Revisa la entrevista realizada por Emol TV a la psiquiatra infantil y del adolescente, académica de la Universidad de Chile, directora del Núcleo Milenio Imhay y miembro de la Red Salud Mental es Salud, quien se refirió al impacto en la salud mental de las personas en el contexto de nuevas cuarentenas y restricciones impuestas por la autoridad sanitaria.
«Creo que hay una deuda en cuanto a la comunicación de riesgo en estos momentos para llegar a los distintos grupos de edad, para las distintas personas, porque es distinto el mensaje para una persona que está en la ciudad que en las regiones urbanas».
«Cómo se llega con mensaje para los jóvenes. En eso ha habido una deuda que se llama la comunicación de riesgo, que es muy importante también para enfrentar la fatiga pandémica. Cómo llegamos con estos mensajes, que en el caso de los jóvenes, tienen que ser mensajes cercanos a ellos y por canales en los que ellos se informan, que no es por televisión, sino que más a través de las redes sociales , a través de otros jóvenes».
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Esta fecha busca sensibilizar a la población sobre esta enfermedad mental severa que puede manifestarse a través de cambios inusuales en el estado de ánimo y que aún sigue estando rodeada de estigmas. En Chile, se estima que 2 de cada 100 personas padece este trastorno.
«En general, las personas que presentan esta enfermedad pueden tener entre 5 y 10 años de retraso en el inicio del tratamiento o en el diagnóstico», señala la psiquiatra e investigadora de Imhay, Dra. Francesca Borghero.
El Día Mundial del Trastorno Bipolar se conmemora a partir del natalicio del pintor holandés Vincent Van Gogh, uno de los artistas más influyentes del mundo, quien fue póstumamente diagnosticado de padecer probablemente un trastorno bipolar.
¿El objetivo? Mejorar la conciencia sobre esta enfermedad y reducir el estigma social asociado a su diagnóstico y tratamiento. A través de esta conmemoración se busca proporcionar información sobre este trastorno a la comunidad y comprender la importancia de un diagnóstico oportuno.
El trastorno bipolar, de acuerdo a la definición descrita por el Ministerio de Salud, es una enfermedad mental grave, crónica, que afecta los mecanismos de regulación del estado del ánimo en el cerebro. “Limita la funcionalidad de los pacientes, implica una enorme carga socioeconómica y está asociada a una alta morbilidad y mortalidad por lo que es fundamental su diagnóstico y tratamiento precoz”.
Para saber más acerca de esta enfermedad, conversamos con Francesca Borghero, psiquiatra infantil y del adolescente e investigadora joven de Imhay, quien es experta en el tema y una de las autoras de la Guía para Pacientes y Familiares “Conociendo el Trastorno Bipolar”, documento elaborado por el Ministerio de Salud y la Sociedad Chilena de Trastornos Bipolares (SOCHITAB).
La Dra. Borghero detalla que esta enfermedad se manifiesta, en algunas oportunidades, con episodios de profunda tristeza, desánimo e infelicidad, denominados fases o episodios depresivos. Estos se alternan con otros episodios muy distintos, como exaltación del estado de ánimo, euforia, energía excesiva, irritabilidad e incluso delirio. A estos se les llama episodios maníacos o hipomaníacos, según su intensidad y duración.
De acuerdo con la Guía para Pacientes y Familiares Conociendo el Trastorno Bipolar, “Quienes presentan un trastorno bipolar, experimentan cambios de ánimo poco comunes, estos, por lo general tienen cierta persistencia y duración por varios días, pudiendo acentuarse a tal punto que producen repercusiones negativas y problemas tanto para ellos mismos como para las personas que los rodean”.
Según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), este trastorno afecta a alrededor de 45 millones de personas en todo el mundo. En el caso de Chile, se estima que el trastorno bipolar afecta a 2 de cada 100 personas, y si se considera el espectro de trastornos bipolares, esto puede llegar a 5 de cada 100 personas.
«Estas cifras tienen relación cuando uno mira dentro del espectro en general, que no son criterios tan estrictos como sólo la manía o trastorno bipolar I y II, sino que involucra incluso los trastornos bipolares no especificados y la ciclotimia (donde la persona tiene episodios recurrentes síntomas de hipomanía junto con varios periodos de estado de ánimo), que está también dentro de estas fluctuaciones de ánimo», explicó la Dra. Borghero.
Esta es una condición que afecta por igual a hombres y mujeres, etnias, culturas o nivel socioeconómico. La Dra. Borghero afirmó que, por lo general el diagnóstico se hace cuando ya hay sintomatología más clara en la adolescencia y en los jóvenes. De hecho, la edad promedio de inicio de esta enfermedad es entre los 18 y los 20 años, y la mayoría de las personas experimentan el primer episodio antes de los 40 años.
“Lo que sí está descrito en la literatura es que en general las personas que presentan estos trastornos o esta enfermedad pueden tener entre 5 y 10 años de retraso en el inicio del tratamiento o en el diagnóstico», señaló la investigadora.
Red de apoyo
La familia o el entorno de las personas que tienen esta enfermedad son determinantes como red de apoyo. Muchas veces son los que se hacen cargo de sus cuidados y se convierten en los principales agentes de cambio para acompañarlos en el tratamiento y curso de la enfermedad.
La Dra. Borghero indica que este trastorno, por lo general, tiene un componente biológico muy importante, cuyo factor de riesgo principal es tener un familiar en una línea directa con esta condición.
“En población adolescente, sobre todo cuando uno explora en la evaluación clínica, la familia es un elemento muy importante en el diagnóstico, ya que actúa como informante de los síntomas. Esto, porque una persona que está presentando un episodio de manía o hipomanía le es muy difícil tener esa conciencia de la enfermedad. Pero, por lo general, hay un otro que sí se da cuenta de estos cambios en la persona, por muy sutiles que parezcan”, agregó.
Mitos sobre el trastorno bipolar
1.- “Toda persona con Trastorno Bipolar cambia constantemente entre un estado de manía y uno de depresión”
Falso: El objetivo del tratamiento apunta a que las personas con Trastorno Bipolar puedan alcanzar un importante periodo de su vida con un ánimo o fase estable, lo que se conoce como eutimia, evitando nuevos episodios de inestabilidad anímica o recaídas.
