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Cómo resguardar la salud mental de jóvenes en tiempos de crisis

Durante un encuentro con encargados de asuntos estudiantiles de unidades académicas UC, la investigadora y docente de U. de Chile, Vania Martínez, presentó el trabajo que realiza el equipo del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental en Adolescentes y Jóvenes, y recomendó una serie de acciones para aplicar en niveles, y a los distintos miembros de la comunidad.

La salud mental en tiempos de coronavirus y cómo apoyar a los estudiantes universitarios en este ámbito fue uno de los temas que se abordaron durante la jornada de Asuntos Estudiantiles con DAE’s de unidades académicas, que se realizó el 17 de junio.

Durante la reunión online presidida por la Directora de Asuntos Estudiantiles UC, Carola Méndez, los asistentes plantearon su preocupación por la prevalencia de trastornos mentales que presentan los estudiantes, que durante la pandemia de Covid19 se han acentuado. Asimismo, Carola Méndez entregó cifras sobre el trabajo que ha realizado el equipo de psicólogos y psiquiatras del Centro de Salud Mental Estudiantil de la DAE en este período y el nivel de cobertura que, a mayo 2020, llegó a 369 estudiantes.

Para profundizar en el tema, se invitó a Vania Martínez, psiquiatra y docente de la U. de Chile, quien es la actual coordinadora del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental en Adolescentes y Jóvenes. Aunque los estudiantes universitarios presentan más problemas de salud mental que quienes no estudian, Vania señaló que “finalizar su educación superior sí es un factor protector para los jóvenes”. La profesional mencionó que las problemáticas más comunes son depresión, ansiedad y consumo problemático de alcohol y/o drogas, que en casos extremos y combinados con otras variables pueden llevar a ideación suicida, lo cual afecta a un 5,1% de los jóvenes.

Sobre la pandemia de Covid19, la especialista indicó que según estudios recientes el 80,3% de los estudiantes refiere episodios de ansiedad, 68% reporta problemas de concentración y 61,3% problemas para dormir. “Cuidar la salud mental es clave para combatir la pandemia y es necesario hacer intervenciones a distintos niveles”, recalca Vania Martínez.

Frente a esta realidad, es importante inculcar en los jóvenes la importancia de consultar y pedir ayuda. Sin embargo, hay distintas barreras que dificultan esto: las actitudinales, el “no querer pedir ayuda, por el estigma de estar en terapia y tomar medicamentos y por creer que pueden superar todo solos”, explica Martínez. La cultura exitista y la alta competencia también inciden, así como la auto-exigencia de los universitarios, los riesgos de las redes sociales o el estrés por dudas vocacionales o rendimiento académico. Por otro lado, las barreras estructurales del sistema de atención en salud mental también es un problema que agrava el fenómeno. “Las áreas de salud mental de universidades están al tope y no pueden recibir casos nuevos, lo que se combina con que en el sector público no se cumplen los plazos ni periodicidad de atención en casos de depresión o bipolaridad, aún cuando estas patologías están en el Auge”, detalla la especialista.

Propuestas para mejorar el bienestar psicológico

El equipo de investigadores del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental en Adolescentes y Jóvenes también propuso varias estrategias para abordar el problema, combatir los estigmas y promover el autocuidado en salud mental. Todo esto, utilizando tecnologías digitales, que es la forma en que podemos llegar a los estudiantes hoy en día, en el contexto de cuarentena.

Al respecto, Vania destacó la necesidad de hacer intervenciones multinivel, es decir a toda la comunidad universitaria, otras selectivas solo a grupos de riesgo y a personas con sintomatología, siendo clave continuar atendiendo a aquellos estudiantes que iniciaron tratamiento. Todo esto, aprovechando las ventajas de la tecnología digital para llegar a los estudiantes. Estas intervenciones tienen diferentes niveles: en el primer nivel hay que promover estilos de vida saludable; en segundo, combatir estigmas, promover buenos hábitos de sueño, actividad física, y consumo responsable de alcohol y drogas; el tercer nivel se refiere a hacer detección temprana de casos de trastornos e ideación suicida, aplicando tests; el siguiente nivel apunta a la entrega de servicios de atención oportunos y de calidad del servicio de atención clínica que se entrega, mientras que el último nivel tiene que ver con “derivar los casos más graves, logrando coordinar mejor con la red de salud pública o privada”, aclara la psiquiatra experta en psicoterapia.

En el contexto de estas propuestas, la investigadora y docente también se refirió a mostrar una buena oferta de actividades físicas y de entretenimiento online, ofrecer espacios de amena conversación, levantar recursos para padres, sobre todo de estudiantes de primer año, y visibilizar los aportes que los mismos alumnos(as) están realizando en apoyo a combatir la pandemia.

Fuente: Antonieta Laporte M., periodista DAE UC.

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Psiquiatra Vania Martínez: La mayor parte de la población va a tener síntomas de estrés y las va a superar

La directora de Imhay advirtió de la posibilidad de una ola de trastornos y enumeró una serie de señales de alerta, bajo las cuales una persona debe pedir ayuda.

«Llamo a las personas que están sintiendo que necesitan pedir ayuda profesional que lo hagan, se animen, y que las personas que estaban con tratamientos que los continúen, que no los posterguen», indicó la Dra. Martínez.

La psiquiatra Vania Martínez, profesora de la Universidad de Chile y directora del Núcleo Milenio Imhay, advirtió de la posibilidad de que se produzca una ola de trastornos como ansiedad, depresión y estrés e incluso suicidios a consecuencia de la pandemia del coronavirus e instó a estar vigilantes para poder contenerla a tiempo.

