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Conversatorio: Salud mental y legislación

Nuestro investigador y académico de Facultad de Psicología de la Universidad Diego Portales, Álvaro Jiménez, moderó panel sobre salud mental como parte del desarrollo sostenible, en una jornada organizada por Red Pacto Global Chile, iniciativa de las Organización de las Naciones Unidas.

Ve el video a continuación:

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La inteligencia artificial está ganando espacio en la terapia

Un robot virtual que pregunta cómo se siente el usuario, que responde sus inquietudes y entrega consejos es lo que ofrece Woebot, el “agente conversacional” desarrollado con inteligencia artificial y creado por Alison Darcy, psicóloga del Departamento de Psiquiatría y Ciencias del Comportamiento de la Facultad de Medicina de Stanford. Especialistas en salud mental reconocen que no reemplaza un tratamiento, pero que ayuda.

Entrevistada por El Mercurio, la directora de Imhay y académica de la Facultad de Medicina , Vania Martínez, quien lideró el desarrollo de la aplicación gratuita Cuida tu Ánimo, explica que “la terapia cognitivo-conductual es una terapia que se presta bastante bien para transformarla en un medio digital y con componentes autoguiados”.

Y acota que “ha probado su eficacia en instancias cara a cara y también hay investigaciones que apoyan que funciona a través de internet”.

Además, agrega que una de las ventajas de este tipo de tecnología es el gran alcance que puede tener.

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Opinión: Sigamos hablando de salud mental

En columna de opinión publicada por el medio electrónico El Mostrador, nuestra investigadora joven y académica de la Universidad Católica de Temuco, Dra. Ana Barrera, indica que si bien «en mayo recién pasado se promulgó la Ley N° 21331 “del reconocimiento y protección de los derechos de las personas en la atención de salud mental”, lo cual constituye un avance significativo. No obstante, ésta no puede ser considerada una “Ley de salud mental integral”, puesto que no viene aparejada de un aumento de presupuesto, pues se centra exclusivamente en la hospitalización y tratamiento de las personas que ya presentan un trastorno de salud mental, y deja nuevamente en tierra de nadie la promoción de la salud mental y la prevención de factores de riesgo».

En los últimos años, el término “salud mental” ha salido de los espacios profesionales y se ha instalado enérgicamente como tema de discusión en la opinión pública chilena. Así lo han propiciado fenómenos sociales como las movilizaciones estudiantiles en torno a la salud mental universitaria, las consecuencias emocionales y motivaciones ligadas al estallido social y, sin lugar a dudas, la crisis pandémica, que ha revelado las múltiples necesidades de diversos grupos en relación al bienestar y al cuidado emocional en estos tiempos complejos. Hablar de salud mental nos acerca al reconocimiento de una necesidad humana, la necesidad de que todas las personas tengan el derecho a un estado de bienestar físico, mental y social, que les permita desempeñarse en sus actividades diarias, ser productivos y contribuir a su comunidad, tal como indica la Organización Mundial de la Salud. Asimismo, reconocer la salud mental como un derecho fundamental y hablar de ella nos permite disminuir los prejuicios en torno a las enfermedades mentales, dejando en el olvido antiguas y estereotipadas imágenes asociadas a la locura, lo que contribuye a disipar las barreras en cuanto a la búsqueda de ayuda profesional.

