministro de Educación, Marco Antonio Ávila; la rectora de la Universidad de Chile, Rosa Devés; el rector de la Universidad de O’Higgins (representante CRUCH), Rafael Correa; el premio Nacional de Ciencias Aplicadas y Tecnologías 2020, Edmundo Acevedo y Lilian Jara, representante del  Ministerio de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación.

El ministro de Educación, Marco Antonio Ávila, afirmó que las investigaciones de Araya «han contribuido a la generación de evidencias científicas de alta calidad y en la toma de decisiones, especialmente sobre estrategias de carácter sostenible en el ámbito de acceso a tratamientos de salud mental en grupos históricamente excluidos».

El secretario de Estado afirmó que las investigaciones de Araya “han contribuido a la generación de evidencias científicas de alta calidad y en la toma de decisiones, especialmente sobre estrategias de carácter sostenible en el ámbito de acceso a tratamientos de salud mental en grupos históricamente excluidos”.

Por su parte, Rosa Devés sostuvo que el Dr. Araya “combina dos cosas: un reconocimiento científico formidable con una producción científica en las más altas revistas de la especialidad y también (…) con la aplicación de esa investigación científica de alto nivel en problemas, en este caso, de salud pública en países de bajos ingresos y en poblaciones vulnerables“.

La doctora Vania Martínez, psiquiatra infanto juvenil, académica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y directora del Núcleo Milenio Imhay, destaca que es un premio muy merecido, “avalado por la trayectoria a nivel internacional del doctor Araya, pero faltaba este paso de tener reconocimiento nacional, que a veces cuesta”. A ello, agregó que “es la primera vez que un profesional de salud mental gana este premio, así que para quienes trabajamos en esta área es algo muy positivo. Que se reconozca a esta disciplina en esta categoría de  Ciencias Aplicadas y Tecnológicas es muy relevante, porque está bien visibilizada dentro de la comunidad la importancia de la salud mental; de hecho, es una de las prioridades del gobierno, pero falta darle esta categoría de ciencia y cómo ella puede aportar con evidencia a mejorar el bienestar de la población a través de las políticas públicas”.  

Según explica, en la unidad que dirige, el doctor Araya ha mostrado su inagotable capacidad de mantenerse al tanto de los nuevos recursos y posibilidades de ayuda que representan los avances tecnológicos, tales como «las herramientas digitales, pues tenemos todo un desarrollo que estamos haciendo en investigación, apoyados por él como nuestro colaborador internacional, estudiando la eficacia o usabilidad de aplicaciones, dispositivos y programas con componentes digitales en estudiantes secundarios y universitarios, para disminuir las  barreras de acceso a atención en salud mental en este grupo y, en particular, para mejorar síntomas de depresión y ansiedad”.   

Además, la especialista hace hincapié en el trabajo del doctor Araya al crear soluciones que contribuyan a mejorar la salud mental de distintas comunidades basándose en su propia realidad, recursos y características como sociedad que hicieran esas propuestas más pertinentes: «por ejemplo, capacitando a personas de la comunidad para que puedan apoyar a sus vecinos en estos temas. En Chile, sus trabajos impulsaron el que se contratara a psicólogos en la atención primaria, que antes no había».

Innovaciones en salud mental

El doctor Ricardo Araya se tituló de médico en la Universidad de Chile, se especializó en psiquiatría e hizo un posgrado en el Maudsley Hospital de Londres, uno de los centros más prestigiosos del mundo. Comenzó su labor docente y científica en la Universidad de Bristol, luego en la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres y, desde 2017, en el King´s College, también en Londres, donde es Profesor Titular -una categoría que ningún académico chileno había obtenido antes- de Salud Mental Global.

Ambas instituciones -King´s College y la Escuela de Higiene y Medicina Tropical- se aliaron para formar el Centro para la Salud Mental Global (CGMH) y nombraron al profesor Araya como codirector, junto con el reconocido psiquiatra indio Vikram Patel. Con él lanzó en 2007 el Movimiento para la Salud Global Mental (MGMH), una red colaborativa de personas e instituciones para mejorar la atención de quienes viven con problemas mentales y trastornos psicosociales, especialmente en países de ingresos medios y bajos. La iniciativa tiene adscritas a más de 10 mil personas de 200 organismos en el mundo.

Es así como el especialista ha dedicado la mayor parte de su carrera a desarrollar propuestas de atención en salud mental para comunidades de bajos recursos y grupos con mayores necesidades en este ámbito, como mujeres, jóvenes y pacientes mayores.

Realizó sus primeros esfuerzos de innovación en salud mental en la década de los ‘90, en Chile, donde fue asesor en el Servicio Nacional de la Mujer y estuvo a cargo de la primera Encuesta de Violencia Intrafamiliar, que sentó bases para la Ley de Violencia Intrafamiliar del 2005. También fue Asesor Científico Superior y Director de la Unidad de Evaluación de Atención Primaria del Ministerio de Salud.

Gracias a los contactos internacionales que el profesor Araya ya cultivaba, consiguió financiamiento del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos para hacer en Chile un estudio sobre costo-efectividad de un modelo de tratamiento para la depresión en mujeres a nivel de atención primaria. El esquema fue innovador y potente porque, entre otras características, ofrecía una solución a la falta de recursos humanos especializados en la atención psiquiátrica, transfiriendo responsabilidades en el cuidado de la depresión a personal no-médico y empoderando a personas con depresión para fortalecer su autocuidado. Dada la relevancia de este trascendental estudio, la revista científica The Lancet lo publicó en el 2003 como el primer ensayo clínico de una intervención ampliamente exitosa en salud mental en atención primaria en países en vías de desarrollo y con menos recursos.

En Chile el modelo fue implementado a mayor escala y es la base del actual Programa Nacional de Depresión en Atención Primaria. Su impacto sigue siendo visible ya que ha impulsado, por ejemplo, que se formen grupos de autoayuda liderados por mujeres que se han recuperado de su depresión y que comienzan a ayudar a otras que están aún en proceso. Además, el modelo pasó a ser un referente a nivel global, a tal punto que se convirtió en un estándar de atención en varios países, y fue adoptado por la Organización Mundial de la Salud.