«(La crisis del Covid-19) no nos pilló en un buen pie en cuanto a salud mental. Nuestros índices de depresión eran altos, ya teníamos problemas con trastornos de ansiedad, consumo perjudicial de alcohol y otras sustancias y, además, por el estallido social ya teníamos factores estresantes», afirmó la doctora en Psicoterapia de la Universidad Católica y Universidad de Heidelberg (Alemania) en Lo Que Queda del Día de Cooperativa.

«La mayor parte de la población va a tener síntomas que son transitorios: preocupación, nerviosismo, algo de problemas para dormir y, de todas maneras, problemas para concentrarse (…), pero éstos van a pasar. La mayor parte de la gente va a ser resiliente e incluso algunas personas a lo mejor van a salir fortalecidas de esta crisis», sostuvo la especialista. 

Sin embargo, agregó, «hay un porcentaje que puede tener cuadros más a largo plazos y presentar incluso trastornos de estrés postraumáticos o duelos patológicos».

Cuándo pedir ayuda

La doctora Martínez, quien ayudó a redactar el informe de salud mental de la Mesa Social Covid-19, enumeró una serie de señales de alerta, bajo las cuales una persona debe pedir ayuda.

«(Se recomienda consultar a un profesional) cuando una persona lleva más de dos semanas con una tristeza más intensa; cuando ha aumentado la irritabilidad; cuando las dificultades para dormir ya superan las esperables; o cuando aumenta el consumo de alcohol o drogas», explicó la experta. 

«El riesgo suicida también es algo muy relevante y la OMS ha alertado sobre el posible aumento de suicidios. Entonces, las personas que verbalicen o estén con pensamientos en relación a la muerte o a hacerse daño a sí mismo también requieren pedir ayuda de forma inmediata», agregó. 

«Llamo a las personas que están sintiendo que necesitan pedir ayuda profesional que lo hagan, se animen, y que las personas que estaban con tratamientos que los continúen, que no los posterguen», sentenció.

En ese sentido, la profesional celebró la puesta en marcha del programa SaludableMente, iniciativa impulsada por el Ministerio de Salud junto a la Universidad de Chile y la Mesa Social Covid-19, la que busca brindar apoyo psicológico a quienes lo necesiten durante la pandemia.

Para poder pedir una hora con un especialista, los interesados deben ingresar al sitio www.gob.cl/saludablemente/ o llamando al fono de Salud Responde 600 360 7777. Las atenciones se realizan entre las 8:00 y 23:40 horas.

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Directora de Imhay se adjudica proyecto Explora de salud mental para jóvenes

La iniciativa, que será liderada por la directora de nuestro Núcleo Milenio, Dra. Vania Martínez, fue una de las 12 adjudicadas entre más de 100 propuestas presentadas en el concurso, y consiste en una aplicación para celulares que busca promover el acceso a herramientas para la prevención oportuna de la depresión y riesgo suicida en jóvenes, en tiempos de COVID-19.

Mediante la app, los usuarios tendrán la posibilidad de acceder a un cuestionario que incluirá síntomas depresivos y factores de riesgo para la depresión, asociado a una retroalimentación automática.

La propuesta denominada “Cuida tu ánimo COVID-19” será una aplicación para dispositivos móviles que tendrá como objetivo promover el acceso a herramientas para la prevención e intervención oportuna de la depresión y el riesgo suicida en jóvenes, considerando el contexto actual de pandemia.

Este proyecto fue adjudicado bajo el Concurso Público de socialización y divulgación del conocimiento “Salud Mental, cómo la ciencia nos cuida”, encabezado por la Subsecretaría de Ciencia, Tecnología, Conocimiento e Innovación y que buscó financiar el desarrollo de productos de divulgación y socialización del conocimiento generado desde las investigaciones en salud mental desarrolladas en nuestro país. De los más de 100 proyectos postulados, sólo se adjudicaron 12 de ellos.

La aplicación del proyecto será liderada por la Dra. Vania Martínez, académica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y directora del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay), quien cuenta con experiencia de investigación y aplicación de herramientas tecnológicas en el uso de salud mental.

“Desde antes de la pandemia, nosotros como Núcleo Milenio Imhay y también desde la Universidad de Chile a través de la red E-mental health hemos estado trabajando en el uso de tecnologías aplicadas a la salud mental en distintas modalidades e investigaciones, como es el caso de jóvenes con depresión que se atienden en la atención primaria y también en el caso de colegios para promover conductas saludables”, explicó Martínez.

La aplicación estará dirigida especialmente a jóvenes entre los 15 y 29 años que estén presentando sintomatología mínima o leve de depresión o factores de riesgo para ella como: antecedentes familiares o personales de depresión, sintomatología ansiosa, pérdidas recientes, entre otras. 

Mediante la app, los usuarios tendrán la posibilidad de acceder a un cuestionario que incluirá síntomas depresivos y factores de riesgo para la depresión, asociado a una retroalimentación automática. En el caso de presentar sintomatología mínima o leve de depresión o, factores de riesgo para ella, se les recomendará el registro en la app, donde tendrán acceso a materiales psicoeducativos y a una retroalimentación más personalizada de acuerdo a su perfil, considerando género, ocupación, lugar de residencia y factores estresantes. 

La directora de Imhay destacó la importancia del desarrollo de intervenciones digitales para llegar ampliamente a la población juvenil, señalando que “nosotros ya teníamos un prototipo de una app para celulares que se llama Cuida Tu Ánimo, que está basada en un proyecto de investigación que consistía en una página web. Este prototipo es el que queremos adaptar para este tiempo de pandemia en un formato más cercano para los jóvenes y considerando la opinión de ellos en su desarrollo mediante un diseño participativo”. 