Sin embargo, pese a estos avances, la tarea está incompleta. Como país, tenemos grandes brechas en el acceso a tratamientos de salud mental, cobertura limitada solo para algunas patologías (depresión, esquizofrenia, trastorno bipolar, consumo perjudicial y abuso de sustancias, Alzheimer), el presupuesto de salud destinado a esta área sigue siendo bajo (2,1% del presupuesto total de salud) y aún no contamos con una Ley de Salud mental integral que asegure y aborde todas sus aristas, desde la promoción, prevención, hasta el acceso oportuno y efectivo a tratamiento. En mayo recién pasado se promulgó la Ley N° 21331 “del reconocimiento y protección de los derechos de las personas en la atención de salud mental”, lo cual constituye un avance significativo. No obstante, ésta no puede ser considerada una “Ley de salud mental integral”, puesto que no viene aparejada de un aumento de presupuesto, pues se centra exclusivamente en la hospitalización y tratamiento de las personas que ya presentan un trastorno de salud mental, y deja nuevamente en tierra de nadie la promoción de la salud mental y la prevención de factores de riesgo. En una carta abierta, numerosas organizaciones civiles han expresado que esta ley tiene un alcance limitado, pues desconoce los tratados internacionales vigentes, no integra determinantes sociales que influyen directamente en la salud mental y que propician la dignidad humana (tales como el acceso a la vivienda, trabajo, protección social), no cuenta con un sustento biopsicosocial e interdisciplinario, y es poco integradora al no sumar organizaciones académicas ni civiles en su elaboración.

Frente a ello, las voces del mundo de la salud -académico, civil y político- debemos seguir más que nunca haciendo eco de estas necesidades, pues hoy tenemos la oportunidad de integrar la salud mental como temática fundamental en la nueva Constitución y en un nuevo programa de gobierno. Necesitamos seguir visibilizando que la salud mental es un derecho fundamental que va más allá de un Ministerio específico, pues debe estar presente de forma transversal en las distintas políticas públicas (educación, desarrollo social, justicia, trabajo, medio ambiente, vivienda, entre otros). La salud mental no debe ser un privilegio de pocos ni tampoco debe depender de buenas voluntades, sino que debe asegurarse una Ley con un aumento digno del presupuesto para esta área. Confiamos en que estos vientos de cambio político y la nueva Constitución nos permitan asegurar este derecho para todos los integrantes del país y alcanzar así ese tan anhelado estado de bienestar para nuestra comunidad.

Dra. Ana Barrera Herrera, Departamento de Psicología, Universidad Católica de Temuco; Núcleo Milenio Imhay

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Webinar: Niños, niñas y adolescentes en la ley 21.331 «Del reconocimiento y protección de los derechos de las personas en la atención de salud mental»

En el marco del Ciclo de foros para el análisis de las implicancias de la Ley 21.331 «Del reconocimiento y protección de los derechos de las personas en la atención de salud mental», organizado por la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Chile, nuestra investigadora Imhay y académica de la Universidad Austral de Chile, Jimena Carrasco, fue invitada a participar en la sesión: «Niños, niñas y adolescentes en la ley».

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Ricardo Araya, investigador senior de Imhay: «Algo bueno de todo lo malo de la pandemia es que estamos hablando de salud mental»

En entrevista con Emol TV, nuestro investigador, quien ha desarrollado una larga y exitosa carrera de investigación en el ámbito de prevención y tratamiento de enfermedades del ánimo, tanto en población adulta como en adolescentes y jóvenes, señaló que «a menudo le adjudicamos a los trastornos mentales una carga de discapacidad que no es justa».

Ve la entrevista, a continuación

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Al menos un mes de adaptación: especialistas advierten que niños sufrirán problemas de sueño, apetito, concentración y energía en regreso a clases

Luego de meses sin asistir presencialmente, una cuota de ansiedad y nerviosismo será inevitable al reunirse en persona con amigos y profesores. Algo que debe ser tomando en cuenta, advierten, porque se trata de un retorno bajo nuevas reglas y un escenario distinto al que conocían.

Entrevistada por La Tercera, la directora de Imhay y académica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Dra. Vania Martínez, señala: “Los profesores tienen una posición privilegiada para aportar al desarrollo psico emocional de los niños y adolescentes en estas circunstancias. Al estar en contacto presencial tienen hartas posibilidades de detectar situaciones de más riesgo. Pero ellos necesitan herramientas».

