Entrevista a Dra. Graciela Rojas: “Un tercio de los universitarios tiene síntomas depresivos”

PorImhay

Entrevista a Dra. Graciela Rojas: “Un tercio de los universitarios tiene síntomas depresivos”

Reproducimos la entrevista publicada en el diario La Segunda  donde la directora general del Hospital Clínico de la Universidad de Chile e Investigadora Asociada de Imhay, Dra. Graciela Rojas, realiza una radiografía al actual escenario de salud mental en los universitarios chilenos.

En la publicación, la investigadora de Imhay señala que los síntomas depresivos y ansiosos son los más predominantes en la población universitaria.

La primera mujer en dirigir el Hospital Clínico de la Universidad de Chile, lo escribió en una columna en enero de 2019. Allí consignaba que los problemas de salud mental de los universitarios chilenos son cada vez más frecuentes y que influyen varios factores, desde la carga académica hasta la presión por cumplir expectativas.

Semanas después, en una publicación junto a otros colegas, dio los detalles precisos que arrojan las investigaciones: que el 27% de estos jóvenes presenta sintomatología depresiva severa, que el 24% consume alcohol de manera preocupante y que el 15% tiene trastornos de alimentación.

Sentada en la gran sala de reuniones al lado de su oficina de directora, en el quinto piso del hospital, Graciela Rojas -académica, doctorada en la universidad alemana J. W. Goethe de Frankfurt am Main, investigadora de la Iniciativa Científica Milenio- retoma el tema. “Hay que partir reconociendo que la preocupación por la salud mental de los universitarios fue evidente a partir de demandas de los propios universitarios. Partió en 2018, y con más fuerza el año pasado. El tema se discutió al interior de muchas universidades; incluso llegó al Ministerio de Educación y al Ministerio de Salud. Lo que sabemos es que los universitarios tienen prevalencias más altas que otros jóvenes de su edad en trastornos como depresión, ansiedad y consumo excesivo de alcohol y algunas sustancias ilegales. Eso se traduce en sintomatología ansiosa, depresiva, alteración del sueño y, también, mal rendimiento académico”, explica.

Usted ha dicho que una de las causas, paradójicamente, es que las universidades sean cada vez más inclusivas. ¿Por qué?
Lo que ha sucedido es que han ingresado grupos más vulnerables desde el punto de vista socioeconómico. Y los especialistas sabemos que esos grupos son también más vulnerables para presentar problemas de salud mental. Por lo tanto, si queremos ser más inclusivos, necesariamente vamos a tener más problemas de salud mental, porque son personas con menos apoyo económico, con menos medios para hacer frente a la vida universitaria. Muchos tienen que trabajar para financiarse o deben asumir créditos. Todo eso influye.

¿Qué pueden hacer las universidades por la salud mental en sus estudiantes?
Primero, medidas de prevención y promoción; eso significa campus universitarios con áreas verdes, espacios de esparcimiento, actividades deportivas, acceso a alimentos saludables. También, promover la salud mental; enseñar, por ejemplo, que deben dormir cierta cantidad de horas. Hay que ir desde una base de actividades, muy masivas, para ir subiendo en una pirámide más estrecha hacia arriba: hacer luego actividades con grupos de riesgo y, finalmente, acciones específicas con quienes ya tengan sintomatología clínicamente significativa. Un problema es que es grupo es reacio a las consultas.

El futuro se fue

¿Qué responsabilidad tienen los propios universitarios? 
Desde el punto de vista de la salud, nosotros hablamos de factores riesgos de las persona, no culpándolas. Entre esos factores pueden estar que en la familia haya trastornos psiquiátricos o que la persona haya sufrido maltrato. Pero hay otro aspecto que podemos incluir dentro de las responsabilidades: que te alimentes bien, que tengas un consumo moderado de alcohol. Algunos estudiantes no se cuidan.

El libro “Malcriando a los jóvenes estadounidenses”, del psicólogo Jonathan Haidt y el abogado Greg Lukianoff, sostiene que tras la ansiedad y la depresión de los universitarios está la sobreprotección de los padres. Eso los haría frágiles, hipersensibles, intolerantes a opiniones diversas. ¿Qué opina?
Más que sobreprotección, hay un aumento de la incertidumbre. Cuando hace 40 años uno entraba a la universidad, era un proceso muy selectivo y por eso, estando dentro, tenías un futuro asegurado. Con el correr de las décadas han ido disminuyendo las certezas y han ido aumentando las incertidumbres.

¿Pero estamos frente a universitarios frágiles e hipersensibles? 
No me atrevería a decir eso; más bien, veo que esa es una característica que en determinados períodos se instala en la sociedad; y hoy, por lo que está ocurriendo en el país, podría ser uno de esos momentos. Pero no diría que es específico de los universitarios.

