Un estudio científico en Chile estableció que los jóvenes (de 18 a 29 años) sienten más responsabilidad, fatiga, preocupación y aburrimiento en la pandemia en comparación a grupos de mayor edad. Las causas son diversas: El encierro impacta en la vida social de los más jóvenes, ya que cerraron sus lugares y formas de socialización. También, realizar y completar sus estudios de forma telemática -indican los expertos- puede ser estresante y muchos carecen de acceso a Internet o computador para educarse.
El estudio, realizado por el Núcleo Milenio Imhay fue destacado por el portal de Dinamarca Danish Development Research Network: DDRN
“Además de la pérdida de vínculos entre pares, el aislamiento social hizo que los niños y jóvenes perdieran otras figuras de apoyo como la directora, la maestra, la psicóloga, las trabajadoras sociales”, explica el académico de la UAndes e investigador Imhay, Dr. Gaete
La niñez y adolescencia está plagada de imágenes cálidas y llenas de risas: Estar en la puerta del colegio por la mañana, darle un beso a tu mamá y correr feliz hacia el encuentro con tus amigos. La intimidad y proximidad de las amistades adolescentes que se forjan en los recreos, compartir un banco en la sala de clase con tu mejor amigo o disfrutar tocando la guitarra con tus compañeros de universidad o simplemente estar contentos compartiendo una cerveza.
Todas esas formas de vincularse naturales y propias del desarrollo de los niños, jóvenes y adolescentes quedaron suspendidas por al menos un año y medio debido a la pandemia provocada por el COVID-19 que tuvo como consecuencia la suspensión de clases y encuentros presenciales.
De un día para otro, los niños y jóvenes del todo el mundo quedaron desprovistos de conocer y experimentar el mundo viéndose forzados a vincularse y forjar su identidad de manera online.
En el caso de los niños y jóvenes de Chile -como todos aquellos que provienen de países en vías de desarrollo- no sólo han tenido que adaptarse a las clases virtuales, sino que también con todos los factores adversos que la pandemia ha profundizado: problemas económicos, mala conectividad, nuevas dinámicas familiares y un largo etcétera que sin duda ha afectado como nunca antes su salud mental.
En Chile, existen pocos estudios que revelen a través de datos el estado de la salud mental de niños, adolescentes y jóvenes. Así lo establece Jorge Navarrete, psiquiatra, académico de la Universidad de Los Andes e Investigador Principal del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay). “Antes de la pandemia, se podría afirmar, que cerca de un 20 a un 25% de la población infanto juvenil tenía alguna patología psiquiátrica. Lo cual ya en esa época hablaba de niveles bastantes altos comparados a otros países”, indica.
En este contexto, un estudio realizado en 2020 a estudiantes de primer año de nuestra Universidad por Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay), entregó luces sobre el estado de la salud mental de los jóvenes chilenos. La investigación muestra que tres de cada cuatro encuestados reconoce que su estado de ánimo «era peor o mucho peor en comparación al contexto pre pandemia».
La investigación, aplicada a 2411 alumnos y alumnas de primer año de la Universidad de Chile, señala que el 77,7% de los y las estudiantes percibió que su estado de ánimo era peor o mucho peor en comparación a su vida antes de la pandemia, «siendo las mujeres las que reportaron peor estado de ánimo y mayor severidad en los síntomas».
Pero no sólo eso: un 47,1% de los y las estudiantes encuestados reportó una disminución de ingresos en su grupo familiar, un 16,9% señaló que uno de los integrantes de su núcleo perdió su trabajo, el 15,7% tuvo un miembro de su grupo familiar que contrajo el virus, y un 1,9% declaró haber sido diagnosticado por COVID-19.
La investigadora de Imhay, Scarlett Mac-Ginty afirma que la necesidad de una mayor independencia e identidad de los jóvenes se descuidó durante la pandemia. “La socialización y la convivencia con los compañeros es clave durante este proceso biológico y psicológico de desarrollo”, explica.
Las y los jóvenes estudiantes coinciden en que la virtualidad y la pérdida de la sociabilización son parte de los factores «más importantes» a la hora de pensar en su salud mental y el impacto de la pandemia en su estado de ánimo.