2.- “La falta de litio en el cuerpo produce la enfermedad”
Falso: Este elemento químico no está presente de forma natural en nuestro cuerpo. El litio se utiliza como tratamiento en dosis monitoreadas para ayudar a reforzar los mecanismos para estabilizar el ánimo, protege a las neuronas y disminuye el riesgo suicida. Por lo cual es útil tanto en las fases depresivas, en las de exaltación, como en las fases de estabilidad de la enfermedad.
3.- “Si tiene cambios de ánimo repentinos, es bipolar”
Falso: El término “bipolar” se ha popularizado en los últimos años en nuestro lenguaje. Es frecuente escucharlo en expresiones entre amigos e incluso compararlo con una característica asociada a la astrología, para hacer referencia a alguien que pasa de la risa al llanto, que un día está alegre y al siguiente no o que tiene cambios de humor repentinos.
Esta acepción poco tiene que ver con el trastorno afectivo bipolar y, en cambio, aumenta el estigma sobre quienes la padecen, dificulta su diagnóstico y tratamiento, al considerarse como algo sin importancia.
4.- “Las personas con trastorno bipolar no pueden llevar una vida normal”
Falso: Las personas con trastorno bipolar pueden llevar una vida normal si el diagnóstico es oportuno y se vincula con un tratamiento multidisciplinario.
Si necesitas saber más sobre la enfermedad, visita la Guía para Pacientes y Familiares Conociendo el Trastorno Bipolar elaborada por el Ministerio de Salud y la Sociedad Chilena de Trastornos Bipolares (SOCHITAB).
Las personas con trastorno bipolar pueden acceder al sistema de salud público o privado bajo la modalidad G.E.S.
Nuestras investigadoras Dras. Vania Martínez y Ana Barrera fueron entrevistadas en la sección «Milenio al aire» de Radio Universidad de Chile, donde conversaron sobre «Educación superior, pandemia y salud mental», cómo enfrentar un nuevo año académico y se refirieron al por qué las estudiantes mujeres reportan mayores niveles de sintomatología depresiva y ansiosa en este contexto sanitario.
Ve la entrevista a continuación:
Organizada por el Hospital Digital y la Oficina de Salud Integral de Adolescentes y Jóvenes del Departamento de Ciclo Vital, DIPRECE, Minsal, y a propósito de una nueva conmemoración del Día Nacional contra el Ciberacoso, se transmitió esta actividad donde participó como panelista la directora de Imhay, Dra. Vania Martínez.
El Día Nacional contra el Ciberacoso, se conmemora cada 14 de marzo con el objetivo de promover una sana convivencia escolar y un uso responsable de las tecnologías entre los jóvenes del país.
Revisa el video a continuación:
Las y los jóvenes son uno de los grupos de la población que, según estudios, ha registrado mayores problemas de salud mental durante la pandemia. Y es que el ingresar a la educación superior si bien ya significa un desafío, más lo es ahora en un contexto de crisis sanitaria donde se debe conectar con un entorno académico diferente, a distancia y con un nuevo grupo de pares a través de las pantallas.
Resultados de la encuesta online de salud mental #enlaUvamosjuntxs, aplicada por Imhay a estudiantes de primer año de la Universidad de Chile el año pasado, sugieren que los efectos adversos de la pandemia sobre la salud mental podrían estar impactando en mayor medida en el grupo de jóvenes universitarios/as que en la población general, especialmente en las estudiantes mujeres, quienes presentaron significativamente mayores niveles de sintomatología depresiva y ansiosa.
«Sabemos que la edad en la cual están los jóvenes en la universidad es una edad de mayor riesgo para inicios de problemas de salud mental. El 75% de los problemas de salud mental de las personas adultas, presenta su primer episodio antes de los 24 años”. comenta la directora de Imhay, Dra. Vania Martínez.
A un año de la pandemia, las y los estudiantes han debido enfrentar diversos desafíos en torno a la educación a distancia, adaptando nuevas formas para aprender y relacionarse. Una tarea que no ha sido fácil debido al confinamiento, impactando tanto a nivel emocional como sanitario.
De acuerdo con el documento “Universidades: modalidad actividades académicas primer semestre 2021” realizado por la Subsecretaría de Educación Superior del MINEDUC, sólo 5 de las 43 instituciones participantes del Sistema de Acceso han planificado realizar clases presenciales. El resto de las universidades han declarado que durante el primer semestre ofrecerán docencia 100% a distancia, algunas actividades académicas prácticas de modo presencial o bien, que implementarán formas híbridas o mixtas de enseñanza.
Gran parte de los estudiantes que salieron de 4º medio el 2020, hoy ingresan a la educación superior nuevamente de manera remota, con el desafío de conectar en un entorno académico a distancia y con un nuevo grupo de pares a través de las pantallas.
La Dra. Vania Martínez, académica de CEMERA de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile y directora del Núcleo Milenio Imhay, afirma que, de todos los grupos de la población, los jóvenes son una de las poblaciones con mayores problemas de salud mental en pandemia. Además, la época universitaria coincide con un período en el que se desencadenan la mayoría de los trastornos mentales, por lo que ejercer acciones de promoción y prevención de este tipo de enfermedades se vuelve fundamental para los establecimientos de educación superior.
“Se ha demostrado en estudios internacionales que ha aumentado la prevalencia de problemas de salud mental en jóvenes respecto a los datos registrados antes de la pandemia. Por otra parte, sabemos que la edad en la cual están los jóvenes en la universidad es una edad de mayor riesgo para inicios de problemas de salud mental. El 75% de los problemas de salud mental de las personas adultas, presenta su primer episodio antes de los 24 años”, explicó la Dra. Martínez.
Impacto del COVID-19
Para la Dra. Ana Barrera, investigadora joven de Imhay, uno de los grandes impactos que han enfrentado las y los estudiantes en el último tiempo ha sido la incertidumbre, pudiendo generar dificultades en su desarrollo académico y social.
