A pesar de la difícil prueba que ha significado para las familias el estrés provocado por la pandemia, esta situación nos hace preguntarnos si podemos readaptar nuestros roles de padres, madres y tutores para los próximos años.
Este 2021 Maite Mariqueo se prepara para ir al colegio. Primero toma desayuno, se baña, se viste y peina para entrar a clases, y una vez sentada, al otro lado de la pantalla, aparecen sus compañeras y compañeros para empezar la clase de modulación vocal. Cada niño respetará el turno del otro apagando el micrófono para empezar las clases virtuales.
Todo esto parece normal para un adulto, pero con Maite todo es diferente porque apenas tiene cuatro años y ya debe conectarse a Zoom para ir a clases.
Ya pasaron 18 meses desde los primeros casos confirmados de coronavirus en el país y poco a poco la normalidad vuelve a los hogares, después del cierre temporal de los colegios. Aunque esto en apariencia, pues un estudio encargado por el Ministerio de Educación y el Banco Mundial reveló que en el primer año de pandemia los alumnos de menores ingresos del quintil 1 podrían perder un 95 por ciento de sus aprendizajes, mientras que aquellos de mayores recursos (quintil 5) podrían perder un 64 por ciento.
Según Gabriel Vilche, psicólogo particular del equipo “Tú clínica”, en estos casi dos años de pandemia, ha atendido casos de mujeres que han manifestado un fuerte grado de estrés por estar ejerciendo un doble rol de profesora.
Por su lado explica que “nadie pensó que tenían que preocuparse de las tareas de los hijos. Preocuparse de las conexiones de Internet para que entren a clases fue otro factor de estrés. Muchas consultas me han llegado de madres que no pueden comprender cómo sus hijos no quieren conectarse a las clases. Uno no se pone en el lugar de los niños”.
Para la mamá de Maite, Daniela Ortega, la pandemia retrasó en parte la interacción de poder jugar, compartir y desarrollar la personalidad de su hija, pues nota que a Maite le cuesta relacionarse con otros niños. “Ella habla de adentro con miedo”, ya que apenas ha retomado sus clases presenciales hace dos meses.
“En 2020 entró a una escuela de lenguaje y alcanzó a ir un mes hasta que partió la pandemia. Era su primera vez interactuando con los niños. Era importante que ella empezará a desenvolverse porque es hija única. Yo tuve que ser su profesora por así decirlo y tenía sus clases online. El año pasado tuvo que hacer todos sus trabajos por WhatsApp”, agrega a través de una videollamada.
Sin embargo, señala que desde que empezó a ir de forma presencial, Maite anda más contenta dado que demuestra más ganas para aprender.
Con respecto a la población en general, la pandemia ha desnudado que los síntomas de depresión han aumentado a causa de la mayor precariedad económica.
Según el estudio Termómetro de la Salud hecho por la Universidad Católica y la Asociación Chilena de Seguridad arrojó que 28.7 por ciento de las personas ha tenido síntomas de depresión. Al mismo tiempo, en cada hogar, hay cuidadores o padres solteros que deben lidiar con problemas económicos. No obstante, medidas como el Ingreso Familiar de Emergencia han podido ayudar a la economía de las familias.
Según Vania Martínez, quien es médica y directora del Núcleo Milenio Imhay, el diagnóstico es bastante claro, “Es mucho mayor el impacto que tiene la pandemia en la población más vulnerable porque tienen menor acceso a recursos económicos”, puntualiza. “De todo el presupuesto que tiene el Ministerio de Salud es menos del 2,5 por ciento para la salud mental. Sin embargo, nosotros sabemos que gran parte de lo que la gente se enferma son problemas de salud mental. Entonces un 2,5 por ciento es muy bajo. La Organización Mundial de la Salud recomienda un 6 por ciento”, explica Martínez.
Es decir, si no se toman medidas a tiempo para disminuir los “estresores” que causa la incertidumbre económica —como la pérdida de empleo — podría subir drásticamente los casos de suicidios pese a que se han mantenido bajos en 2020, esto podría significar una escalada en medio de los hogares que perciben menos de $500 mil. Martínez expresa que las políticas públicas pueden jugar un rol importante, puesto que “una política de deporte también puede influir en una mejor salud mental, al igual que una política cultural, etc. No tiene que ver con poner más psicólogos ni psiquiatras, sino que debemos preguntarnos cómo hacer que nuestra vida diaria sea más saludable”.
A pesar de todo lo ocurrido en estos casi dos años de pandemia, Vilche reflexiona que en estos tiempos de covid, la adversidad ha sacado lo mejor del ser humano. “Tenemos mucha segregación en este país… pero pese a este panorama, a muchas parejas y familias la pandemia los fortaleció más, hubo más calidad de vida”, afirma con mucho optimismo.
Fuente: Francisco Zúñiga, duplos.cl
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