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Qué es mejor: ¿pasarle a un hijo un smartphone a los 7 o a los 13 años?

En entrevista con el diario Las Últimas Noticias, el investigador y psiquiatra Imhay y académico de la Universidad de Los Andes, Dr. Jorge Gaete, respondió a esta pregunta.

El Dr. Gaete, quien además lidera el estudio “Uso de la tecnología y su asociación con el rendimiento académico y la satisfacción con la vida entre niños y adolescentes”, que se aplicó a 2440 niños de 9 a 12 años que pertenecen a 13 escuelas del país, señala al medio que la investigación arrojó que los menores que estaban expuestos a aparatos tecnológicos como celulares, tenían “menos horas de sueño y baja en el rendimiento académico”.

Y agregó que “diversos estudios indican que lo ideal es retrasar la exposición de tecnologías en niños y adolescentes. Hay una extensa experiencia científica que muestra los problemas cognitivos y de concentración que generan lo dispositivos en los menores. Yo creo que desde los 14 años en adelante es una edad prudente para el uso tanto del celular como de Apps”.

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Entrevista a Dr. Jorge Gaete en radio Universo sobre adicción al celular y videojuegos

En entrevista con el programa  «Vuelta en U» de radio Universo, el investigador de Imhay y académico de la Universidad de Los Andes, comentó que la adicción al uso de dispositivos electrónicos o videojuegos es un concepto relativamente nuevo y se puede manifestar en ansiedad, irritabilidad e incluso tristeza cuando se intenta reducir o detener el uso de ellos. 

En el espacio radial, el Dr. Gaete indicó que “previo a la pandemia había mucha preocupación sobre el uso exagerado o el uso de una forma descontrolada de algunos dispositivos, particularmente de los smartphones y de los videojuegos. Hubo mucha controversia sobre si estos efectivamente tendrían que tener un carácter diagnóstico de una patología que debiera ser tratada. Entonces, yo diría que aún falta evidencia, hay mucha controversia todavía en la comunidad científica en general para dar una u otra visión. Pero ya algunos manuales diagnósticos, ya sea de la Asociación Americana de Psiquiatría o de la Organización Mundial de la Salud están incorporando conceptos como la adicción a videojuegos”.

“En general el modelo que se ha utilizado para entender la adicción a dispositivos o videojuegos viene muy de la mano de lo que conocemos como la adicción a sustancias y, en ese sentido, se han tratado de incorporar  algunos criterios que son comunes en ambos tipos de patologías. Algunos de ellos son: el tener una preocupación excesiva por el uso del dispositivo, el que tiene que ver con anticiparte al poder usarlo, o al temor de quedar sin el uso del dispositivo. También puede aparecer ansiedad, irritabilidad e incluso tristeza cuando se intenta reducir o detener el uso de dispositivos o videojuegos. Entonces, cambios del humor vienen aparejados, de alguna forma, a este enganche con estos dispositivos”, comentó el psiquiatra.

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Álvaro Jiménez: Salud mental durante la triple crisis social, económica y sanitaria

El académico de la Escuela de Psicología de la Universidad Diego Portales e investigador Imhay, indicó que la investigación en salud mental es desafiante en varios sentidos, ya que se trata de problemas que son por su naturaleza misma hipercomplejos, en el sentido de que participan simultáneamente diversos factores y distintos niveles: biológicos, psicológicos, familiares, macrosociales, entre otros.

«Durante los primeros meses de pandemia distintos organismos internacionales, como la misma OMS y varias proyecciones epidemiológicas sostuvieron que se produciría un aumento en las tasas de suicidio. Sin embargo, en gran parte de los países de ingreso alto y medio-alto el número de suicidios se mantuvo estable o incluso disminuyó durante los primeros meses de pandemia», indica el investigador de Imhay.

Álvaro Jiménez es psicólogo y Doctor en Sociología de la Université de Paris. Además, posee un Magíster en Psicología Clínica por la Universidad de Chile. Dentro de sus temas de interés, se encuentra la teoría y clínica psicoanalítica, la salud mental de adolescentes y jóvenes, con especial énfasis en la depresión y el riesgo suicida, y los determinantes socioculturales de la salud mental.

Actualmente investigador del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay) y del Instituto Milenio MIDAP. Entre sus últimos proyectos se encuentran investigaciones sobre la salud mental de estudiantes universitarios, un estudio sobre suicidios durante la pandemia y un artículo recientemente publicado en la revista PLoS ONE sobre malestar psicológico durante la pandemia (“Psychological distress during the COVID-19 epidemic in Chile: The role of economic uncertainty”).

¿Cuáles son los principales resultados del estudio sobre incertidumbre económica y salud mental en el contexto de pandemia en Chile? 

Estudios previos sobre los efectos sociales y subjetivos de las crisis económicas y sanitarias mostraban que éstas podrían tener un impacto negativo sobre la salud mental de las personas. Por ejemplo, la inseguridad económica que acompañó a la crisis financiera de 2008 tuvo un efecto significativo sobre la salud mental en gran parte del mundo desarrollado. Los resultados de nuestro estudio realizado en Chile durante la pandemia muestran que ser mujer, sentirse solo y aislado, vivir en las zonas de Chile más afectadas por la pandemia y las cuarentenas, tener una expectativa de reducción de ingresos en el hogar por tener que dejar de trabajar como consecuencia de la pandemia, y tener antecedentes de diagnóstico de problemas de salud mental se asoció significativamente con una mayor carga de síntomas ansiosos y depresivos. En este sentido, el estudio viene a subrayar que la sintomatología ansiosa y depresiva se asoció a una experiencia de vulnerabilidad social y económica compartida por una gran cantidad de chilenos.

«La disrupción de la vida social impuesta por las condiciones de pandemia y cuarentena, así como el estrés y la incertidumbre económica que afectó a los hogares de Chile durante los primeros meses de pandemia, tuvieron un impacto significativo sobre la salud mental», indica el académico de la Facultad de Psicología UDP.

¿Qué aspectos pudieron ser observados con la realización de este estudio?