En junio del año pasado se dieron a conocer los resultados de “#PulsoEstudiantil”, primer estudio independiente para entender cómo el COVID-19 ha impactado la vida de los estudiantes de educación superior en Chile, iniciativa liderada por ex alumnos de la Universidad de Chile. En la encuesta desarrollada en alianza con la Fundación para la Confianza y el Centro Tecnológico UCampus, participaron 2.650 estudiantes de más de 100 carreras en 15 regiones del país.
De acuerdo con las cifras del estudio, el 84% de estudiantes de primer año declara que la modalidad virtual no ha beneficiado su aprendizaje. Además, se refleja que, del total de encuestados, el 74% declara una mayor dificultad para mantener el ritmo de estudio y un 66% tiene problemas con administrar el tiempo de forma personal.
Para la Dra. Ana Barrera, académica del Departamento de Psicología de la Universidad Católica de Temuco e investigadora joven de Imhay, uno de los grandes impactos que han enfrentado las y los estudiantes en el último tiempo ha sido la incertidumbre, pudiendo generar dificultades en su desarrollo académico y social.
“La incertidumbre es uno de los grandes factores a considerar si sumamos el estallido social y en seguir en pandemia sin saber hasta cuándo. Esto genera ansiedad, dificulta la capacidad de planificación y nos exige que seamos flexibles. No todas las personas tienen la capacidad de hacer frente a la incertidumbre de la misma forma, sobre todo las que son más planificadas. Si algo nos ha enseñado la pandemia y el confinamiento es que las decisiones pueden cambiar, que hay cosas que están dentro de nuestro control y otras que no”, comentó la académica.
Acompañamiento Institucional
Los establecimientos de educación superior han debido adaptarse para generar nuevos mecanismos de acompañamiento tanto a lo largo de la vida universitaria como en la transición colegio-universidad, algunos han optado por tour virtuales de las facultades para estudiantes de primer año o la telemedicina en el caso de estudiantes que ya están en la educación superior.
La Dra. Barrera destaca el rol que cumplen las universidades en este proceso, adecuando los servicios y apoyos estudiantiles a un formato online. “Es importante que a un año de la pandemia podamos consolidar ciertos mecanismos y seguir probando nuevas formas de llegar a las y los estudiantes que se ven imposibilitados de acceder a estas ayudas por falta de conectividad”, agregó.
En la búsqueda de brindar un mejor acompañamiento durante la etapa universitaria, la iniciativa denominada #enlaUvamosjuntxs, mediante una encuesta dirigida a estudiantes de primer año, busca evaluar la salud mental de las y los estudiantes durante su carrera universitaria.
Este proyecto forma parte de una alianza global por parte de The WHO World Mental Health International College Student Initiative (WMH-ICS) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y es liderado a nivel mundial por la Universidad de Harvard. Actualmente se encuentran participando diversas universidades de 18 países, en los cinco continentes.
El año pasado, la Universidad de Chile fue la primera en incorporarse a esta iniciativa y el proceso de aplicación fue liderado por la Dra. Vania Martínez. “Lo que buscamos con este proyecto es generar en un mediano plazo estrategias para poder proteger y promover la salud mental”, señaló.
La encuesta en línea de salud mental #enlaUvamosjuntxs fue respondida por 2.411 estudiantes mayores de 18 años de primer año de la Casa de Bello. Dentro de los resultados se encontraron que 3 de cada 4 estudiantes reportaron que su estado de ánimo es peor o mucho peor en comparación con el contexto pre-pandémico. Las estudiantes mujeres presentaron significativamente mayores niveles de sintomatología depresiva y ansiosa, y reportaron de forma significativa una mayor percepción de empeoramiento del estado de ánimo en contexto de pandemia. “Los hallazgos de este estudio refuerzan la necesidad de implementar intervenciones y estrategias orientadas a favorecer una mejor salud mental de los estudiantes universitarios en Chile”, indica la directora de Imhay.
En cuanto a las experiencias negativas relacionadas con la pandemia, las dificultades para acceder y seguir clases online, los problemas con familiares y amigos, y los problemas de concentración para estudiar y en las actividades cotidianas, se asociaron significativamente con mayor puntaje en las escalas de sintomatología depresiva y ansiosa.
El 2021 se incorporan a la iniciativa cuatro nuevas Instituciones de Educación Superior durante el primer semestre: Universidad Austral, Universidad de Talca y Universidad de Los Andes, instituciones albergantes de Imhay; por último, la Universidad de O’higgins.
En la revista Paula del diario La Tercera, nuestro investigador y académico de la Universidad Diego Portales, Dr. Álvaro Jiménez, fue entrevistado respecto a este tema que, según estudios internacionales, demuestran que 1 de cada 3 niños estaría implicado –siendo víctima, victimario o testigo– en alguna forma de acoso. Mientras que 1 de cada 5 en alguna forma de ciberacoso. Y es que el bullying como fenómeno ha estado presente siempre, pero recién en las últimas décadas se lo denominó, clasificó y empezaron los estudios.
De acuerdo a nuestro investigador, Álvaro Jiménez, «los adolescentes tienen que saber que no hay que responder a los mensajes de acoso porque eso podría aumentar la espiral de ofensa, pero sí hay que buscar ayuda, por eso es tan clave socializar este tema y sacarle el tabú. Y por supuesto, no participar o fomentar las burlas por redes, sino que denunciarlas”.
Giselle (15) recuerda con fecha y horario exacto la vez que abrió su Whatsapp y vio que en el grupo de sus compañeros del colegio tenía 189 mensajes sin leer. Deslizó el dedo por la pantalla para poder leer la conversación desde el principio, y en la medida que fue subiendo, vio que su nombre había sido etiquetado varias veces. Se puso ansiosa y movió el dedo más rápido. Hasta que se detuvo. Ahí, en su pantalla, vio que había una foto de ella –probablemente sacada en la clase online a la que habían asistido media hora antes– con un texto que acompañaba y decía ‘esto es lo único que sabe hacer’. En la imagen aparecía ella con la boca abierta comiendo un plátano.