La aplicación también entregará herramientas psicoeducativas personalizadas para la prevención e intervención oportuna de la depresión y el riesgo suicida como: hábitos de vida saludable, fortalecimiento de redes de apoyo, regulación emocional y resolución de problemas sociales. 

Cuida tu Ánimo COVID-19 estará disponible para el público durante los próximos meses y se podrá descargar a través de las plataformas de app store y google play. Se espera que este proyecto complemente las líneas de ayuda remota en Salud Mental y Apoyo Psicosocial que trabajan con jóvenes.

Conoce las demás iniciativas adjudicadas aquí

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Entrevista a la investigadora de Imhay, Daniela Valenzuela, sobre el impacto emocional de la pandemia en las familias chilenas

«El diálogo y los acuerdos son muy importantes», señaló la investigadora joven de Imhay Daniela Valenzuela en entrevista en radio Pauta.

La cuarentena ha cambiado las dinámicas familiares con el encierro forzado que se vive en el país. En Un Día Perfecto, de Radio PAUTA, Claudia Cerfogli, jefa del magister en Psicología Clínica de la Universidad Católica, y Daniela Valenzuela, psicóloga e investigadora de nuestro Núcleo Milenio, analizaron el impacto de esto y cómo adaptarse para mejorar la convivencia en el hogar.

«No es que tengamos que hacer grandes cosas sino que es más importante el vínculo, estar con el otro en presente, aquí, ahora, y tratar de darnos esos minutos, donde al otro lo reconocemos y nos reconocemos en la relación el otro», sostiene Claudia Zerfogli.

En tanto, Daniela Valenzuela comenta que «es importante recalcar el pedir apoyo a las redes cercanas, pero también al sistema público, al colegio. Eso alivia mucho, el no solo exigirse uno como papá o mamá, porque quizá hay alguien más que se puede ocupar de algunas necesidades de los hijos».

Ve la entrevista en el siguiente link:

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Estudiante de postgrado de la Universidad de Almería se integró al equipo Imhay

Jorge Luis Ordóñez, estudiante del Doctorado Salud, Psicología y Psiquiatría de esta reconocida institución universitaria española, escogió a nuestro Núcleo Milenio para realizar su pasantía de investigación. En Imhay participará en la validación para estudios sobre contacto físico en situaciones sociales y en la adaptación chilena del Cuestionario de Aceptación y Acción II (AAQ-II), empleado para medir la evitación experiencial e inflexibilidad psicológica.

La principal motivación de Jorge Ordóñez para realizar su pasantía en Imhay fue el trabajo transdisciplinario que marca el sello de nuestro Núcleo Milenio y la posibilidad de llevar la investigación a la aplicación a nivel social.

Nació al este de España, específicamente en Teruel. Después de un tiempo, sus padres se trasladaron a la ciudad de Almería donde ha vivido los últimos 28 años. Su vocación lo llevó a estudiar enfermería en el 2008 y posteriormente realizó un master en Neurociencia en la Universidad de Granada, donde se especializó en la rama del dolor. 

Sus primeras aproximaciones a la investigación en sintomatología gastrointestinal y el trabajo con pacientes de dolor crónico y fibromialgia, fueron claves para optar por el camino de la psicología. “Participando en estos proyectos me di cuenta que yo me notaba muy incapaz en habilidades de carácter emocional o el impacto psicológico que tenían las personas con estas patologías. Entonces, empecé a adquirir interés por estos temas y lo que podría ofrecerle a los pacientes fue muy revelador. Descubrí esta nueva vocación ya de adulto”, comenta Jorge. 

Terminando su maestría se dio cuenta que le importaba la salud mental como tema de investigación luego de observar que pacientes con fibromialgia presentaban problemas relacionados con ideación suicida y con un repertorio conductual autolesivo. Fue ahí cuando, en el año 2012, decide estudiar Psicología e inicia una línea de investigación relacionada a la aproximación conceptual y metodológica del comportamiento suicida. 

En los diversos proyectos en que ha participado, su foco siempre ha estado en el adulto-joven. “Considero que es una fase vital donde todavía se están conformando cuestiones sociales, personales y creo que es muy relevante para la salud mental el hecho de atender a este rango de edad”, agrega. 

La principal motivación para realizar su pasantía en Imhay fue el trabajo transdisciplinario que marca el sello de nuestro Núcleo Milenio y la posibilidad de llevar la investigación a la aplicación a nivel social. Con ganas de aportar y aplicar sus conocimientos para mejorar el bienestar de las personas, sumado al interés especial por Chile y Latinoamérica, es que decide realizar su pasantía fuera de España. 

Pensada, en un inicio, como una pasantía en modalidad presencial, el actual contexto de pandemia por el COVID-19 que estamos viviendo obligaron a cambiar los planes y ahora Jorge realizará su pasantía de manera online. De esta forma, participará junto a investigadores de Imhay en la validación de un cuestionario para el estudio sobre contacto físico en situaciones sociales y en la adaptación chilena del Cuestionario de Aceptación Acción II (AAQ-II), que es usado para medir evitación experiencial e inflexibilidad psicológica, constructos fundamentales para la terapia de aceptación y compromiso.

Respecto a sus expectativas colaborando en nuestro Núcleo Milenio, Jorge señala que “me hacía muchísima ilusión viajar a Chile, pero lo que más me motiva es generar redes. Creo que la investigación no puede generarse de manera solitaria, por lo que establecer relaciones internacionales con personas que se dedican y tienen las mismas preocupaciones que tú, es muy importante. Esta pasantía se fundamenta en fortalecer estos vínculos que permitan promover mi trabajo, colaborar y, en cierto modo, establecer una red de colaboración continua y a largo plazo”. 