Creo que hay que poner los resultados de este estudio en perspectiva. Durante los últimos años hemos sido testigos de una triple crisis social, sanitaria y económica. Esta superposición de crisis ha impactado profundamente sobre la vida de las personas. En particular, nuestro estudio muestra que la disrupción de la vida social impuesta por las condiciones de pandemia y cuarentena, así como el estrés y la incertidumbre económica que afectó a los hogares de Chile durante los primeros meses de pandemia, tuvieron un impacto significativo sobre la salud mental. Por otro lado, este estudio pone de manifiesto la necesidad de reforzar los programas para proteger el bienestar psicológico de las personas, pero también de lo necesario que fueron las políticas sociales para hacer frente a la incertidumbre económica durante los periodos más críticos de la pandemia. En este sentido, el estudio sugiere que las políticas de salud mental no pueden reducirse exclusivamente a los programas sanitarios, sino que se deben articularse también a las respuestas frente a la incertidumbre derivada de la inseguridad laboral, la construcción de redes de protección ante la pérdida de ingresos, el desempleo y el sobreendeudamiento, así como el fortalecimiento de la cohesión social.

Usted también ha estado investigando sobre lo que ha ocurrido con los suicidios en el contexto de pandemia. ¿Cuáles son los principales resultados de ese estudio?

Durante los primeros meses de pandemia distintos organismos internacionales, como la misma Organización Mundial de la Salud, y varias proyecciones epidemiológicas sostuvieron que se produciría un aumento en las tasas de suicidio. Sin embargo, en gran parte de los países de ingreso alto y medio-alto el número de suicidios se mantuvo estable o incluso disminuyó durante los primeros meses de pandemia. Esto es en cierta medida paradojal, dado que los problemas de salud mental han aumentado en el contexto de pandemia, en particular la ansiedad y la depresión, y estos problemas son factores de riesgo reconocidos del suicidio. Para tratar de entender esta paradoja, realizamos un estudio sobre el impacto de las cuarentenas en el suicidio en Chile. Nos enfocamos en las cuarentenas porque se trata de un factor específico a la pandemia.

Nuestro primer hallazgo fue que el número de suicidios en Chile disminuyó significativamente durante 2020. De hecho, tuvimos la tasa de suicidios más baja de las últimas dos décadas. Luego, al comparar comunas de todo Chile que estuvieron en cuarentena con aquellas que no lo estuvieron durante 2020, y al comparar los suicidios en esas mismas comunas durante el periodo pre-pandémico (2016 a 2019), encontramos que hubo una reducción de al menos un 13% en suicidios en comunas en cuarentena en comparación con comunas sin cuarentena. Puesto que utilizamos un diseño de investigación cuasi-experimental en base a datos poblacionales, podemos decir que las cuarentenas han sido una de las causas de la reducción del suicidio en Chile durante la pandemia.

Nuestra interpretación de este resultado es que las condiciones de cuarentena y contacto regular con personas cercanas podría haber actuado sobre los moderadores motivacionales del comportamiento suicida, y que las cuarentenas, es decir, el hecho de estar confinado con familiares o cercanos, representarían un factor disuasivo del suicidio. Por supuesto, esto no dice nada respecto a lo que podría ocurrir a mediano o largo plazo. De hecho, es altamente probable que volvamos a las tendencias pre-pandémicas, por lo que debemos mantener la vigilancia epidemiológica, fomentar la búsqueda de ayuda en personas que presenten problemas de salud mental y reforzar los programas preventivos, integrando lo que hemos aprendido bajo la condición pandémica.

¿En qué contexto de su trabajo profesional se enmarcan estas investigaciones sobre salud mental y pandemia? 

Estos estudios se inscriben en mi agenda de investigación en torno a los determinantes sociales, culturales y económicos de la salud mental. En este sentido, se trata de mostrar en qué medida la salud mental es un fenómeno relacional que está condicionado por factores sociales, económicos y políticos: contextos de pobreza y vulnerabilidad, desigualdades materiales y simbólicas, segregación territorial o déficits de cohesión social que impactan la vida cotidiana de las personas y comunidades.

Con respecto al artículo “No hay salud mental sin justicia social: desigualdades, determinantes sociales y salud mental en Chile”, ¿cómo busca aportar al desarrollo de otras investigaciones ligadas a desigualdades y salud mental?

Uno de los fenómenos que me interesa investigar es cómo las dimensiones materiales, simbólicas y subjetivas de la desigualdad impactan sobre la salud mental de las personas. Entiendo la salud mental en sentido amplio, no sólo como trastorno mental, sino como una manera de expresar el malestar o sufrimiento en las sociedades modernas. Las desigualdades producen distintas formas de malestar porque erosionan los vínculos sociales, aumentan la conflictividad e interfieren sobre la capacidad de las personas para llevar adelante sus proyectos de vida. En esta línea, mi agenda de investigación parte de una idea muy simple: los problemas de salud mental constituyen una de las formas en que literalmente se “encarna” la desigualdad. Gran parte de la literatura sobre salud mental y desigualdad se ha concentrado en el problema de la desigualdad de ingreso o las disparidades de género, lo que es natural, dado que se trata del tipo de desigualdades de las cuales hablamos en el debate público. Sin embargo, hay otras dimensiones de la desigualdad que han recibido menor atención, como las desigualdades en la interacción cotidiana, es decir, las desigualdades de trato, la experiencia de ser maltratado en dignidad y derechos, o las desigualdades socio-territoriales y en el uso del tiempo. De hecho, actualmente junto al economista Fabián Duarte de la Universidad de Chile y la socióloga Macarena Orchard de ICSO UDP estamos investigando este tipo de cuestiones desde la perspectiva del sufrimiento psíquico. Pero una concepción multidimensional de la desigualdad permite también problematizar la idea misma de determinantes sociales de la salud. Los problemas de salud mental no implican simplemente un proceso patológico o biopsicosocial, sino que su experiencia se compone tanto de biografías individuales como de ideales, valores y relatos colectivos. De ahí viene otra idea que inspira mi agenda de investigación: el sufrimiento psíquico no está simplemente determinado por lo social, sino que es en sí mismo social. Esto me distancia de perspectivas en salud pública más tradicionales. Por cierto, no es fácil traducir esto en proyectos de investigación. En el mediano plazo espero desarrollar enfoques basados en métodos mixtos, combinando encuestas longitudinales con estudios etnográficos, modelos estadísticos con el uso de historias de vida. Se trata del tipo de estudios que necesitamos para seguir avanzando y comprender las intersecciones entre distintas dimensiones y niveles de la desigualdad.