Estuvo helada durante varios segundos. Sintió pena y rabia, pero por sobre todo vergüenza. Tanta, de hecho, que no quiso seguir leyendo. Pero en paralelo su amiga le había escrito por interno que no se sabía quién había sido el autor de la imagen pero que juntas lo iban a averiguar. Le prometía que se trataba de un pantallazo inoportuno, sacado de contexto, pero que no tendría mayores repercusiones. Pero Giselle solo podía pensar en los 189 mensajes que había suscitado la foto. Una foto, por cierto, tomada sin su consentimiento, en la que ella realizaba un acto totalmente mundano e inocuo. Y una foto que finalmente se viralizó y estuvo dando vueltas durante meses. Cada vez que la situación lo ameritara, alguien volvía a mandarla por mensaje. Y a Giselle se le apretaba el pecho cada vez que la veía.
No dijo nunca nada y no le contó ni a sus papás ni a los coordinadores del colegio. Por lo contrario, se aseguró de no prender nunca más la cámara durante los meses de clases virtuales. Y cuando su amiga le dijo que podían denunciar, mostrar los pantallazos y contarle a sus papás, ella solo le pidió que lo olvidaran.
Esta no era la primera vez que Giselle sufría una situación de acoso. A los 14, luego de pelearse con la que hasta ese entonces había sido su amiga más cercana, fue víctima de una serie de hostigamientos en la sala de clases. Recibió durante mucho tiempo notas anónimas con mensajes agresivos respecto a su apariencia física. Que tenía caspa, que había subido de peso y que nunca iba a tener pololo. Un día, de hecho, encontró un cuaderno en el laboratorio de ciencia y cuando lo abrió encontró una conversación escrita entre varios en la que se comentaba lo que se había puesto el día anterior, cuando presentó frente a todo el curso. ‘Esa polera la hace ver más pechugona’, decía un comentario. ‘Eso es lo que quiere’, decía otro. Esa vez, sintiéndose expuesta y movida por una tristeza e incomodidad profunda que nunca antes había sentido, trató de acercarse a su ex amiga para preguntarle si había sido ella, pero solo fue ignorada y objeto de risas por parte de todo el grupo. Desde ahí en adelante decidió que no sacaba nada con enfrentar estas situaciones. Las soportaría en silencio y haría su mayor esfuerzo para hacer de cuenta que no ocurrían. Total, algún día tendrían que pasar.
El problema es que no dimensionó que en tiempos de pandemia, lo que antes lograba delimitar a un único espacio físico –el colegio–, la perseguiría durante todo el día. Y es que es eso lo que caracteriza al ciberacoso y ciberbullying; que se vuelve omnipresente, porque las plataformas tecnológicas por las que se realiza también lo son.
Giselle no es la única. Los estudios internacionales demuestran que 1 de cada 3 niños estaría implicado –siendo víctima, victimario o testigo– en alguna forma de acoso. Mientras que 1 de cada 5 en alguna forma de ciberacoso. Y es que el bullying como fenómeno ha estado presente siempre, pero recién en las últimas décadas se lo denominó, clasificó y empezaron los estudios. El psicólogo, académico de la Universidad Diego Portales e investigador de Núcleo Milenio, Álvaro Jiménez, explica que si bien el fenómeno ha variado a lo largo del tiempo, hay ciertas características que son definitorias: Para que se trate de acoso o bullying, tiene que haber una intención de dañar al otro. En segundo lugar, tiene que haber un desequilibrio de poder, porque el agresor es o físicamente más fuerte o tiene mayor influencia social que la víctima. En tercer lugar, tiene que ser repetitivo y sistémico y, por último, que predomine la ley del silencio. “Yo agrego esa cuarta definición porque es transversal a todos los casos; en esa lógica de asimetría de poder, tanto los participantes como los testigos se quedan callados y por ende se genera un círculo vicioso y se invisibiliza el acoso”, explica.
A eso se le suma que el ciberacoso puede tener incluso mayor impacto o alcance por el solo hecho que se da en plataformas digitales. Como explica el Doctor en psicología y educación y Director del Centro de Estudios de Bienestar y Convivencia Social (CEBCS), Jorge Varela, existe hoy en día un debate con respecto a si el ciberacoso es un subtipo de acoso escolar o si derechamente forma parte de un tipo de agresión por sí sola. “Estudios han demostrado que cuando en la dinámica de acoso escolar hay además acoso cibernético, eso aumenta los impactos negativos en las víctimas. Lo que queda claro es que se trata de un correlato; en un mundo pre pandémico, era muy raro encontrar a alguien que lo hostiguen virtualmente sin que haya un correlato de eso en la sala de clase”, explica.
Es eso, justamente, lo que le ocurrió a Giselle. Y como muchas y muchos, la opción suele ser la de no contar. “Pocos piden ayuda porque las dinámicas de abuso son vividas por las víctimas como algo culposo y desarrollan la idea de que por algo será que les ocurre. También existe un temor a la represalia y consecuencias, y muchas veces no saben a quién recurrir. Además estamos hablando de una edad en la que es poco probable que tengan una comunicación fluida con adultos, es un momento en el que están en plena búsqueda identitaria y van a tender a ser más introspectivos”, explica Varela. A eso, Jiménez le suma que una de las barreras más importantes para la ayuda en salud mental suele ser la de los procesos de estigmatización y auto estigmatización.
En tiempos en los que gran parte de nuestras vidas se ha volcado al espectro digital y en los que, en muchos casos, las autoridades del colegio no han podido estar al tanto de lo que ocurre en esa dimensión, ¿qué está pasando con el bullying y quién se hace cargo?
¿Un tema de género?
Un niño que no quiere prender la cámara durante su clase virtual porque sus compañeros le toman fotografías que luego convierten en memes. Una adolescente avergonzada porque tras terminar un pololeo su ex difundió packs o imágenes íntimas por las que recibe insultos en sus redes sociales de quienes incluso consideraba amigos. Una joven universitaria que envió un audio de desahogo a un grupo de Whatsapp que terminó viralizándose entre conocidos y desconocidos.