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Conferencia «COVID-19 y salud mental: la próxima pandemia»

Revive la conferencia organizada por la Facultad de Ingeniería de la Universidad de Chile y donde la directora de Imhay, Dra. Vania Martínez, junto a  Sonia Pérez, psicóloga y académica del Departamento de Psicología de la UChile conversaron sobre salud mental en contexto de pandemia.

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Te echo de menos: Los efectos del “hambre de piel” en las personas

La falta de contacto físico no sólo afecta nuestra salud mental: aumenta la hormona del estrés, reduce  la actividad de células del sistema inmune  y aumenta el ritmo cardíaco. Son algunos del fenómeno conocido por la ciencia como “hambre de piel”, con el que nos vemos enfrentados sobre todo en estos días.

Desde fines del año pasado el mundo entero ha estado entrando y saliendo de cuarentenas que buscan disminuir el contacto entre las personas, lo cual  ha demostrado ser la fórmula más efectiva para evitar los contagios por coronavirus. Sin embargo, los humanos somos seres sociales, por lo que un aislamiento prolongado tiene efectos colaterales.

Si bien no es un término tan conocido, gran parte de la población mundial ha experimentado el  “hambre de piel”, un fenómeno que los expertos explican como un profundo deseo de la persona por sentir el contacto de otro ser humano. En otras palabras, no podemos evitar buscar compañía, pues estamos programados para hacerlo.

Desde que nacemos estamos expuestos al contacto con otras personas, y diferentes estudios demuestran cómo la interacción beneficia nuestro  desarrollo integral. Tanto así, que los médicos recomiendan a las madres que lo primero que debe sentir un bebé recién nacido es el cuerpo de su progenitora.

Hoy la cuarentena nos obliga a limitar el contacto humano para disminuir el contagio por coronavirus y así evitar el colapso de los sistemas de salud.

“A nivel psicológico los efectos tienen que ver con que nosotros somos animales sociales: gran parte del desarrollo de nuestras actividades se desenvuelve en comunidad, a través del comunicarse con otras personas y el tocarse, actividades comunes en nuestra vida cotidiana. Pero en este período, es algo que debemos detener explícitamente”, comenta el investigador del Instituto de Neurociencia Biomédica de la Universidad de Chile, Pedro Maldonado, quien indica que si bien estos momentos de aislamiento son necesarios, también son antinaturales.

Esta situación, “detiene muchos procesos fisiológicos relacionados al contacto. Hay hormonas que se liberan a través del contacto y en gran parte de nuestra historia como especie, el contacto y acicalamiento han sido comportamientos que contribuyeron con nuestra homeostasis fisiológica”, agrega el neurobiólogo, haciendo referencias a la liberación de hormonas que fomentan el apego y el bienestar, tales como la serotonina y la oxitocina.

El   cuerpo está diseñado para sentir contacto. En la yema de nuestros dedos contamos con cerca de 100 receptores táctiles, y en dos metros cuadrados de piel acumulamos cinco millones de terminales nerviosos que nos ayudan a interactuar con el entorno y aprenderlo. “Cuando tocamos la piel se estimulan los sensores de presión subcutáneos, que envían mensajes al nervio vago del cerebro”, explica Wired Tiffany Field, investigadora del Instituto para la Investigación del Tacto de la Universidad de Miami.

A medida que el nervio vago aumenta su actividad, el cuerpo empieza a sentir los efectos: el sistema nervioso se desacelera, baja el ritmo cardíaco y la presión sanguínea, además de relajar las ondas cerebrales. Junto con lo anterior, las denominadas ‘hormonas del estrés’ como el cortisol bajan. El aumento de esta última hormona es especialmente complicado: un nivel elevado de cortisol disminuye la actividad de las células NK (‘natural killer cells’, o células asesinas), las cuales ayudan en la lucha contra células cancerígenas o infectadas, como las que produce el mismo SARS-CoV-19.

Si bien la falta de tacto afecta a todos los grupos sociales, existen algunos que pueden presentar mayores carencias durante la cuarentena: niños, niñas y adolescentes, adultos mayores, personas con problemas psicológicos y profesionales de la salud. Así lo explica el psiquiatra, académico de la Universidad de los Andes e investigador del Núcleo Milenio Imhay, Jorge Gaete.

Niñas y  niños, por ejemplo, se ven afectados por la incertidumbre y los cambios de rutina que ha generado la pandemia. A los jóvenes, en tanto, les pueden afectar los conflictos que surgen por el posible hacinamiento del hogar o la necesidad de teletrabajo del adulto responsable. “ Un buen consejo para los padres que enfrentan problemas de este tipo es dedicarle tiempo exclusivo a la comunicación con los hijos, abrazarlos y preguntar si necesitan ayuda”, recomienda  Jorge Gaete.

Contacto digital: una solución no óptima.

Para conectar con otras personas utilizamos cuatro de nuestros sentidos: vista, tacto, oído y olfato. En contextos como esta pandemia, es fundamental poder utilizar alguno de ellos. “Definitivamente las nuevas tecnologías nos ayudan a paliar los efectos negativos de la falta de contacto: no solamente podemos hablar, sino que también podemos vernos a la distancia. Y no es algo menor, ya que el componente visual es uno muy importante para conectarnos con otras personas”, puntualiza Pedro Maldonado.

Para solventar esa carencia los expertos entregan algunas recomendaciones ligadas a estimular zonas del cuerpo como los brazos, hombros y cuello, actividad que puede servir para liberar oxitocina y serotonina.