Durante 2020 participó en la realización de una encuesta a jóvenes universitarios donde se abordó el modo en que se vio afectada su salud mental durante los primeros meses de la pandemia. ¿Qué insumos se pudieron generar a partir de este proyecto?

Esa encuesta es parte del Estudio Longitudinal de Salud Mental de Estudiantes Universitarios (ELSAM), un estudio que lleva adelante en Chile el Núcleo Milenio Imhay y que es parte de una iniciativa internacional más amplia, liderada por la OMS y la Universidad de Harvard. En ese estudio estamos siguiendo a dos cohortes de estudiantes desde que ingresan a la universidad hasta su egreso, lo que nos permitirá observar cómo distintas dimensiones de la vida universitaria se asocian con el bienestar o malestar psicológico de los y las estudiantes. Por un lado, este estudio permitirá contar con información valiosa para desarrollar diagnósticos más precisos sobre la salud mental de los jóvenes universitarios; por ejemplo, ya contamos con información respecto a cómo el bienestar de los estudiantes se ha visto afectado por las condiciones de pandemia y educación a distancia. Por otro lado, este estudio busca desarrollar y evaluar intervenciones promocionales y preventivas, programas que nos permitan acompañar a los estudiantes durante su carrera. Por ejemplo, hemos desarrollado una aplicación para celulares llamada “Cuida tu ánimo”, la cual tiene fines psicoeducativos, monitorea síntomas y entrega algunas herramientas básicas para cuidar la salud mental. En esta misma línea, actualmente participo en una mesa técnica de salud mental convocada por los Ministerios de Salud y de Educación, cuyo objetivo es elaborar una guía de promoción y prevención en salud mental de estudiantes de la educación superior, con un fuerte énfasis en la prevención del suicidio. Avanzar en esta línea es una demanda de los mismos estudiantes que se ha manifestado con fuerza durante los últimos años.

¿Cuáles son los principales desafíos que posee la academia en torno a la investigación de estos temas?

La investigación en salud mental es desafiante en varios sentidos. En primer lugar, se trata de problemas que son por su naturaleza misma hipercomplejos, en el sentido de que participan simultáneamente diversos factores y distintos niveles: biológicos, psicológicos, familiares, macrosociales, etc. Supone además una serie de consideraciones éticas. Por ejemplo, una de mis líneas de investigación aborda las autolesiones y el riesgo suicida en adolescentes y jóvenes, un grupo particularmente vulnerable, lo que supone anticipar potenciales riesgos ante los cuales hay que dar respuesta durante el proceso de investigación. Creo que durante los últimos años hemos avanzado bastante en el desarrollo de investigación interdisciplinaria, pero aún queda mucho por avanzar en términos transdisciplinarios. La transdisciplina, considerada de manera seria y rigurosa, es extremadamente desafiante y compleja, porque implica que personas que no son parte de la academia, como los usuarios de servicios de salud mental o las personas que podríamos denominar “expertos por experiencia”, se involucren activamente en el proceso de investigación. Creo que en Chile aún no hemos logrado hacer ese tipo de investigación de manera sistemática, más allá de las buenas intenciones que todos podamos manifestar. Por otro lado, además de cuestiones presupuestarias transversales, en esta área tenemos el mismo desafío que en todo campo de investigación: cómo traducir nuestros hallazgos en programas de mayor escala o en políticas públicas. Creo que poco a poco se han dado las condiciones políticas e institucionales para que esto sea posible, pero todavía de manera muy tímida. Confío en que en el próximo gobierno la salud mental se transformará en un tema prioritario y la política pública conversará fluidamente con la academia.

¿Cómo proyecta sus siguientes investigaciones? ¿Está trabajando en algún otro proyecto actualmente?

Actualmente estoy trabajando en varios frentes. En términos de investigación teórica, junto a mi colega Gabriel Abarca estamos terminando de editar un libro en el que participan investigadores de distintas partes del mundo y que aborda a las neurociencias desde una perspectiva histórica, epistemológica y socioantropológica. El libro contribuirá a la discusión crítica en torno a la visión neurocéntrica de la subjetividad y la vida social, por ejemplo, respecto a cómo se hizo pensable la idea de que los humanos somos esencialmente nuestros cerebros. Este libro saldrá publicado en 2022 por Ediciones UDP. Por otro lado, estoy liderando un proyecto FONDECYT cuyo objetivo es desarrollar y evaluar un programa de prevención del riesgo suicida en estudiantes universitarios mediante el uso de tecnología digital. Respecto a las dimensiones socioculturales de la salud mental, a partir de datos del Estudio Longitudinal Social de Chile (ELSOC) de COES, estamos tratando de evaluar el impacto del estallido social y del aumento de la conflictividad social en Chile sobre la salud mental de la población. Finalmente, en mi horizonte hay una pregunta que espero podamos responder durante los próximos años: ¿qué factores permiten entender la alta prevalencia de depresión entre las mujeres chilenas? ¿Y qué podemos hacer para cambiar esta situación?

Fuente: Facultad de Psicología UDP

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Abrumados, cansados y aburridos: así se sienten los jóvenes en Chile durante la pandemia

Un estudio científico en Chile estableció que los jóvenes (de 18 a 29 años) sienten más responsabilidad, fatiga, preocupación y aburrimiento en la pandemia en comparación a grupos de mayor edad. Las causas son diversas: El encierro impacta en la vida social de los más jóvenes, ya que cerraron sus lugares y formas de socialización. También, realizar y completar sus estudios de forma telemática -indican los expertos- puede ser estresante y muchos carecen de acceso a Internet o computador para educarse. 

El estudio, realizado por el Núcleo Milenio Imhay fue destacado por el portal de Dinamarca Danish Development Research Network: DDRN

“Además de la pérdida de vínculos entre pares, el aislamiento social hizo que los niños y jóvenes perdieran otras figuras de apoyo como la directora, la maestra, la psicóloga, las trabajadoras sociales”, explica el académico de la UAndes e investigador Imhay, Dr. Gaete

La niñez y adolescencia está plagada de imágenes cálidas y llenas de risas: Estar en la puerta del colegio por la mañana, darle un beso a tu mamá y correr feliz hacia el encuentro con tus amigos. La intimidad y proximidad de las amistades adolescentes que se forjan en los recreos, compartir un banco en la sala de clase con tu mejor amigo o disfrutar tocando la guitarra con tus compañeros de universidad o simplemente estar contentos compartiendo una cerveza. 