Padres, profesores, autoridades y expertos en el área ven con preocupación que las prácticas de ciberbullying pueden ir ganando terreno debido a la pandemia, y las cifras ya muestran una tendencia: pese a que en el 2020 las denuncias por maltrato entre estudiantes disminuyeron con respecto al 2019, las de ciberacoso fueron en aumento. Si en 2019 las 421 denuncias de ciberacoso representaban un 13,6% de las de maltrato físico y psicológico entre estudiantes, en 2020 las 72 denuncias relacionadas con esta materia representaron un 25,8% de la misma categoría, según comenta el superintendente de Educación, Christián O’Ryan.
Por otro lado, si en 2019, 14 de cada 100 denuncias de maltrato entre alumnos correspondían a ciberacoso, en 2020 este número aumentó a 26 ¿Su principal diferencia con el bullying tradicional? Que este se puede producir las 24 horas al día afectando a la víctima no sólo en el colegio, sino también en su hogar, lo que provoca una sensación “de entrampamiento y de no poder escapar”, según explica Jiménez. “Ya no hay espacios seguros, el acoso los persigue en todas partes y te acompaña en todas las dimensiones de tu vida”, agrega.
Las manifestaciones de este tipo de bullying también son diversas y van evolucionando a la par con el desarrollo de nuevas aplicaciones: puede darse a través de la publicación de textos o imágenes dañinas de una persona en redes sociales como Whatsapp, Instagram o Tiktok; a través de la suplantación de identidad; de la divulgación de información privada o rumores sobre una persona. Además, algo que lo caracteriza es la soledad en la que los jóvenes viven estas situaciones. “Las chicas no quieren ni contarle a los papás ni a los colegios y nos escriben a nosotros. Sienten ansiedad, angustia, miedo y una sensación de culpa”, explica Emmanuel Pacheco, director ejecutivo de la Fundación Kathy Summer, organismo que todos los días recibe testimonios de adolescentes que están enfrentando situaciones de acoso a través de las redes sociales.
“Cuando son menores de edad guardan lo que les pasa por bastante tiempo y no le cuentan a nadie hasta cuando ya no son capaces de soportarlo más solas y se atreven a pedir ayuda. Las que tienen mayor edad tienden a apoyarse en sus amistades, pero prefieren eso antes que buscar ayuda concreta o denunciar a quienes las están agrediendo”, aclara. En la experiencia de la fundación Summer, acuden en búsqueda de contención emocional principalmente mujeres entre los 14 a los 24 años, de orígenes socioeconómicos diversos. Según Pacheco, durante la pandemia “ha aumentado el ciberacoso sexista y sexual”, y manifiesta preocupación que estas situaciones afecten cada vez a chicas más jóvenes.
Desde la Superintendencia de Educación explican que justamente en 2018 y 2019 se identificó a las mujeres como las más afectadas con un 75,1% y 70,3% respectivamente. Sin embargo, durante el año 2020, esta cifra se igualó, alcanzando un 47,2% para los niños y un 51,4% para las niñas. “En 2020 este escenario cambió y ahora tanto los niños como niñas están sufriendo de igual manera este acoso, por tanto es de suma importancia que las familias y los establecimientos busquen estrategias para abordar esta situación en conjunto”, comenta el superintendente de Educación.
¿Quién se hace cargo?
Según explica Jiménez, son todas y todos los que deben hacerse cargo. En el caso de las escuelas es toda la comunidad escolar la que tiene que estar involucrada en la prevención y respuesta. “Hay que fomentar un uso responsable de las tecnologías y redes sociales, enseñar a proteger información personal y a resguardar la privacidad, lo que en caso de los adolescentes es difícil porque cuesta establecer ese límite entre el mundo virtual y presencial”, explica. “También los adolescentes tienen que saber que no hay que responder a los mensajes de acoso porque eso podría aumentar la espiral de ofensa, pero sí hay que buscar ayuda, por eso es tan clave socializar este tema y sacarle el tabú. Y por supuesto, no participar o fomentar las burlas por redes, sino que denunciarlas”.
Además explica que hay ciertos programas que han demostrado ser efectivos a nivel internacional, y que en su mayoría tienen un carácter integral que no ponen el foco únicamente en uno de los actores involucrados, sino que asumen el bullying como algo sistémico que afecta a todos. “Son programas que tienen un componente de formación de profesores en las escuelas y de los padres para detectar y responder”, explica.
Y es que en Chile existe la Ley de Violencia Escolar que promueve la buena convivencia y busca prevenir todo tipo de violencia física, psicológica, agresiones u hostigamiento en los establecimientos escolares, por la cual, según explica Jorge Varela, se ha creado un cargo –el encargado de convivencia escolar– en los colegios. Algo que hace 15 años atrás, cuando él empezó a estudiar el tema, no existía. Además, la ley establece que todo colegio debiera contar con un protocolo y política anti violencia. “En ese sentido hemos avanzado, pero todavía falta capacitar a los profesores. La falta más grande está en empoderarlos, porque al final del día, teniendo las capacidades, lo que se puede hacer es cambiar la cultura entera dentro de la comunidad escolar. Una cultura que normaliza el maltrato y naturaliza que en una sala se hagan comentarios o se lo llame a alguien con un sobrenombre ofensivo, es una cultura en la que se perpetúa el acoso. Pero si hay adultos que están con una postura de cero tolerancia frente a esto, los alumnos entienden que no se hace”, explica.
Por su lado, Miguel Ángel Guelet, coordinador de la Fundación Todo Mejora en Los Lagos y orientador del Colegio Domingo Santa María de Puerto Montt, llama a las familias y comunidades educativas a estar alerta ante ciertas conductas de los menores de edad que podrían indicar que están siendo víctimas de acoso virtual: aislamiento en la casa; dificultades para interactuar socialmente; alteraciones en sus hábitos del sueño y alimentación; desmotivación general y no querer participar de las clases, lo que tiene relación con deserción y abandono de sus actividades comunes. En casos más severos, se puede observar un aumento en el consumo de alcohol o drogas, cambios en el estado de ánimo y comportamientos o pensamientos auto lesivos o suicidas.