“Esto es un proceso, en que algunos colegios van a abrir y otros van a tener que cerrar si se presentan casos de Covid-19, no es una certidumbre. Puede venir otra variante, son hartos factores”, todos elementos que hacen que sea una situación inestable, comenta la Dra. Martínez en La Tercera.

Este 2021 la vuelta a clases después de las vacaciones de invierno será diferente. Los desafíos a los que se enfrentan niños, niñas y adolescentes también.

Luego de meses sin asistir presencialmente a los colegios, una cuota de ansiedad y nerviosismo será inevitable al reunirse en persona con amigos y profesores, advierten especialistas en salud mental. Algo que debe ser tomando en cuenta, porque se trata de un retorno bajo nuevas reglas y un escenario distinto al que conocían. Es volver a clases en pandemia.

Es una transición, especialmente en cuanto a salud mental se trata. “Representa una serie de desafíos diferentes de lo que era volver hace tres años de vacaciones de invierno, no es que sea solo regular el sueño luego de dos semanas de descanso”, dice la doctora Vania Martínez, psiquiatra y directora del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay).

La pandemia dejó en claro que el aprendizaje en persona es lo mejor para su salud física y mental en general. Pero les puede llevar un tiempo adaptarse.

A nivel social pueden experimentar dos cosas, señala Juan Ariel Zuñiga, psiquiatra y jefe de salud mental de Vidaintegra, por una parte alegría por estar con sus compañeros, pero al mismo tiempo temor, “el síndrome de la cabaña”, es decir, “¿qué hay ahí afuera? ¿cuándo me voy a contagiar?, ¿será peligroso?, lo que es de una ambivalencia tremenda para ellos”.

Los niños son resilientes, pero vienen de meses de mucho estrés. Diversos estudios han recalcado cómo los ha afectado tanto pedagógicamente como emocionalmente, el no asistir al colegio. El proyecto Impacto en la Salud Mental de Preescolares y Escolares Chilenos Asociado a la Cuarentena por Covid-19realizado por el Departamento de Psiquiatría y Salud Mental Norte de la U. de Chile, consultó a apoderados de 4.772 estudiantes de prekínder hasta cuarto básico, de 46 colegios públicos de las comunas de Cerro Navia, Lo Prado y Pudahuel, quienes reconocieron un alza en todos los síntomas de salud mental pesquisados.

En ese estudio padres y padres admitieron que lo que más aumentó fue “estar triste” (24,6%), la “falta de ganas, incluso para hacer actividades que le gustan” (29,5%), “cambios en el apetito, ya sea comiendo más o menos que antes” (26,4%) y “problemas para dormir –ya sea que no quiere acostarse, le cuesta conciliar el sueño, despierta en la noche o tiene mucho sueño durante el día-” (26,4%).

Periodo de transición

Muchos de esos síntomas en salud mental se deben en gran medida a la incertidumbre. La vuelta a clases no implica que eso termine. “Esto es un proceso, en que algunos colegios van a abrir y otros van a tener que cerrar si se presentan casos de Covid-19, no es una certidumbre. Puede venir otra variante, son hartos factores”, todos elementos que hacen que sea una situación inestable, indica Martínez, también académica del Centro de Medicina Reproductiva y Desarrollo Integral del Adolescente (Cemera) de la U de Chile.

“Es complejo volver a intentar un colegio normal cuando la verdad la situación es que estamos viviendo no es normal y sobre todo actualmente donde hay una escasez de vacunas, entonces el joven se siente completamente expuesto”, subraya Zúñiga.

Para Fernando Marchant, psicólogo de Vidaintegra, la vuelta a clases para el niño o joven significa un periodo de adaptación normal que va a tomar de tres a cuatro semanas. Un tiempo que implicará, dice, nuevos períodos de ajuste con respecto a los ritmos biológicos, principalmente las horas de sueño, el apetito, la alimentación, la concentración, la energía física, “que van a cambiar después de estar más de un año en casa”.