Manuel (24) es fotógrafo profesional, vive en Santiago Centro junto a su familia y le ha costado encontrar trabajo. Durante el 2020 se contagió de COVID-19 debido a que su hermana trabajaba en un supermercado. Además de que toda su familia estuviera contagiada, Manuel padeció por largo tiempo de síntomas luego de padecer la enfermedad. A lo que se sumó los efectos en su salud mental debido al encierro y el confinamiento: “Soy fotógrafo y estoy acostumbrado a moverme por lo que el confinamiento fue muy duro. Perdí varios trabajos. No he podido encontrar un trabajo estable. Durante la cuarentena quería hacer cosas, salir a despejarme y no podía. Me afectó. Perdí la posibilidad de coordinar actividades artísticas en la Junta de Vecinos en la que participo y me ha costado recuperarme”, dice.
«La juventud es una etapa de la vida donde la socialización es clave y también la construcción de identidad. Sobre todo lo que es el tránsito en lo que es el colegio y la universidad donde hay una necesidad de mayor independencia e identidad. La socialización es clave durante este proceso biológico y psicológico del desarrollo», explica Scarlett Mac-Ginty, candidata a doctora en el Servicio de Salud e Investigación Poblacional del Instituto de Psiquiatría, Psicología y Neurociencia del King’s College de Londres e investigadora joven de Imhay.
«El mayor uso de tecnología no es suficiente para compensar esa falta de socialización. Por ejemplo, los universitarios de primer año de la encuesta llevan año y medio sin conocer a sus compañeros. Recuerdo que un joven contó que tuvo un sueño con sus compañeros de universidad quienes estaban representados como un cuadrito de Zoom», agrega.
“Además de la pérdida de vínculos entre pares, el aislamiento social produjo que los niños y jóvenes perdieran otras figuras de apoyo como el profesor jefe, el profesor, el psicólogo, los asistentes sociales”, explica Navarrete.
Este es el caso de Nicolás (27) quien a los tres meses de la pandemia comenzó a vivir solo pues sus padres se mudaron de ciudad. “Los primeros ocho meses de la pandemia fueron de terminar la universidad. Fue conectarme a las clases en la mañana, preparar mi día, ordenar un poco. Esos fueron mis días. Mis papás se mudaron hace 3 o 4 meses una vez comenzada la pandemia y quedé viviendo solo. En este tiempo sentía que igual hacía poco, no tenía la costumbre de salir a caminar, era vivir en la casa, estudiando y comprando cosas específicas. Uno extraña a la gente que quiere”, relata.
Según el estudio de Imhay, un 47% de estudiantes reconoció dificultades para acceder y seguir las clases en modalidad online, y un «82,5% reportó haber sufrido problemas de concentración en los estudios y actividades cotidianas».
«Mi vida universitaria fue muy fome. Durante el 2020 cursé el último año de la carrera universitaria y algunos cursos salieron muy malos, otros se lograron sacar a flote. Pero también perdí muchas salidas a terrenos que es información que no vas a aprender si no se pone en práctica. Como fue mi último año de Universidad siento que no terminé, que me faltó el último año presencial para poder cerrar el ciclo”, sostiene Camila (24), egresada de Ingeniería en Recursos Naturales Renovables quien está en proceso de titularse.
Y agrega: «Me fue muy difícil adaptar mi espacio de descanso que era mi pieza y mi casa a uno de estudio que era la Universidad. Además, extrañaba los tiempos de distensión. La Universidad era un espacio para ir a aprender pero también de conversar con mis amigos y discutir lo que estábamos aprendiendo».
Mac-Ginty explica: «Los estudios y el rendimiento académico se vio afectado en los estudiates porque no tienen un espacio adecuado, porque no tienen una buena conexión a internet, porque no tienen un buen equipo o computador, o sencillamente por la metodología de las clases, y son estos los que presentan mayor sintomatología depresiva y ansiosa. También los estudiantes que auto reportan tener problemas de concentración. Y estamos hablando de concentración en las tareas cotidianas y en los estudios en general».