“Se ha comparado el masaje con la actividad física de carácter cardiovascular y tienen efectos bastante similares: el masaje      puede lograr autoestimular nuestro cuerpo tal como lo hace el ejercicio físico, por ende ambos son sumamente recomendables”, comenta el investigador Jorge Gaete, quien recomienda la posibilidad de practicar  yoga “que por los tipos de presiones que ejerce sobre el cuerpo debiera ayudar a reducir los niveles de cortisol”.

Por su parte,  el neurocientífico de la Universidad de Chile  concluye que el contacto  digital no basta para suplir toda nuestra necesidad de contacto, ya que olerse y tocarse son parte inconsciente, pero importante en el fortalecimiento de las relaciones interpersonales. Para solventar esa carencia, los expertos entregan algunas recomendaciones ligadas a estimular zonas del cuerpo como los brazos, hombros y cuello, actividad que puede servir para liberar oxitocina y serotonina.

Lee la nota original de Explora AQUÍ

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Columna de opinión:“Trastornos de salud mental: la otra curva que hay que frenar”

¿Cómo estábamos en términos de salud mental antes de esta pandemia? No nos pilla en buen pie. Nuestras tasas de depresión son elevadas comparadas con otros países de la región. Además, en relación al estallido social, iniciado hace ya ocho meses, gran parte de la población estaba sometida a altos montos de estrés. Y somos además uno de los países que menos invierte en salud mental, comenta la directora de Imhay, Dra. Vania Martínez, en la siguiente columna publicada en The Clinic.

Producto de la pandemia por Covid-19, de las circunstancias asociadas a su mitigación y sus consecuencias sanitarias y socioeconómicas, la gran mayoría de la población se está viendo enfrentada a emociones como miedo, ansiedad, frustración y rabia, y a dificultades para concentrarse y para dormir. Hoy más que nunca nos encontramos expuestos a una gran cantidad de elementos estresantes para la salud mental. Uno de los principales estresores es la incertidumbre, ya que es una situación totalmente inédita e inesperada de carácter mundial; otros elementos son el miedo al contagio, el enfermarse, la enfermedad o fallecimiento de personas cercanas, las dificultades socioeconómicas y laborales, la sobrecarga de roles, el trabajo y la educación a distancia, la excesiva exposición a los medios de comunicación, los cambios en el estilo de vida, las cuarentenas, el confinamiento, la necesidad de distanciamiento físico, etc. 

En algunas personas estos elementos estresantes gatillarán cuadros psiquiátricos como trastornos del ánimo y de ansiedad; otros aumentarán el consumo de alcohol y sustancias; y, por último, quienes tenían antecedentes de cuadros psiquiátricos pueden ver agravados sus síntomas, especialmente si se descontinúan los tratamientos. Ya la Organización Mundial de la Salud ha alertado sobre el potencial aumento de los trastornos psiquiátricos y los suicidios. También se ha detectado un aumento de los casos de violencia intrafamiliar y maltrato infantil.

Pero, ¿cómo estábamos en términos de salud mental antes de esta pandemia? Es fundamental considerar que a los habitantes de nuestro país esta pandemia “no nos pilla en buen pie” en términos de salud mental. Nuestras tasas de depresión son elevadas comparadas con otros países de la región, especialmente en mujeres de nivel socioeconómico bajo. Además, en relación al estallido social, iniciado hace ya ocho meses, gran parte de la población estaba sometida a altos montos de estrés, y sabemos por investigaciones tanto internacionales como nacionales que el estrés acumulativo impacta negativamente en la salud mental. Por otra parte, somos uno de los países que menos invierte en salud mental (menos de un 2% de su presupuesto de salud) y además existen barreras para acceder a una atención oportuna y de calidad. 

Una de las principales barreras es el estigma que aún existe asociado a los problemas de salud mental. Una sociedad que promueve el individualismo valora el que cada uno se las arregle por sí mismo, de manera que pedir ayuda no se valora y los problemas tienden a ocultarse. Son los hombres quienes son más reacios a pedir ayuda profesional y, sin embargo, son ellos quienes tienen tasas mayores de suicidio que se relaciona con los trastornos psiquiátricos. Además, existen barreras estructurales como las bajas coberturas de atención en salud que tienen los problemas de salud mental, el déficit de profesionales en el sistema público, especialmente en algunas regiones del país, y la baja periodicidad que tienen las atenciones en salud mental en los centros de atención primaria de salud. 

Conscientes de estas condiciones, desde la Mesa Social Covid-19 se le encargó al rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi, elaborar un documento con una estrategia nacional para el abordaje de la salud mental en situación de pandemia. Este documento ha sido considerado en el planteamiento del Plan Saludablemente del Gobierno de Chile. Este plan consta de una mesa de expertos en la que se trabajarán las principales dimensiones que deben ser consideradas en la implementación de la estrategia y una plataforma web que presenta información para educar a la población en medidas para favorecer su bienestar y para saber cuándo y dónde pedir ayuda profesional.

Es muy importante considerar en esta estrategia la articulación territorial que incluya la coordinación de actores de distintos sectores (distintos ministerios, municipalidades, academia, sociedad civil organizada, etc). Se deben tomar en cuenta los recursos y las capacidades existentes en las comunidades, favoreciendo su participación. Es fundamental incorporar una perspectiva integral sin prevalecer factores económicos por sobre los humanos y sociales.