Todas esas formas de vincularse naturales y propias del desarrollo de los niños, jóvenes y adolescentes quedaron suspendidas por al menos un año y medio debido a la pandemia provocada por el COVID-19 que tuvo como  consecuencia la suspensión de clases y encuentros presenciales. 

De un día para otro, los niños y jóvenes del todo el mundo quedaron desprovistos de conocer y experimentar el mundo viéndose forzados a vincularse y forjar su identidad de manera online.

En el caso de los niños y jóvenes de Chile  -como todos aquellos que provienen de países en vías de desarrollo- no sólo han tenido que adaptarse a las clases virtuales, sino que también con todos los factores adversos que la pandemia ha profundizado: problemas económicos, mala conectividad, nuevas dinámicas familiares y un largo etcétera que sin duda ha afectado como nunca antes su salud mental.

En Chile, existen pocos estudios que revelen a través de datos el estado de la salud mental de niños, adolescentes y jóvenes. Así lo establece Jorge Navarrete, psiquiatra, académico de la Universidad de Los Andes e Investigador Principal del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay). “Antes de la pandemia, se podría afirmar, que cerca de un 20 a un 25% de la población infanto juvenil tenía alguna patología psiquiátrica. Lo cual ya en esa época hablaba de niveles bastantes altos comparados a otros países”, indica. 

En este contexto, un estudio realizado en 2020 a estudiantes de primer año de nuestra Universidad por Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay), entregó luces sobre el estado de la salud mental de los jóvenes chilenos. La investigación muestra que tres de cada cuatro encuestados reconoce que su estado de ánimo «era peor o mucho peor en comparación al contexto pre pandemia». 

La investigación, aplicada a 2411 alumnos y alumnas de primer año de la Universidad de Chile, señala que el 77,7% de los y las estudiantes percibió que su estado de ánimo era peor o mucho peor en comparación a su vida antes de la pandemia, «siendo las mujeres las que reportaron peor estado de ánimo y mayor severidad en los síntomas».

Pero no sólo eso: un 47,1% de los y las estudiantes encuestados reportó una disminución de ingresos en su grupo familiar, un 16,9% señaló que uno de los integrantes de su núcleo perdió su trabajo, el 15,7% tuvo un miembro de su grupo familiar que contrajo el virus, y un 1,9% declaró haber sido diagnosticado por COVID-19.

Internet y las redes sociales no son suficiente

La investigadora de Imhay, Scarlett Mac-Ginty afirma que la necesidad de una mayor independencia e identidad de los jóvenes se descuidó durante la pandemia. “La socialización y la convivencia con los compañeros es clave durante este proceso biológico y psicológico de desarrollo”, explica.

Las y los jóvenes estudiantes coinciden en que la virtualidad y la pérdida de la sociabilización son parte de los factores «más importantes» a la hora de pensar en su salud mental y el impacto de la pandemia en su estado de ánimo.

Manuel (24) es fotógrafo profesional, vive en Santiago Centro junto a su familia y le ha costado encontrar trabajo. Durante el 2020 se contagió de COVID-19 debido a que su hermana trabajaba en un supermercado. Además de que toda su familia estuviera contagiada, Manuel  padeció por largo tiempo de síntomas luego de padecer la enfermedad. A lo que  se sumó los efectos en su salud mental debido al encierro y el confinamiento: “Soy fotógrafo y estoy acostumbrado a moverme por lo que el confinamiento fue muy duro. Perdí varios trabajos. No he podido encontrar un trabajo estable. Durante la cuarentena quería hacer cosas, salir a despejarme y no podía. Me afectó. Perdí la posibilidad de coordinar actividades artísticas en la Junta de Vecinos en la que participo y me ha costado recuperarme”, dice.  

«La juventud es una etapa de la vida donde la socialización es clave y también la construcción de identidad. Sobre todo lo que es el tránsito en lo que es el colegio y la universidad donde hay una necesidad de mayor independencia e identidad. La socialización es clave durante este proceso biológico y psicológico del desarrollo», explica Scarlett Mac-Ginty, candidata a doctora en el Servicio de Salud e Investigación Poblacional del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King’s College de Londres e investigadora joven de Imhay. 

«El mayor uso de tecnología no es suficiente para compensar esa falta de socialización. Por ejemplo, los universitarios de primer año de la encuesta llevan año y medio sin conocer a sus compañeros. Recuerdo que un joven contó que tuvo un sueño con sus compañeros de universidad quienes estaban representados como un cuadrito de Zoom», agrega.

“Además de la pérdida de vínculos entre pares, el aislamiento social produjo que los niños y jóvenes perdieran otras figuras de apoyo como el profesor jefe, el profesor, el  psicólogo, los asistentes sociales”, explica Navarrete.

Este es el caso de Nicolás (27) quien a los tres meses de la pandemia comenzó a vivir solo pues sus padres se mudaron de ciudad. “Los primeros ocho meses de la pandemia fueron de terminar la universidad. Fue conectarme a las clases en la mañana, preparar mi día, ordenar un poco. Esos fueron mis días. Mis papás se mudaron hace 3 o 4 meses una vez comenzada la pandemia y quedé viviendo solo. En este tiempo sentía que igual hacía poco, no tenía la costumbre de salir a caminar, era vivir en la casa, estudiando y comprando cosas específicas. Uno extraña a la gente que quiere”, relata. 

Según el estudio de Imhay, un 47% de estudiantes reconoció dificultades para acceder y seguir las clases en modalidad online, y un «82,5% reportó haber sufrido problemas de concentración en los estudios y actividades cotidianas».

«Mi vida universitaria fue muy fome. Durante el 2020 cursé el último año de la carrera universitaria y algunos cursos salieron muy malos, otros se lograron sacar a flote.  Pero también perdí muchas salidas a terrenos que es información que no vas a aprender si no se pone en práctica. Como fue mi último año de Universidad siento que no terminé, que me faltó el último año presencial para poder cerrar el ciclo”, sostiene Camila (24), egresada  de Ingeniería en Recursos Naturales Renovables quien está en proceso de titularse.

Y agrega: «Me fue muy difícil adaptar mi espacio de descanso que era mi pieza y mi casa a uno de estudio que era la Universidad. Además, extrañaba los tiempos de distensión. La Universidad era un espacio para ir a aprender pero también de conversar con mis amigos y discutir lo que estábamos aprendiendo».