“Ahora se cambia radicalmente a algo totalmente distinto, con estructura y organización, así que va a tomar cierto tiempo de ajuste por el período normal que tiene nuestro sistema psicológico y nervioso de cambiar de ambiente. No obstante, no debería extenderse más de un mes. Se debe estar alerta a cualquier cambio que perjudique este proceso con el ánimo de salvaguardar la salud y la vida de las personas”, aclara Marchant.

El retorno a la forma presencial además implica nuevas restricciones. Los recreos no serán como antes. Tampoco verán a todos sus compañeros. “Nuevas reglas y nuevos desafíos, y esas adaptaciones provocan ansiedad, no quiere decir que sea algo negativo, puede ser bien valorado si está bien planificado”, sostiene Martínez.

Es un grupo con casi dos años sin una cotidianidad normal, lo que puede ser mucho más difícil esa reincorporación, añade la psiquiatra de la U. de Chile: “Para ellos dos años de vida es mucho. El pasar de 13 a 15 años, por ejemplo, son tantas las cosas que ocurren en ese tiempo, que es prácticamente otra persona la que regresa a encontrarse con amigos, amigas y profesores”.

Enfrentar esa situación puede que no sea fácil para adolescentes que pueden presentar ansiedad ante el juicio de pares. En casi dos años la apariencia física ha cambiado. Algo importante para todos los grupos de edad advierte Martínez, es pensar en la opinión del otro luego de no verse por tanto tiempo, pero en ellos más. “Algunos han dejado de hacer actividad física y puede que hayan subido de peso, o al contrario. Y la adolescencia es una etapa en que se está muy pendientes de la opinión de otros y sobre todo en relación con el tema del aspecto físico, algo en que las redes sociales y los filtros no contribuyen”, detalla.

Temor a contagios

Para Zuñiga si bien después de que han estado mucho tiempo en su casa sin ver a sus pares, es una experiencia positiva en el aspecto social, también puede ser negativa en cuanto al temor que aún se tiene de ser infectado por otras cepas, “como la Delta que está recién en el país y qué afectaría bastante a los jóvenes”.

No tener esa vacunación completa inquieta a los niños y jóvenes porque si se contagian implica el contagio de todo un colegio y de todo el grupo familiar, dice Zúñiga, entonces el no tener las vacunas al día, “es bastante pernicioso”.

Para Marchant, el no tener un esquema de vacunación completo puede generar inseguridad y temor en por miedo al contagio. Y eso se puede manifestar como alteraciones en el dormir, en conciliar el sueño o no teniendo un sueño reparador. Además, puede alterar el apetito, y tener mayor signos de irritabilidad o nerviosismo con baja concentración.

A nivel social, añade Marchant, pueden darse comparaciones y competencias entre los alumnos, y acentuar la diferencia entre las personas, generando ansiedad. Por ejemplo, entre el grupo de quienes se vacunaron primero y quienes después, lo que puede generar cierta rivalidad. “Espero que los jóvenes cooperen y también sean empáticos entre ellos ahora en este reencuentro después de tanto tiempo deseando estar juntos”, apunta.

En los colegios deberían hacerse terapias de grupo, con la ayuda de un psicólogo en estudiantil que esté permanentemente hablando de los síntomas de la ansiedad y del estrés, dice Zúñiga, para que estos puedan ser detectados a tiempo.

Se deberían aceptar las diferencias individuales de los alumnos. Cada uno va a tener su propio ritmo de ajuste que va a ir alcanzando la normalidad. Para Marchant, no se debe apurar este proceso y tampoco exigir de más. “Se debe entender que este periodo es normal y que todo lo que nos vaya sucediendo psicológicamente y emocionalmente, sentirse ansioso, temeroso, irritado, todo esto es parte de un proceso de adaptación y por lo mismo el colegio y los profesores deben ser muy flexibles y muy comprensivos con todos y entre todos”.