Se requieren acciones destinadas a la población general, pero también diferenciada por grupos de riesgo como: personal de salud, personas contagiadas y sobrevivientes de Covid-19, familiares de personas contagiadas y fallecidas por Covid-19, personas con trastornos psiquiátricos o trastornos por uso de alcohol y otras sustancias, niños, niñas y adolescentes, personas mayores, mujeres con sobrecarga de tareas y en situación de vulnerabilidad a la violencia, personas en situación de dependencia y/o discapacidad, personas privadas de libertad, personas que se encuentran cesantes o en situación de precariedad laboral, personas en situación de migración, personas a cargo del cuidado de personas en situación de dependencia y/o discapacidad, entre otros. Las áreas de trabajo deben incluir: planes y programas de apoyo a la intervención psicosocial, gestión de la atención, cuidado del personal de salud, trabajo colaborativo con los medios de comunicación, gestión de la información por las autoridades, educación socio-comunitaria, medidas de apoyo a personas en confinamiento e investigación e innovación. Las tecnologías de la información y las comunicaciones pueden aportar enormemente, de manera que urge favorecer la conectividad, especialmente hacia las personas y sectores más vulnerables de nuestra sociedad.

Para frenar la curva de los trastornos de salud mental, la mayor parte de las acciones no debieran estar a cargo de profesionales especialistas en el tema. La entrega de servicios básicos y de seguridad, el refuerzo de apoyo comunitario y familiar y los servicios de atención no especializada son los que tienen que alcanzar mayor protagonismo en esta tarea. Aún estamos a tiempo de frenar esta curva, no perdamos esta oportunidad.

Accede a la publicación original de The Clinic: AQUÍ

 

 

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Columna de opinión: Sindemia, la triple crisis social, sanitaria y económica; y su efecto en la salud mental

Se decía que el virus no discrimina entre ricos y pobres. Pero lo cierto es que no ataca a todos por igual, explican los autores. Mientras hoy las personas con ingresos bajo los $ 540 mil sienten miedo y tristeza, en las familias de ingresos altos predomina la rabia. Hoy enfrentamos no solo un virus sino una triple crisis que tiene un fuerte y desigual impacto en la salud mental.

En la siguiente columna de opinión publicada en Ciper, los investigadores de Imhay, Álvaro Jiménez y Graciela Rojas, junto al director del Núcleo Milenio Desoc, Fabián Duarte, se refieren a este nuevo fenómeno que la población podría enfrentar.

Entre octubre del 2019 y junio del 2020, los chilenos y chilenas hemos sido testigos de una crisis tras otra, una triple crisis social, sanitaria y económica. El estallido social alteró las maneras de pensar nuestra vida colectiva, visibilizando desigualdades y precariedades que dieron curso a una demanda por dignidad e igualdad. La rápida propagación de COVID-19 ha producido un quiebre en nuestra cotidianeidad, afectado nuestra salud, relaciones sociales y fuentes laborales. Como sostiene una reciente columna, estamos frente a un proceso epidémico fuera de control: “el desastre está aquí”.

La disrupción de la vida social impuesta por el estallido social y la actual pandemia, junto con las fuentes de estrés psicosocial y económico que la acompañan, pueden afectar significativamente la salud mental de las personas.

Las grandes protestas y una mayor conflictividad social suelen estar asociadas a un aumento de la prevalencia de problemas de salud mental en población, representando un impacto comparable a los desastres socio naturales [ver estudio]. Por otro lado, las medidas de distanciamiento físico, las restricciones a la movilidad, la cuarentena, el cierre temporal de instituciones educativas y las modalidades de teletrabajo constituyen un escenario que demanda un importante esfuerzo de adaptación, produciendo un desgaste a nivel personal, familiar y comunitario. Este escenario puede estar asociado a una sensación de aislamiento e incertidumbre, además de producir estrés, ansiedad, tristeza, irritabilidad, insomnio, sentimientos de impotencia y constante estado de alerta en algunas personas [ver estudio]. Si bien se trata de reacciones esperables (incluso adaptativas), es muy probable que al corto y mediano plazo tengamos que aprender a convivir con un cierto nivel de ansiedad y estrés. De acuerdo con estimaciones de la OMS, el 4% de la población mundial podría experimentar trastornos mentales severos derivados de la crisis sanitaria, mientras que entre el 15% y 20% podría sufrir trastornos leves a moderados.

Desde el 18/O nos hemos acostumbrado a escuchar recomendaciones para cuidar nuestra salud mental. Estos “tips” constituyen información valiosa, pero se han concentrado fundamentalmente en acciones individuales para hacer frente a la adversidad. Se trata de volvernos más “resilientes”. Sin embargo, muchas veces estas recomendaciones olvidan la otra mitad de la ecuación: la necesidad de abordar las condiciones sociales y económicas que inciden sobre nuestra salud mental. En efectoaquello que llamamos salud mental es un fenómeno relacional que está condicionado por factores sociales, económicos y políticos: contextos de pobreza y vulnerabilidad, desigualdades materiales y simbólicas, niveles de segregación territorial o déficits de cohesión social que impactan la vida cotidiana de las personas y comunidades.

MIDIENDO LA TEMPERATURA DE LA CRISIS

En marzo la OMS declaró que el coronavirus había alcanzado proporciones pandémicas. Sin embargo, hay razones suficientes para pensar que lo que enfrentamos actualmente no representa una pandemia, sino más bien una “sindemia”. Por sindemia nos referimos a la interacción de múltiples agentes causales: condiciones sociales (pobreza, desigualdad, injusticia, conflicto social, desempleo), procesos ambientales (cambio climático, desastres socionaturales y ecológicos) y estados patológicos (comorbilidades entre enfermedades como depresión, diabetes e hipertensión que afectan a muchos chilenos y chilenas) que potencian sus efectos negativos sobre la vida de los individuos y exacerban la carga de enfermedad en ciertos grupos de la población. En otras palabras, no estamos simplemente frente a un agente infeccioso que parasita nuestros cuerpos, sino que presenciamos una completa alteración del orden económico y social. Al interactuar sinérgicamente, los múltiples factores sindémicos contribuyen a la etiología y persistencia de problemas de salud mental, exacerbando vulnerabilidades y reproduciendo disparidades en salud.