¿Cómo afecta a la salud mental de los universitarios el estallido social que partió en octubre?
Creo que hay varias relaciones. Como las universidades se han hecho más inclusivas, muchas veces hay frustración, porque se les ofreció algo y como sistema no les estamos cumpliendo. No todas las carreras tiene garantizado un trabajo, muchos estudiantes egresan endeudados. Esos factores producen descontento y son parte de las demandas del movimiento social. En salud mental, la expectativa versus la realidad es muy relevante y puede ser muy angustiante. Además, cuando al interior de las universidades hay movimientos que impiden que otros vayan a clases, eso aumenta el estrés. Sobre todo a los estudiantes de provincia en Santiago, que deben pagar alojamiento y no saben cuándo van a reanudar las clases. La gente necesita certezas. 

Ellas beben, ellos lloran

En los estudios de salud mental en universitarios, las mujeres aparecen como quienes más tienen problemas.
Sí, en los trastornos mentales comunes hay una diferencia de género. En general, las mujeres nos deprimimos y nos angustiamos más que los hombres; pero los hombres tienden a consumir más alcohol y drogas que las mujeres.

¿Cómo se da eso en la etapa universitaria?
Hay una particularidad. En las generaciones más jóvenes esa diferencia no es tan grande como en los más viejos. Así, uno podría decir que las mujeres jóvenes se deprimen y se angustian más que los hombres, pero están entrando en el consumo de sustancias y alcohol como sus pares hombres. Y que los hombres jóvenes se están deprimiendo. O sea, tienden a igualarse en ambas situaciones.

Debe tener alguna explicación…
Una de las explicaciones es que hemos avanzado en la igualdad de género, porque estas diferencias no se debían al sexo. No es algo biológico, sino que se da, más bien, por la posición de la mujer en la sociedad. Y en la medida en que hemos avanzado en la igualdad de género, hemos ido igualando estos riesgos. Por lo demás, hay propagandas que estimulan el consumo de alcohol en las mujeres y ya no como algo mal visto. Y por otro lado, se acepta más que los hombres puedan deprimirse. Los hombres hoy tienen permiso para llorar y las mujeres para tomar.

¿Por qué se da en universitarios y no en gente de 40 o 50 años?
Es por la época. Los universitarios hoy son jóvenes que han crecido en una época con más igualdades de género que los que crecieron en los años 50 o 60. Por eso, en los viejos uno aún encuentra hombres que no saben ni freír un huevo, por decirlo de alguna manera. Eso no ocurre entre los jóvenes.

Cambios de conducta

Usted habla de que un 27% de nuestros universitarios presenta síntomas de depresión severa. ¿En otros países ocurre algo similar?
Claro, nuestras investigaciones han sido corroboradas por estudios internacionales, donde esta cifra llega a 30%. O sea, un tercio de nuestros estudiantes tendría algún grado importante de síntomas depresivos y de ansiedad. Nosotros los separamos del consumo de alcohol y sustancias, pero en la realidad se dan todos juntos. El consumo excesivo de alcohol produce sintomatología depresiva en los días siguientes.

O al revés: la depresión puede llevar al alcohol.
Sí. Están entrelazados.

Se comenta y se lee en redes sociales que desde octubre muchos han aumentado su ingesta de alcohol. ¿Es común en circunstancias así?
Sí. Hay estudios sobre las Torres Gemelas, por ejemplo: después de su caída, que fue un evento traumático, aumentó el consumo de alcohol en la población neoyorquina y la norteamericana. Lo mismo pasa con los terremotos y los eventos de la naturaleza, con los eventos sociales, con los eventos de gran magnitud.

¿Qué deberían estar mirando hoy los padres de los universitarios?
Debieran estar atentos a los cambios de conducta de los jóvenes; por ejemplo, un mayor retraimiento, que duermen menos, que están más desordenados. Ellos no van a decir: “Estoy deprimido, angustiado”. No necesariamente lo verbalizan. Pero si uno ve que se encierran en su pieza, que no quieren interactuar, que no quieren recrearse, que están más silenciosos; debieran acercarse a ellos y preguntar qué pasa.

Expertos hablan de la “soledad digital”: el aislamiento de los jóvenes conectados a pantallas. ¿Qué piensa? 
Yo pondría más énfasis en la conectividad digital que en la soledad digital. Los jóvenes están más conectados a una pantalla, pero a través de ella están conectados con una red. Y eso los ayuda. Es controvertido hasta dónde las redes son negativas o positivas. Yo pondría más el énfasis en los positivo. Antes, un joven de provincia estaba muy solo en Santiago; hoy está conectado por WhatsApp con su familia.

¿Esa excesiva conexión digital podría ser un factor en el aumento de depresión y ansiedad de universitarios? El libro de Haidt considera que sí. 
No me atrevería a hacer esa afirmación, excepto respecto al bullying, porque las redes sociales lo amplifican. Es muy negativo cuando redes sociales que no están bien reguladas son usadas para hacer bullying a un joven. Eso puede desestabilizarlo totalmente. Esos casos los hemos visto.

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