Mac-Ginty explica: «Los estudios y el rendimiento académico se vio afectado en los estudiates porque no tienen un espacio adecuado, porque no tienen una buena conexión a internet, porque no tienen un buen equipo o computador, o sencillamente por la metodología de las clases, y son estos los que presentan mayor sintomatología depresiva y ansiosa. También los estudiantes que auto reportan tener problemas de concentración. Y estamos hablando de concentración en las tareas cotidianas y en los estudios en general».

Camila comenzó el 2020 con una depresión diagnosticada: «Yo partí con una depresión en la pandemia  y sí afectó mi rendimiento. Necesitaba relacionarme con mis pares”, relata. Y añade que el periodo de cuarentena lo utilizó  para afianzar su relación con mi familia pero me faltaba ver a mis amigos día a día».

La pandemia también hizo que se redujeran drásticamente las atenciones sicológica y psiquiátricas en jóvenes  producto de las restricciones sanitarias. “Primero hubo una reducción gigantesca y luego un ajuste para poder proveer estos servicios de forma telemática lo cual se fue logrando a fines del año pasado”, explica Navarrete.

Sin embargo, para las atenciones de salud mental ocurre lo mismo que las clases online.  “En mi experiencia como doctor, los adolescentes se distraen muy fácilmente, no prestan mucha atención y tampoco tienen un lugar propicio para poder hablar con confianza pues existen pocos espacios privados. Lo que implicó que mucha gente se resistiera a ese tipo de atenciones y prefieran esperar a que se abrieran las atenciones normales”, relata el académico de la Universidad de los Andes.

La espera de niños, jóvenes y adolescentes por tener una consulta de salud mental “adecuada”, muchas veces contrae un enorme riesgo. “Tengo la sensación, por mi experiencia atendiendo pacientes en el turno del hospital, la reducción de atenciones produjo un retraso muy importante para la oportunidad para el trabajo con las adolescentes – que es a lo que me dedico-. Creo que la población adulta también vivió lo mismo».

Otra problemática respecto a la salud mental de niños, jóvenes y adolescentes en Chile tiene que ver con el acceso a consultas y tratamiento. “Los chicos que tienen patologías, no acceden a atención psicológica o psiquiátrica en forma oportuna y adecuada. Esto porque no tenemos un sistema que apoye una conexión entre los servicios psicológicos escolares y el sistema de salud pública”, explica Navarrete.  

“En nuestro país, sólo un 18% de las personas que tienen alguna patología psiquiátrica son atendidas y reciben algún tipo de tratamiento”, afirma.  “Esa brecha obviamente aumenta en la medida en que se reducen los ingresos de la familia o los niveles de vulnerabilidad en el fondo psicosocial. Mientras menos recursos, probablemente esa brecha es mucho más alta”, agrega. 

Cuidar la salud mental

Con todo, la salud mental de las personas durante la pandemia, se deterioró a nivel mundial. “En países desarrollados el 80 por ciento de la atención en salud mental comienza en las escuelas. Cerrar las escuelas en el mundo explica en gran parte el  aumento y la prevalencia de problemas psiquiátricos en la población en general por falta de acceso. En adolescentes, en particular, pre pandemia estamos hablando de niveles de depresión entre el 8 y el 11 por ciento dependiendo del lugar del estudio epidemiológico. Estudios recientes muestran que esos niveles se doblaron y se alcanzó un 22 por ciento. Es decir claramente hay un efecto de profundización de estos fenómenos debido a la pandemia”, explica Navarrete.

Y profundiza: «En la medida en que los colegios no implementen otra vez sus servicios de salud mental que estaban disponibles antes de la pandemia vamos a seguir teniendo problemas» .

En este contexto, cabe preguntarse ¿Por qué la salud mental es importante a nivel general? Según el Doctor Navarrete, de todos los trastornos psiquiátricos que vemos diagnosticados como adultos, el 75% por ciento de ellos parte antes de los 18 años y el 50% de ellos partió antes de los 14 años. “Es decir la patología de salud mental que padecen los adultos ya está presente en la población infanto juvenil, antes de los 18 años incluso antes de los 14”. 

“Si podemos generar desde el punto de vista de políticas públicas intervenciones de prevención temprana en salud mental vamos a tener un impacto tremendo en la salud de la población en general. En muchos países, especialmente en América Latina, la cancha no es pareja desde el nacimiento y eso implica una necesidad urgente de invertir en una política pública de cuidado de la salud mental en edades tempranas y que se mantengan en el tiempo”, finaliza. 

Fuente: Marta Apablaza, corresponsal de Danish Development Research Network: DDRN

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Investigadora Imhay y académica UACh es elegida como una de las 100 Mujeres Líderes de 2021

En su vigésima versión, este galardón, otorgado por Mujeres Empresarias y El Mercurio, el jurado estuvo compuesto mayoritariamente por mujeres, quienes seleccionaron a las 100 ganadoras de entre casi cinco mil postulaciones recibidas en las categorías Empresarias; Profesionales, académicas e investigadoras; Ejecutivas; Servicio público; y Servicio social.

“Me alegro de que mi trabajo académico -que he desarrollado siempre desde la Universidad Austral de Chile y, por tanto, desde regiones- pueda haber llegado a personas del resto del país», señaló la académica de la UACh e investigadora Imhay

“Me alegro de que mi trabajo académico -que he desarrollado siempre desde la Universidad Austral de Chile y, por tanto, desde regiones- pueda haber llegado a personas del resto del país”, sostuvo la académica de la Facultad De Ciencias Jurídicas  y Sociales de la Universidad Austral de Chile e investigadora principal de Imhay.

“Este reconocimiento me tomó por sorpresa. No sabía que estaba nominada y, mucho menos, que personas me honrarían con su votación”, comentó la Dra. Yanira Zúñiga Añazco, Profesora Titular del Instituto de Derecho Público de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Austral de Chile, quien fue destacada en la lista de las 100 Mujeres Líderes 2021, galardón otorgado por Mujeres Empresarias y El Mercurio.

La académica agradeció la gentileza de quienes votaron por ella, en especial -dijo- por considerar que su trabajo es valioso y todavía más por suponer que ejerce algún tipo de liderazgo; aunque, precisó, le cuesta visualizarse desde esa perspectiva.