En marzo escuchábamos que COVID-19 no distingue a las personas en base a su riqueza o lugar de residencia. Se decía que “el virus no discrimina”. Este cliché demostró ser falso. El impacto sanitario, económico y social de COVID-19 no es el mismo en los distintos grupos sociales. Para evaluar estos impactos, el Núcleo Milenio en Desarrollo Social (DESOC), en colaboración con el Centro de Microdatos de la Universidad de Chile y el Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES), llevaron adelante una tercera versión del Termómetro Social (junio 2020), cuyas versiones anteriores estuvieron orientadas a medir la temperatura del estallido social y proceso constituyente.

El Termómetro Social 3 (TS3) es una encuesta representativa a nivel nacional (n=1078), que intenta obtener una radiografía de las percepciones, sentimientos y creencias de los chilenos y chilenas en el contexto actual. El TS3 es una encuesta telefónica a individuos de todos los estratos sociales y regiones [más detalles aquí]. Uno de sus resultados muestra que 35% de quienes reconocen haber estado en contacto con uno o más casos confirmados de coronavirus desde el 16 de marzo son fundamentalmente personas que pertenecen a familias cuyo ingreso es menor a $ 540 mil, es decir, segmentos de la población que enfrentan dificultades para obtener ingresos debido a la pérdida de empleo (52% de este grupo), o dificultades para acceder a alimentos (34%) y no han podido cumplir las medidas de cuarentena. De hecho, 44% de los encuestados cree que uno de los principales obstáculos para contener el avance de la pandemia es la imposibilidad de dejar de trabajar para subsistir.

En cuanto a percepciones del futuro, las personas les asignan una alta probabilidad de ocurrencia a la reducción del ingreso (29%) y al aumento de la deuda (35%). Asimismo, los chilenos y chilenas muestran un alto grado de incertidumbre respecto a la probabilidad de ocurrencia de hechos como una reducción en la jornada laboral, quedar desempleado o el quiebre de la empresa donde se trabaja.

¿Qué probabilidad le asigna Ud. a que ocurran los siguientes hechos en los próximos 3 meses?

Entre las personas que declaran que alguien de su familia perdió su trabajo después del 16 marzo (casi 33% de la muestra), 93% reporta que fue consecuencia directa o indirecta de la crisis sanitaria por coronavirus.

Por otro lado, al preguntar por el impacto del actual contexto sobre el bienestar psicológico, la mitad de los participantes declara que su estado de ánimo es peor o mucho peor al estado previo a las medidas de aislamiento y cuarentena, lo cual afecta principalmente a las mujeres (56% mujeres vs 43% hombres). Los resultados también muestran que hoy la tonalidad afectiva de los chilenos está dominada por la rabia (30%), el miedo (27,4%) y la tristeza (2,83%). Al desagregar estas emociones por nivel de ingreso, notamos que en las personas que residen en hogares con ingresos por debajo de los 540 mil pesos, predomina el miedo (29%) y la tristeza (27%), mientras que en los sectores más acomodados predomina la rabia (37%). Es decir, nuestras emociones no son independientes de nuestras condiciones materiales de vida.

¿Cuántas veces durante las últimas dos semanas ha sentido alguna de las siguientes molestias?

La cuarentena nos ha distanciado físicamente, pero no necesariamente nos ha aislado de los demás: sólo 13% de los participantes declara experiencias de aislamiento o soledad. Por el contrario, nuestra calidad del sueño se ve afectada profundamente: 3 de cada 5 personas manifiesta que tiene problemas para dormir y 1 de cada 5 dice que estos problemas se presentan todos los días. Se trata de un indicador preocupante, puesto que las dificultades en el dormir constituyen un predictor importante del desarrollo de trastornos mentales al corto y mediano plazo [ver estudio].

 

COVID-19, INESTABILIDAD ECONÓMICA Y SALUD MENTAL

Los resultados del TS3 permiten observar que la actual crisis produce un alto grado de incertidumbre financiera y laboral entre los chilenos y chilenas. Como muestran algunos estudios internacionales, se trata de condiciones asociadas a mayores niveles de estrés, ansiedad y depresión. El TS3 muestra que actualmente alrededor del 18% de los chilenos y chilenas presentaría síntomas depresivos, mientras que 23% presentaría síntomas ansiosos. Si bien se trata de prevalencias observadas en estudios epidemiológicos previos, es altamente probable que la presencia de estos síntomas aumente en la medida en que el actual contexto de crisis persista en el tiempo.

En Chile, algunos estudios han mostrado que la sensación de inseguridad relacionada con la salud y el trabajo se asocia a una mayor presencia de síntomas depresivos [ver estudio]. En efecto, la sintomatología ansiosa y depresiva se encuentra asociada a una experiencia de vulnerabilidad o “inconsistencia posicional” compartida por una gran cantidad de chilenos. Esta experiencia refiere a la percepción de que los lugares y las trayectorias sociales son inestables y altamente permeables a la precarización.

En efecto, en una buena parte de los sectores medios existe un intenso temor a caer desde la posición social que han alcanzado en las últimas décadas. Según estimaciones de la OCDE, más de la mitad de los chilenos y chilenas se encuentran en riesgo de caer en la pobreza si dejan de percibir su sueldo durante tres meses. Dentro de los países de la OCDE, Chile es donde existe una mayor probabilidad de que una persona del cuarto quintil (el segundo segmento de mayor nivel de ingresos) retroceda al primer quintil (el segmento de menores ingresos) dentro de un período de cuatro años.