Pacheco lamenta que la mayoría de los establecimientos no hayan adaptado sus protocolos de acción ante estos casos a la situación pandémica: “Hay una intransigencia de parte de muchas instituciones educacionales de entregar el contenido a toda costa, sin intervenir psicosocialmente con sus alumnos. Los protocolos que se siguen implementando son los que existían antes de la pandemia y dudo que algún colegio los haya tocado, o esté incorporando las temáticas de Zoom. Lo que han logrado hacer es establecer normas de convivencia en la sesión de Zoom pero no en una lógica de protocolo de acción”. Por eso Guelet es enfático al comunicar que los jóvenes no están solos: “Normalmente la red de apoyo está más cerca de lo que uno cree. El paso de hablarlo va a ser la liberación de ese miedo o esa amenaza que puede generar el ciberacoso. Hay que hablar, denunciar, expresar lo que pueda estar pasándole a alguna persona de su red de confianza o a alguna persona importante en su vida. Al comunicarlo se va a activar una red de amor que va a impedir o mejorar la situación que está viviendo en internet”.
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La Dra. Graciela Rojas, directora general del Hospital Clínico de la Universidad de Chile e investigadora asociada de Imhay fue galardonada por la entidad gremial en reconocimiento a su vasta carrera docente, dedicada a la formación de futuros médicos y a la transmisión de valores como la vocación de servicio.
Con motivo de la conmemoración del Día de la Mujer, el pasado jueves 11 de marzo el Colegio Médico Regional Santiago distinguió el trabajo de médicas en diferentes ámbitos del quehacer profesional. Una de las mujeres galardonadas por la entidad gremial fue la Dra. Graciela Rojas Castillo, directora general de Hospital Clínico de la Universidad de Chile.
La también académica de la Facultad de Medicina recibió el Premio a la Trayectoria Académica, en reconocimiento a su vasta carrera docente dedicada a la formación de futuros médicos y médicas, no sólo en conocimientos, sino también en la transmisión de valores, como la vocación de servicio. Este premio también fue otorgado a la Dra. Carolina Ruiz Balart, jefa de la UPC adultos del Hospital Dr. Sótero del Río.
El Premio Dra. Eloísa Díaz, en tanto, lo recibió la destacada neuropsiquiatra infantil egresada de la U. de Chile, Dra. Amanda Céspedes Calderón, por su valioso aporte a la medicina desde el sentido más integral de la profesión, contribuyendo desde diversas áreas al fortalecimiento de la salud en Chile, a la construcción de un sistema más justo y digno y a la resolución de los desafíos de la igualdad.
Por otra parte, el Premio a la Trayectoria Profesional, que distingue el aporte al desarrollo y ejercicio de la medicina, así como a la investigación médica y científica, este año fue otorgado a la Dra. Marcela Zubieta Acuña, también egresada de Medicina de la U. de Chile.
Finalmente, el Premio a la Trayectoria Gremial, que destaca el trabajo como miembro activo del gremio, espíritu de servicio, y compromiso con la asociación, la profesión y sus valores, fue para la Dra. Inés Guerrero Montofré, pediatra y médica de familia de la U. de Chile, quien se ha desempeñado siempre en el Sistema Público en el Servicio de Salud Metropolitano Central, en Atención del Cesfam Nº 5 y en el Servicio de Urgencia infantil del Hospital Clínico San Borja Arriarán.
El proyecto ganador será el primero en Latinoamérica que aplicará el programa Reframe-IT, que es una intervención online basada en la Terapia Cognitiva Conductual dirigida a reducir la ideación suicida en contextos educativos y cuyos módulos incorporan diferentes áreas como activación conductual, reestructuración cognitiva, regulación emocional, tolerancia al estrés y habilidades para resolver problemas.
“Resulta importante generar evidencia científica sobre la efectividad de intervenciones para reducir conducta suicida que puedan ser desarrolladas en establecimientos educacionales», comenta el Dr. Núñez, investigador responsable del proyecto.
En esta oportunidad, los investigadores asociados de Imhay fueron seleccionados para la adjudicación correspondiente al competitivo concurso Fondecyt Regular 2021 de la Agencia Nacional de Investigación y Desarrollo. El Dr. Daniel Núñez, académico de la Universidad de Talca, es el investigador responsable y el Dr. Jorge Gaete, académico de la Universidad de los Andes, co-investigador del proyecto.
Bajo el nombre “Evaluación de la efectividad de una intervención online basada en terapia cognitivo-conductual para reducir ideación suicida en adolescentes secundarios en Chile”, el proyecto buscará evaluar la efectividad de una intervención mixta a través de una investigación aplicada que comprende ocho sesiones de Terapia Cognitiva Conductual online y cuatro sesiones presenciales para reducir ideación suicida en estudiantes secundarios, como objetivo principal.
El Dr. Núñez menciona que uno de los componentes importantes de los programas de prevención de problemas de salud mental es la detección e intervención oportuna de una amplia variedad de síntomas psicológicos que no siempre constituyen un trastorno específico y que las estrategias de detección deben necesariamente indagar la presencia de pensamientos y conductas suicidas que habitualmente no son comunicados por quienes los presentan.
“Esto es particularmente relevante en el caso de adolescentes y jóvenes, quienes, en general, no suelen buscar ayuda profesional, lo que ha motivado el desarrollo de intervenciones que puedan ser implementadas en lugares en los que los adolescentes pasan una importante cantidad de horas diarias, por ejemplo, en los establecimientos educacionales”, señaló el académico.
El proyecto
El Dr. Jorge Gaete, es investigador asociado de Imhay, académico de la Universidad de los Andes y co-investigador del proyecto Fondecyt recientemente adjudicado.
En la búsqueda de experiencias internacionales que estuvieran orientadas a la disminución del comportamiento suicida y factores asociados en colegios, los investigadores se contactaron con la Dra. Jo Robinson del centro Orygen Youth de Melbourne, una de las creadoras de Reframe-IT, intervención que ha mostrado buenos resultados en Australia.
Éste es el primer proyecto orientado a adaptar una intervención indicada y específicamente creada para jóvenes con riesgo de suicidio. Además, se busca generar mayor evidencia sobre intervenciones online factibles de ser aplicadas en los contextos reales de los adolescentes. Será la primera investigación en Latinoamérica que se evaluará mediante el programa Reframe-IT.