“Me alegro de que mi trabajo académico -que he desarrollado siempre desde la Universidad Austral de Chile y, por tanto, desde regiones- pueda haber llegado a personas del resto del país. Soy consciente que eso es, por sí solo, un privilegio y una responsabilidad. Estoy convencida que si las universidades pueden reclamar un legítimo derecho a ocupar un lugar especial en la vida democrática no es porque realicen predominantemente la formación profesional, ni siquiera porque aporten al progreso científico o tecnológico, a través de sus investigaciones (ambas dos cuestiones muy importantes, desde luego), sino porque sus comunidades académicas han demostrado una vocación para enjuiciar la vida social y para ofrecer horizontes de cambio. Siempre he pensado que crear y transmitir conocimiento en el ámbito jurídico, en particular, requiere transcender las revistas académicas y los foros de expertos. El derecho es -como recuerda Bourdieu- un saber mundano; es decir, un saber teórico que está imbricado con la práctica porque se nutre y quiere proyectarse sobre ella. De manera que este reconocimiento me alegra particularmente por esa dimensión, porque implica que el rumbo que he elegido hasta ahora ha sido el correcto”, puntualizó la Dra. Zúñiga.

100 Mujeres Líderes

En su vigésima versión, jurados mayoritariamente femeninos seleccionaron a las 100 ganadoras de entre casi cinco mil postulaciones recibidas en las categorías Empresarias; Profesionales, académicas e investigadoras; Ejecutivas; Servicio público; y Servicio social.

Casi cinco mil postulaciones de la ciudadanía recibió el premio 100 Mujeres Líderes 2021, una iniciativa organizada en conjunto por Mujeres Empresarias y El Mercurio, y que en esta ocasión está cumpliendo dos décadas de existencia. El galardón nació hace veinte años con el objetivo de visibilizar y promover el talento y liderazgo femenino en Chile, convirtiéndose en una iniciativa pionera en este ámbito.

Se buscó que las 100 ganadoras hayan destacado este año buscado soluciones a problemáticas relevantes para el país y que además las hayan transformado en oportunidades para ellas y sus pares. El resultado es una selección que incluye a personas del mundo de las artes, la ciencia, el deporte, las políticas públicas, la academia, la sociedad civil, las entidades gubernamentales, las empresas, los emprendimientos, la educación y la salud, por nombrar solo algunos campos.

Fuente: Viviana Cárdenas M., Facultad De Ciencias Jurídicas  y Sociales, UACh.

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Adicción al celular: cuando el teléfono es un artefacto que nos hace perder la libertad

En términos médicos, la adicción al celular no es todavía una categoría diagnosticada. Sin embargo, los expertos advierten que la dependencia y falta de control que afectan a algunos usuarios de teléfonos móviles es similar a la que sufren los adictos a sustancias o al juego. ¿Cómo saber cuándo estamos sufriendo un uso problemático de esta herramienta? ¿Qué medidas debemos tomar y cuándo pedir ayuda? Son algunas de las dudas que responden los académicos de nuestro plantel Carlos Ibáñez y Nicolás Libuy.

El investigador de Imhay, Dr. Nicolás Libuy, advirtió que el uso problemático de estas tecnologías también puede aparecer como una comorbilidad asociada a otros problemas de salud mental y no solo como una adicción por sí misma.

Pasar más tiempo de lo habitual y planificado usando el teléfono celular, estar permanentemente preocupados y atentos a los aparatos, sentirse ansiosos o angustiados cuando no se tiene acceso a ellos y sentir alivio cuando se los vuelven a tener, son parte de las vivencias que caracterizan un uso problemático de este tipo de tecnologías. 

«También es preocupante cuando se empieza a postergar otro tipo de actividades o el uso del celular empieza a interferir con la vida habitual, con las relaciones interpersonales. Hay personas que pueden afectar significativamente sus relaciones familiares, faltan a algunas responsabilidades o incluso pueden tener algunos problemas de salud física relacionados con molestias como dolor de cabeza, tendinitis o problemas de sueño», afirmó Nicolás Libuy, psiquiatra, académico de la Facultad de Medicina e investigador del Núcleo Milenio Imhay.

Al igual que las compras compulsivas, la adicción a Internet y a las tecnologías son conductas adictivas, pese a que todavía no logran generar un consenso suficiente que las convierta en una categoría diagnóstica independiente que las defina como adicciones en sí mismas. «Esto es más una cosa de tiempo que de confiabilidad del trastorno», afirmó Carlos Ibáñez, psiquiatra experto en adicciones del Hospital Clínico de la U. de Chile y académico de la Facultad de Medicina, quien advirtió que «en la adicción al celular, hay muchos criterios que son completamente equivalentes a los de una adicción a las sustancias». 

¿Nomofobia?

A tanto llegan las similitudes, que hoy ya se acuña el concepto de «nomofobia», para describir el terror que viven algunos usuarios al estar sin su teléfono móvil. Este síntoma sería similar al síndrome de abstinencia o privación que se produce en los adictos a sustancias, que experimentan un malestar físico y psicológico cuando suspenden el consumo. «Hoy podemos ver que hay personas que llegan a sufrir un malestar bien intenso cuando de repente se le pierde el celular, se le echa a perder o se quedan sin acceso a éste», explicó el doctor Ibáñez.

Dicho lo anterior, los expertos advierten que el uso problemático de estas tecnologías también puede aparecer como una comorbilidad asociada a otros problemas de salud mental y no solo como una adicción por sí misma. «Si hay personas que están con problemas anímicos, ansiosos, trastornos de personalidad, trastornos psicóticos o incluso trastornos del desarrollo en jóvenes o en adolescentes, eso se puede expresar precisamente usando problemáticamente el teléfono celular, internet u otras tecnologías», explicó el Dr. Libuy.

Cómo saber cuando mi uso del celular es problemático

Dado que el celular es una herramienta ampliamente utilizada, no es tan fácil identificar cuando una persona que ocupa el teléfono está con una pérdida de control. «Lo que nos permite diferenciar estas conductas son lo disfuncional que son para la persona y su contexto», detalló el Dr. Carlos Ibáñez. Por ejemplo, si a propósito de la cantidad de tiempo que la persona está en el celular tiene problemas para relacionarse con sus pares, funcionar en su estudio o trabajo, se aleja de su familia y su entorno, o tiene consecuencias físicas por el excesivo uso del celular, posiblemente estamos frente a un problema. 