Camila comenzó el 2020 con una depresión diagnosticada: «Yo partí con una depresión en la pandemia y sí afectó mi rendimiento. Necesitaba relacionarme con mis pares”, relata. Y añade que el periodo de cuarentena lo utilizó para afianzar su relación con mi familia pero me faltaba ver a mis amigos día a día».
La pandemia también hizo que se redujeran drásticamente las atenciones sicológica y psiquiátricas en jóvenes producto de las restricciones sanitarias. “Primero hubo una reducción gigantesca y luego un ajuste para poder proveer estos servicios de forma telemática lo cual se fue logrando a fines del año pasado”, explica Navarrete.
Sin embargo, para las atenciones de salud mental ocurre lo mismo que las clases online. “En mi experiencia como doctor, los adolescentes se distraen muy fácilmente, no prestan mucha atención y tampoco tienen un lugar propicio para poder hablar con confianza pues existen pocos espacios privados. Lo que implicó que mucha gente se resistiera a ese tipo de atenciones y prefieran esperar a que se abrieran las atenciones normales”, relata el académico de la Universidad de los Andes.
La espera de niños, jóvenes y adolescentes por tener una consulta de salud mental “adecuada”, muchas veces contrae un enorme riesgo. “Tengo la sensación, por mi experiencia atendiendo pacientes en el turno del hospital, la reducción de atenciones produjo un retraso muy importante para la oportunidad para el trabajo con las adolescentes – que es a lo que me dedico-. Creo que la población adulta también vivió lo mismo».
Otra problemática respecto a la salud mental de niños, jóvenes y adolescentes en Chile tiene que ver con el acceso a consultas y tratamiento. “Los chicos que tienen patologías, no acceden a atención psicológica o psiquiátrica en forma oportuna y adecuada. Esto porque no tenemos un sistema que apoye una conexión entre los servicios psicológicos escolares y el sistema de salud pública”, explica Navarrete.
“En nuestro país, sólo un 18% de las personas que tienen alguna patología psiquiátrica son atendidas y reciben algún tipo de tratamiento”, afirma. “Esa brecha obviamente aumenta en la medida en que se reducen los ingresos de la familia o los niveles de vulnerabilidad en el fondo psicosocial. Mientras menos recursos, probablemente esa brecha es mucho más alta”, agrega.
Con todo, la salud mental de las personas durante la pandemia, se deterioró a nivel mundial. “En países desarrollados el 80 por ciento de la atención en salud mental comienza en las escuelas. Cerrar las escuelas en el mundo explica en gran parte el aumento y la prevalencia de problemas psiquiátricos en la población en general por falta de acceso. En adolescentes, en particular, pre pandemia estamos hablando de niveles de depresión entre el 8 y el 11 por ciento dependiendo del lugar del estudio epidemiológico. Estudios recientes muestran que esos niveles se doblaron y se alcanzó un 22 por ciento. Es decir claramente hay un efecto de profundización de estos fenómenos debido a la pandemia”, explica Navarrete.
Y profundiza: «En la medida en que los colegios no implementen otra vez sus servicios de salud mental que estaban disponibles antes de la pandemia vamos a seguir teniendo problemas» .
En este contexto, cabe preguntarse ¿Por qué la salud mental es importante a nivel general? Según el Doctor Navarrete, de todos los trastornos psiquiátricos que vemos diagnosticados como adultos, el 75% por ciento de ellos parte antes de los 18 años y el 50% de ellos partió antes de los 14 años. “Es decir la patología de salud mental que padecen los adultos ya está presente en la población infanto juvenil, antes de los 18 años incluso antes de los 14”.
“Si podemos generar desde el punto de vista de políticas públicas intervenciones de prevención temprana en salud mental vamos a tener un impacto tremendo en la salud de la población en general. En muchos países, especialmente en América Latina, la cancha no es pareja desde el nacimiento y eso implica una necesidad urgente de invertir en una política pública de cuidado de la salud mental en edades tempranas y que se mantengan en el tiempo”, finaliza.
Fuente: Marta Apablaza, corresponsal de Danish Development Research Network: DDRN
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