¿Cómo podemos explicar esta alta vulnerabilidad? Muy simple: en Chile la mediana de ingresos (en torno a los 400 mil pesos) es muy cercana a la línea de la pobreza. Esta realidad se traduce además, en altos niveles de deuda en los hogares, lo cual tiene un efecto corrosivo sobre la salud mental de las personas al relacionarse con mayores niveles de estrés financiero, ansiedad y síntomas depresivos [ver estudio].

En los países con alta desigualdad, como es el caso de Chile, las brechas sociales coexisten con una variedad de privaciones materiales y fragilidades del sistema de protección social que inciden negativamente sobre la salud mental. Ante este escenario, las respuestas no pueden ser sólo sanitarias. Tal como se contempla en el “Acuerdo Covid” recientemente alcanzado, se necesitan medidas orientadas a la protección de los ingresos de las familias y de los trabajadores y planes de apoyo a los empleos, pero al mismo tiempo seguridad de lo que pasará en el futuro, para bajar la incertidumbre y la ansiedad. Por lo tanto, las respuestas más eficaces en salud mental son aquellas que reduzcan la incertidumbre derivada de la inseguridad laboral, proporcionen redes de seguridad ante la pérdida de ingresos, garanticen la protección de aquellos trabajadores que queden desempleados y permitan evitar el sobreendeudamiento. Pero la experiencia internacional sugiere también que, frente a situaciones de conflictividad social, crisis sanitaria y recesión económica, se vuelven muy importantes las políticas sociales orientadas a restablecer los vínculos sociales y fortalecer la cohesión social para mitigar los efectos sobre la salud mental.

Necesitamos una perspectiva sindémica para comprender el impacto de esta triple crisis social, sanitaria y económica sobre la salud mental, una dimensión de la vida que se verá afectada durante mucho más tiempo que la salud física. Como se afirma en la Estrategia Nacional de Salud Mental elaborada por la Universidad de Chile, “la salud mental es una de las claves para sobrevivir a esta pandemia”.

Accede a la publicación original de Ciper: AQUÍ

PorImhay

Columna de opinión: Nuestros educadores en la pandemia

Nuestro investigador, Álvaro Jiménez, junto a Verónica Cabezas, del Núcleo Milenio en Desarrollo Social (DESOC) y Marigen Narea, del Centro Justicia Educacional, se refieren a cómo el nuevo escenario que estamos viviendo en contexto de pandemia profundiza las brechas educativas y podría traducirse en un desgaste importante a nivel personal, familiar y comunitario. En efecto, esta crisis añade un nuevo estresor al trabajo de los profesores.

Hoy, el 60% de la población estudiantil mundial (UNESCO 2020) y más de 60 millones de docentes están fuera de las escuelas debido a la pandemia, con el evidente impacto en la enseñanza tradicional que ha girado hacia la educación a distancia. Ésta, da continuidad al aprendizaje en un contexto de emergencia, contribuye a restaurar una estructura e instaurar una rutina para los niños, niñas y adolescentes, les permite mantener vínculos significativos y generar sentido de pertenencia a su comunidad educativa. Elementos que pueden cumplir un rol protector sobre su salud mental en medio de la incertidumbre. Sin embargo, en la transición, los docentes, educadores y directivos han debido ajustar sus prácticas y estrategias para mantener el vínculo con sus estudiantes y monitorear el proceso de aprendizaje, metas para las que no necesariamente están capacitados. Además, muchos no cuentan con herramientas (computador, espacio adecuado para trabajar, buena conexión a internet) ni infraestructura para sostener el aprendizaje en línea.

El nuevo escenario profundiza las brechas educativas y podría traducirse en un desgaste importante a nivel personal, familiar y comunitario. En efecto, esta crisis añade un nuevo estresor al trabajo de los profesores.

Una encuesta nacional de Elige Educar a 7.187 docentes, educadores y directivos de todos los niveles de enseñanza muestra que un 63% de los encuestados considera que ahora trabaja más o mucho más que en su jornada habitual. Un hecho que afecta más a quienes trabajan en colegios particulares y más a las mujeres que a los hombres (66 vs 54%) y en mayor medida a aquellas que tienen hijos menores de 7 años, porque deben conciliar labores docentes y de cuidado. El 53% declara sentir estrés y el 52% ansiedad, ambas, respuestas naturales a las exigencias del entorno que pueden producir efectos desfavorables en su bienestar psicológico y deteriorar sus capacidades cognitivas (memoria, concentración, actividad reflexiva) para sostener el proceso de enseñanza.

Si las y los docentes no cuentan con un bienestar psicológico básico durante la pandemia es un problema, porque es una condición necesaria para asegurar un proceso de enseñanza efectivo y, a la larga, proteger la salud mental de los estudiantes. ¿Qué medidas están implementando las instituciones educativas para apoyar la salud mental y bienestar de sus docentes, educadores y directivos? ¿Cuentan con herramientas para ello? ¿Hay planes de apoyo para el retorno a clases presenciales? Aún estamos a tiempo para idear programas y políticas centradas en su bienestar psicológico, junto con entregarles contención y enseñarles herramientas útiles no solo para contener y acompañar a otros, también para sobrellevar bien esta nueva modalidad de enseñanza. Para así proteger el bienestar docente y ayudarlos a llevar a cabo su labor educativa.

Verónica Cabezas, Núcleo Milenio en Desarrollo Social (DESOC), Fac.de Educación UC.
Álvaro Jiménez, Núcleos DESOC e Imhay, Facultad de Medicina UChile.
Marigen Narea, Centro Justicia Educacional, Escuela de Psicología UC.