«Que un familiar o un cercano te advierta que estás usando mucho el celular, ya es suficiente como para alertarse, y decir ‘ok voy a hacer un cambio’. Si la persona es capaz de hacer un cambio por su cuenta, poniéndose límites respecto al uso del teléfono movil, la mayoría de las veces eso es suficiente», agregó el especialista de la Clínica Psiquiátrica del HCUCH. 

En esta misma línea, el Dr. Libuy refirió junto con ponerse límites también es importante intentar reemplazar el tiempo que se deja de usar el celular por otras actividades que estén libres de esta tecnología. «Si no reemplazo estas conductas me va a ser más difícil poner límites. Si veo que no da resultado ahí es recomendable buscar ayuda con algún profesional de la salud mental para evaluarlo, y ver si hay otros trastornos que deben ser abordados o se está desarrollando una adicción que hay que manejar», advirtió el investigador del Núcleo Milenio Imhay.

Quiénes son más susceptibles a esta adicción

Un punto que relevan los especialistas en adicciones es que no todas las conductas a través del teléfono o internet son potencialmente adictivas, y no todas las personas que se vinculan a estos aparatos son susceptibles de desarrollar una adicción. Sí está bastante claro, que efectivamente los videos juegos, los juegos por apuesta y algunas redes sociales, van generando sistemas de incentivo y recompensa que tienen mayor potencial adictivo en sus usuarios.

«Hay personas que pueden tener mayor susceptibilidad a desarrollar adicciones con estas tecnologías, entre ellos las personas que sufren adicciones a sustancias o de otro tipo y también quienes tienen otros trastornos mentales, ya sean del ánimo, de ansiedad, problemas de control de impulso, o trastornos de personalidad», apuntó el Dr. Libuy.

En términos etários, si bien una adicción a la tecnología puede desarrollarse en cualquier momento de la vida, existe una mayor preocupación con el grupo de adolescentes y niños, dado que su cerebro se está desarrollando y todavía no está madura la región prefrontal que tiene q ver con la inhibición de la conducta y con la toma de decisiones. «Eso hace que estos grupos de menor edad sean más susceptibles al desarrollo de adicciones, tanto cuando se inicia precozmente el consumo de sustancia pero también con el tema de las tecnología», concluyó el académico de nuestro plantel.

Fuente: Francisca Siebert, Prensa UChile.

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Entrevista: Salud mental de jóvenes

En una nueva edición del programa «Con Ojo Clínico» de UChile TV, la investigador de Imhay y del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King’s College de Londres, Scarlett Mac-Ginty, conversó sobre los principales problemas de salud mental que presentan los/as jóvenes universitarios.

Revisa la entrevista a nuestra investigadora desde el min: 29:36.

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Columna de opinión: Suicidio y medios de comunicación

«Algunos medios continúan utilizando un lenguaje sensacionalista para describir un supuesto “aumento del suicidio en Chile”, a pesar de que los datos oficiales indican que las tasas de suicidio se han estabilizado durante los últimos años. Esta forma de narración tiende a estructurar la información según un estilo de pensamiento dicotómico cargado de emotividad, reduciendo así la complejidad del problema». Escriben Álvaro Jiménez y Vania Martínez, investigadores del Núcleo Milenio Imhay.

Durante los últimos años hemos observado un creciente interés de los medios de comunicación por cubrir el impacto individual y social que representa el suicidio. Conversar sobre este tema en el espacio público es una tarea necesaria. Sin embargo, su cobertura mediática no siempre se realiza de manera adecuada.

A propósito de un reciente reportaje publicado por un medio de circulación nacional y que entrega testimonios de trabajadores que han presenciado suicidios el mall Costanera Center, es importante señalar que distintos estudios describen una asociación entre un estilo de cobertura sensacionalista y el riesgo de aumento del comportamiento suicida en la comunidad (fenómeno conocido como “efecto Werther”). Estas potenciales conductas imitativas afectan principalmente a personas vulnerables, como aquellas que sufren depresión o presentan conductas autolesivas. Sin embargo, el riesgo no depende sólo de estas características individuales, sino también del contenido y estructura de la información publicada por los medios.

Como parte del Plan Nacional de Prevención del Suicidio, el Minsal diseñó un programa de trabajo con los medios de comunicación. Éste incluye: capacitación a periodistas y editores, recomendaciones comunicacionales para difundir información sobre suicidio, minutas con información de utilidad para la prevención, y un sistema de monitoreo de los contenidos que se difunden en la prensa.

A pesar de estos esfuerzos, en la cobertura mediática del suicidio persisten elementos potencialmente nocivos: identificación de la persona suicida y descripción de su personalidad, detalles del método suicida utilizado, reporte del lugar del evento y establecimiento de causalidades únicas del suicidio. Algunos medios continúan utilizando un lenguaje sensacionalista para describir un supuesto “aumento del suicidio en Chile”, a pesar de que los datos oficiales indican que las tasas de suicidio se han estabilizado durante los últimos años. Esta forma de narración tiende a estructurar la información según un estilo de pensamiento dicotómico cargado de emotividad, reduciendo así la complejidad del problema.

Todo ello no significa que los medios de comunicación no puedan jugar un rol activo en los esfuerzos de prevención del suicidio. Al contrario, dado el alcance que logra la prensa a través de sus plataformas, una correcta cobertura del fenómeno, sin duda, puede contribuir a su prevención (fenómeno conocido como “efecto Papageno”). Por ejemplo, los medios pueden aportar en la alfabetización de la población en temas relacionados a la salud mental -desacreditando mitos- y reduciendo el estigma asociado a los trastornos mentales, considerado una de las principales barreras para la búsqueda de ayuda. Asimismo, los medios pueden reforzar el mensaje de que se trata de una causa de muerte prevenible, entregando información sobre los servicios de apoyo disponibles (Fono Salud Responde: 6003607777).

La prevención del suicidio es tarea de todos y esto incluye a los medios de comunicación.