“Pensamos que proveer evidencia científica sobre la efectividad de este programa en nuestra realidad sería un aporte relevante para complementar las orientaciones, planes y programas creados en el país para prevenir conducta suicida, los que además de tener un nivel de desarrollo muy heterogéneo en las distintas regiones, disponen de recursos muy insuficientes para su implementación”, aseguró el Dr. Núñez.
El proyecto considera dos fases y tres estudios. La primera fase corresponde a la preparación e incluye dos estudios: el primero, validará escalas sobre ideación suicida, regulación emocional, reestructuración cognitiva y activación conductual y entregará evidencia sobre confiabilidad y validez de las mismas. Durante esta etapa se adaptará la intervención (traducción, edición, ajustes culturales de sesiones terapéuticas y videos) y se crearán las cuatro sesiones presenciales. El segundo estudio evaluará la aceptabilidad y factibilidad de la intervención mixta adaptada a la realidad chilena y proporcionará evidencia inicial sobre sus efectos.
La segunda fase es la evaluación de la efectividad e incluye el tercer estudio. Éste será un ensayo ciego aleatorio controlado de clúster de dos ramas para determinar la efectividad de la intervención para reducir ideación suicida (resultado primario). Además, se evaluará el efecto del programa sobre los siguientes resultados secundarios: intento suicida, síntomas depresivos y ansiosos, desesperanza y resolución de problemas.
Adaptación local
La posibilidad de aplicar experiencias internacionales que muestran buenos resultados en la realidad chilena requiere que las intervenciones primero sean adaptadas, considerando las particularidades culturales, sociales y lingüísticas, entre otras. De esta forma, este proyecto considerará la opinión de los adolescentes sobre las características de la intervención, aspecto que los investigadores han incorporado en las primeras etapas del proyecto. Esto, debido a que aumentan las posibilidades de que la intervención sea aceptada, si es culturalmente pertinente.
“Resulta importante generar evidencia científica sobre la efectividad de intervenciones para reducir conducta suicida que puedan ser desarrolladas en establecimientos educacionales. Esperamos que los resultados muestren que el programa que evaluaremos sea efectivo y que contribuya a disminuir ideación suicida en los estudiantes. Si es así, podría transformarse en una herramienta útil y costo-efectiva para, por ejemplo, apoyar el Plan Nacional de Prevención del Suicidio y complementar las intervenciones propuestas en las “Recomendaciones para la Prevención de la Conducta Suicida en Establecimientos Educacionales”, diseñada por el Ministerio de Salud, agregó el Dr. Núñez.
Se acaban las vacaciones para la mayoría de las personas y nos preparamos para comenzar un nuevo periodo de trabajo. Por otra parte, los estudiantes iniciarán sus clases después de un año que los tuvo estudiando y aprendiendo de manera remota desde el hogar. Este 2021 nos hará retomar nuestras rutinas en medio de una pandemia que continúa. Por esto, académicos de la U. de Chile, entre ellos, la directora de Imhay, Dra. Vania Martínez, entregan consejos para enfrentar este proceso de mejor manera, quienes afirman que la clave es retomar rutinas de manera paulatina.
La directora de Imhay aconseja durante marzo y tras las vacaciones de verano ir de a poco retomando las rutinas.
Partió marzo y su llegada pone fin a las vacaciones para la mayoría de las personas. Para muchos es momento de volver a la realidad y a las rutinas diarias, como lo son ir a dejar a los hijos al jardín o a la escuela, mantener clases remotas o volver a las oficinas de manera presencial. No es una tarea fácil, más si estamos en un contexto de pandemia y lo que ella implica tanto a nivel sanitario como emocional.
¿Qué hacer para reiniciar este proceso de manera sana? ¿Cómo evitamos el estrés post vacaciones? Vania Martínez, académica de CEMERA de la Facultad de Medicina y directora del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay), junto a Rodrigo Gillibrand, psiquiatra y académico del Departamento de Psiquiatría Oriente de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, entregan una serie de consejos para poder enfrentar de mejor manera los primeros días y las obligaciones del trabajo y del hogar. Lo importante, dicen como recomendación general, es retomar de manera gradual y paulatina las responsabilidades.
Cuando estamos de vacaciones tendemos a relajarnos, desaparece el despertador, lo que hace que muchas veces nos levantemos y acostemos más tarde. Por eso, una de las primeras acciones que hay que realizar es regular el sueño para que el cuerpo nuevamente retome el horario que se tiene durante el año.
“Tener una higiene de sueño adecuado porque desde el verano venimos con otro ritmo, nos acostamos y levantamos más tarde entonces hay que empezar de a poco a regular ese horario de sueño”, dice la académica Vania Martínez. Con esto el objetivo es poder regular de manera gradual los horarios, para que el cuerpo logre un descanso adecuado.
Otra de las recomendaciones que se entregan a la hora de retomar las diversas obligaciones es permitirse momentos de relajación y desconexión en medio de la rutina diaria. “Hay una mejoría de lo que uno hace, ya sea en sus estudios o en lo laboral, cuando uno se da estas pausas para descansar la mente, para relajarse y también muchas veces tener actividad física, que es tan necesaria», dice Vania Martínez.
Por su parte, Rodrigo Gillibrand sostiene que es necesario empezar de a poco con las tareas diarias. “Hay que mantener ciertos espacios que se puedan tener, un poco de desconexión de la tecnología, pasar más tiempo con nuestra familia, no estar trabajando y con ellos al mismo tiempo, sino que tratar de cuidar esos tiempos”, asegura.
Los expertos coinciden en que los alimentos que ingerimos a diario también influyen en nuestra calidad de vida. Vania Martínez plantea que hay que tener también «hábitos de alimentación saludable”. Esto, a través de una planificación o programación de las comidas y sus horarios, privilegiando siempre el consumo de frutas y verduras.
Asimismo, el profesor Gillibrand sostiene que hay que “tratar de mantener una buena alimentación, los horarios, las rutinas si es que estamos dentro de la casa en una situación de cuarentena”. Agrega además que se deben “mantener espacios para levantarnos, de alimentación, porque esto es fundamental”.