Escriben:
– Álvaro Jiménez Molina, psicólogo, doctor en sociología, académico de la Facultad de Psicología de la U. Diego Portales e investigador del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay).
– Vania Martínez Nahuel, psiquiatra infantil y del adolescente, académica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y Directora del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay)

Columna publicada originalmente en The Clinic 

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Ve la presentación de nuestra investigadora Scarlett Mac-Ginty sobre intervenciones digitales para la salud mental estudiantil

En el marco del lanzamiento de la Red de Salud Digital de las Universidades Estatales, la investigadora de Imhay y  estudiante de doctorado de King’s College of London, Scarlett Mac-Ginty. compartió algunas reflexiones y aprendizajes que han tenido en estudios y análisis en torno a la salud de los y las jóvenes.

“Sabemos que alrededor de un tercio de los jóvenes ya tienen un antecedente de salud mental al ingresar a la universidad, donde el inicio se da más o menos a los 16 años. También sabemos que esta población, los estudiantes universitarios, tienen una mayor prevalencia de presentar estos problemas que la población en general, incluso la población de su misma edad que no asiste a la universidad”, precisó durante su intervención.

Ve su presentación en el siguiente link: 

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Imhay participa en el lanzamiento de la Red de Salud Digital de las Universidades Estatales

Doce planteles de Arica a Magallanes son parte de la instancia liderada por la Universidad de Chile, un proyecto que busca contribuir a la transformación digital del sistema universitario y sanitario chileno. Impulsada con fondos del Ministerio de Educación, la iniciativa «es un hito no solo relevante para las universidades, sino que relevante para el país», enfatizó el Rector (s) de la Casa de Bello, Alejandro Jofré, quien en su calidad de Prorrector coordina esta red.

Dentro de la actividad la investigadora de Imhay, Scarlett Mac-Ginty, expuso sobre los desafíos de las intervenciones digitales para la salud mental estudiantil.

“El objetivo general que hemos formulado es desarrollar esta red con una gobernanza orientada a fortalecer e instalar competencias, capacidades y acciones para casos de usos en el abordaje de los desafíos en salud digital, vinculándonos con instituciones públicas y privadas”, señaló en el lanzamiento de la Red de Salud Digital de las Universidades Estatales (RSDUE), Steffen Härtel, director del Centro de Informática Medica y Telemedicina de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, presidente del Comité Académico CENS y coordinador alterno del proyecto.

La actividad, realizada de manera telemática, contó con la participación del Rector (s) Alejandro Jofré, que en su calidad de Prorrector coordina la RSDUE; de la investigadora del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes, Imhay, y estudiante del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencias del King’s College of London, Scarlett Mac-Ginty; además de diversas autoridades de los planteles estatales que son parte de la iniciativa.

En la Red de Salud Digital participan doce universidades estatales desde Arica a Magallanes, cuatro instituciones externas y será liderada por la Universidad de Chile. Dentro de sus principales ejes está la promoción de la salud mental en los y las estudiantes, la formación de capital humano avanzado y también lograr avances para la interoperabilidad de datos.

La instancia impulsará diversas acciones de carácter colaborativo por los próximos tres años y se enfocará en las carreras de salud e ingeniería. Alejandro Jofré, junto con agradecer la participación y el esfuerzo de cada una de las instituciones que son parte de esta red, señaló que “se han adherido a este desafío que consiste en formar una red de salud digital en condiciones bien especiales porque todavía seguimos en pandemia. Sin embargo, esta idea y esta necesidad de armar una red de salud digital va mucho más allá de este momento que estamos viviendo”.

Además, precisó que para él “la salud digital es el futuro de la salud, lo diré así porque hoy día nos pone a la frontera de la tecnología (…) Es un desafío con impacto social y el hecho de que estén involucradas la gran mayoría de las universidades estatales hace que el impacto regional esté de alguna forma garantizado”. Por lo mismo, sostuvo que la red “va a jugar un rol primordial en los próximos años”.

Por su parte, Steffen Härtel afirmó que “nos pusimos en nuestro norte la salud mental, específicamente la de nuestros estudiantes, que es algo que observamos en nuestra realidad cotidiana. Y sentimos que estamos en deuda de abordar estas necesidades, con más concentración, acción y cariño también”.

“Un tercio de los jóvenes presentan algún problema de salud mental”

Además de agradecer la posibilidad de compartir este espacio, la estudiante de doctorado de King’s College of London e investigadora de Imhay, Scarlett Mac-Ginty, compartió algunas reflexiones y aprendizajes que han tenido en estudios y análisis en torno a la salud de los y las jóvenes. “Sabemos que alrededor de un tercio de los jóvenes ya tienen un antecedente de salud mental al ingresar a la universidad, donde el inicio se da más o menos a los 16 años. También sabemos que esta población, los estudiantes universitarios, tienen una mayor prevalencia de presentar estos problemas que la población en general, incluso la población de su misma edad que no asiste a la universidad”, precisó durante su intervención.

Asimismo, la también académica de la Facultad de Odontología de la U. de Chile, dijo que “si bien la educación es un factor protector de la salud mental en esta etapa, estos estudiantes están con un mayor riesgo de presentar estos problemas. Esto también nos preocupa porque ha existido un aumento sostenido de la matrícula y no solo un aumento de la matrícula de la educación superior, sino que también una diversificación, y acá nos referimos a que cada vez tenemos estudiantes de primera generación que sus familias no asistieron a la educación terciaria y están asistiendo a la universidad y esto representa en Chile más del 60 por ciento de todo el estudiando de la educación superior”.

En esta línea, abordó cuáles son los problemas más relevantes que aquejan a la población joven. “Es la depresión, la ansiedad, y el consumo problemático de alcohol y drogas, y estos problemas no están distribuidos de la misma manera en toda la población, sino que tenemos ciertos grupos de riesgo, por ejemplo las mujeres, los estudiantes de primera generación, los estudiantes que se identifican con la comunidad LGDTB. Todo esto está afectando el rendimiento académico y tendrán una mayor probabilidad de deserción”. Por esta razón, valoró la iniciativa asegurando que es necesario abordar de manera coordinada estos temas.

Al cierre del lanzamiento, se desarrolló un panel de Salud Digital moderado por la Dra. Viviana Guajardo, en representación de la U. de Chile, acompañada de Francisco Rauld (ITMS/ATRYS), Álvaro Riquelme (Allm Inc) y la Dra. Mónica Cardona académica de la U. del Biobío.

Fuente: Maritza Tapia, periodista Prensa U. de Chile.