Las restricciones de movilidad que se mantienen en algunas zonas debido a la pandemia y las medidas sanitarias hacen que nuestras relaciones interpersonales también se vean afectadas. La llegada del coronavirus hizo que tuviéramos que cambiar nuestra forma de relacionarnos con otros. Ante este escenario, el psiquiatra Rodrigo Gillibrand señala que es importante mantener redes de apoyo y contacto con otras personas, tanto amigos como familiares.
“Es el primer inicio de año que tenemos en pandemia y eso nos ha pasado a todos, entonces tenemos que ser compasivos y comprensivos con nuestro sentir y con el sentir de los otros”, afirma. Añade, por otra parte, que es necesario darse ánimo y apoyarse entre todos: “hablemos de esto con nuestra familia, con nuestros hijos, veamos que van sintiendo nuestras parejas, y como nos estamos sintiendo también nosotros”.
Fuente: Maritza Tapia, prensa UChile.
El diario La Tercera destaca los resultados preliminares de estudio realizado por Imhay en la U. de Chile y que detectó que alumnas jóvenes con padres de menor nivel educacional y jóvenes no cisgénero presentan mayor sintomatología depresiva y ansiosa, mayor riesgo suicida y menor bienestar subjetivo, síntomas que en su mayoría se incuban en la adolescencia.
Los años universitarios son un período crucial para el desarrollo y aparición de trastornos mentales. La sintomatología depresiva y ansiosa en estudiantes de primer año se inició, en promedio, entre los 15 y 16 años, detectó un estudio realizado por la Universidad de Chile. El trabajo además reveló que las estudiantes mujeres, jóvenes con padres de menor nivel educacional y jóvenes no cisgénero (cuya identidad de género coincide con su fenotipo sexual), presentan mayor sintomatología depresiva y ansiosa, mayor riesgo suicida y menor bienestar subjetivo.
Vania Martínez, psiquiatra del Centro de Medicina Reproductiva y Desarrollo Integral del Adolescente, (Cemera) de la U. de Chile y directora del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay), realizó este proyecto ELSAM –sigla de Estudio Longitudinal de Salud Mental Universitaria, cuyo nombre coloquial es “EnlaUvamosjuntxs”. Esta iniciativa desarrolla distintas actividades para evaluar la salud mental de los alumnos de educación superior, mejorar su bienestar y ofrecer intervenciones innovadoras basadas en internet y tecnologías digitales para la prevención e intervención temprana de los problemas de salud mental.
El trabajo además, forma parte de la colaboración internacional The WHO World Mental Health International College Student Initiative (WMH-ICS) de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y liderada por la Universidad de Harvard. La Universidad de Chile es la primera en el país en incorporarse, y progresivamente también lo harán otros planteles académicos nacionales.
La “Encuesta Salud Mental en Estudiantes Universitarios” se aplicó durante junio y julio de este año a estudiantes de primer año de toda la Universidad de Chile, de manera autoaplicable por internet, con el fin de detectar trastornos mentales de diferentes tipos, así como el consumo y posible abuso de alcohol y sustancias, pensamientos y comportamientos suicidas, autolesiones sin intención suicida, conocer el acceso y las barreras a tratamientos en salud mental, características de personalidad, percepción del bienestar subjetivo y la experiencia vivida durante la pandemia Covid-19, entre otros.
El equipo estuvo compuesto, además de Martínez, por Ricardo Araya, investigador senior de Imhay y profesor titular del King’s College London; Álvaro Jiménez, investigador postdoctoral, Scarlett Mac-Ginty, investigadora joven, y Graciela Rojas, investigadora asociada de Imhay y directora Hospital Clínico de la Universidad de Chile, los que han realizado, además de la aplicación de la línea base de la encuesta longuitudinal ELSAM a la generación 2020, una campaña de educación y promoción de salud mental para universitarios y prevención del suicidio.
Los análisis preliminares de ELSAM muestran mayor sintomatología depresiva y ansiosa en estudiantes de primer año de la Universidad de Chile, con un inicio de esos síntomas, en promedio, entre los 15 y 16 años. A ello, se añade que las estudiantes jóvenes con padres de menor nivel educacional y jóvenes no cisgénero presentan mayor sintomatología depresiva y ansiosa, mayor riesgo suicida y menor bienestar subjetivo.
En las fases siguientes, los investigadores harán un seguimiento a la cohorte de estudiantes 2020, así como encuestarán a los nuevos alumnos de la generación 2021, tanto de la Universidad de Chile como de otros cuatro planteles educativos. Además, implementarán, evaluarán y difundirán intervenciones digitales probadas que apoyen el bienestar y la salud mental de los jóvenes.
La mayoría de los trastornos mentales aparecen por primera vez en la edad adulta temprana. Por ello, la investigación sobre intervenciones preventivas y tempranas, es muy importante. En ese sentido el Núcleo Milenio Imhay busca generar evidencia sobre intervenciones para mejorar la salud mental de adolescentes y jóvenes con el propósito de aportar en la creación y fortalecimiento de políticas públicas.
“Pienso que uno de los aspectos más importantes y en los cuales quiere destacar Imhay es el considerar la opinión y la participación de los mismos jóvenes en las intervenciones e investigaciones que llevamos a cabo. Otro aspecto distintivo de nuestro centro es incluir de manera protagónica a las tecnologías digitales en nuestras investigaciones, ya que los jóvenes son cercanos a ellas y permiten diseminar a un menor costo y con menor estigma intervenciones para favorecer su salud mental”, destaca Martínez.
Y ante el efecto en la salud mental que ha tenido la pandemia en ese grupo, Martínez recalca que es difícil dar consejos simples para una situación compleja como la que estamos viviendo y que además, no afecta de la misma manera a todos los jóvenes. “Sabemos que la mayoría de ellos están sometidos a altos niveles de estrés, sin embargo, también sabemos que la mayoría superará esta situación de manera natural e incluso algunos saldrán fortalecidos de esta crisis. En estos tiempos debemos aprovechar la oportunidad de fortalecer nuestros vínculos, crear sentido de comunidad, cuidándonos mutuamente. También es importante solicitar a tiempo ayuda a profesionales de salud mental si se necesita. Padres, profesores y amigos pueden estar atentos a esta necesidad”, subraya.
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