Todos esos temas podrían ser tratados en el aula. Y además ser detectados por las y los docentes. “Los profesores tiene una posición privilegiada para aportar al desarrollo psico emocional de los niños y adolescentes en estas circunstancias. Al estar en contacto presencial tienen hartas posibilidades de detectar situaciones de más riesgo. Pero ellos necesitan herramientas”, indica Martínez.

La directora de Imhay señala que se han dado muchas condiciones para que en pandemia y post pandemia aumenten problemas de salud mental como suicidios adolescentes, “donde las comunidades educativas tienen una gran oportunidad para detectar y actuar preventivamente”. Por eso en Imhay, junto al  Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas (CPEIP) y el Ministerio de Salud realizan asesoría gratuita on line a profesores de colegios en el curso “Prevención del suicidio en las comunidades educativas”.

Fuente: La Tercera

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Columna de Ricardo Araya: Salud mental, jóvenes y pandemia: complejas decisiones

En columna de opinión publicada por The Clinic, nuestro investigador senior y académico del King´s College London, Dr. Ricardo Araya, indica que el impacto real sobre la salud mental de los jóvenes no se conocerá por un buen tiempo. Chile debería hacer un gran esfuerzo para que esta generación de jóvenes, especialmente aquellos que ya están en situación de vulnerabilidad, no sea desproporcionadamente afectada por esta pandemia.

El Covid-19 pareciera respetar la vida de niños y adolescentes (jóvenes). En Chile y Gran Bretaña no mas de 100 jóvenes han muerto por Covid-19. Como las muertes y hospitalizaciones parecen marcar el paso de las decisiones de los gobiernos para lograr un equilibrio entre contener la pandemia y abrir la economía, no sorprende que el impacto de la pandemia entre los jóvenes no sea un tema de preocupación pública aún. A menudo, la asociación entre jóvenes y pandemia es para enrostrarles que sus conductas indebidas contribuyen a esparcir el virus. Una percepción odiosa que no ayuda en nada.

La evidencia global en torno al impacto de la pandemia en la salud mental de los niños y jóvenes recién empieza a acumularse y tomará tiempo antes de que tengamos claridad en torno a estas tendencias. No hay muchos estudios que cubran periodos pre- y post-pandemia y los existentes tienen muchas limitaciones. No es fácil realizar investigaciones rigurosas en tiempos de pandemia. Eso sí, ya hay alguna evidencia que sugiere que la salud mental de los jóvenes que ya venía empeorando antes de la pandemia pareciera haber continuado esta tendencia durante la pandemia, especialmente en los grupos más vulnerables. En Gran Bretaña, por ejemplo, las derivaciones a centros de atención de salud mental para jóvenes se han triplicado desde el comienzo de la pandemia. Una proporción importante de los jóvenes lo esta pasando mal y con la excepción de los familiares o amigos cercanos, no muchos se percatan de esto.

Es bueno separar las consecuencias adversas sobre la salud mental producto de la infección misma de aquellas relacionadas con las medidas adoptadas para detener el avance de la pandemia.

Dentro de las relacionadas con la infección misma, es importante recordar que los jóvenes sí se infectan y transmiten el virus a otras personas. A pesar de que la infección aguda a menudo cursa con síntomas leves, las consecuencias mentales a largo plazo son aún desconocidas. No obstante, ya se reportan casos del así denominado “Covid Largo” en jóvenes relacionados con la esfera mental. No está claro si estos síntomas son de causa biológica o psicológica, pero que existen es una realidad indesmentible. Potencialmente, muchos jóvenes podrían transformarse en enfermos crónicos.

Hay muchas razones por las cuales cuidar la salud mental de los niños y adolescentes es importante y esto es independiente de la pandemia.

Una de las razones más importantes es que la mayoría de los trastornos mentales comienzan en etapas tempranas de la vida. Si se quiere prevenir hay que actuar precozmente. A menudo los enfoques preventivos son más difíciles de “vender” a la clase política porque los resultados no son demostrables en el corto plazo. Sin embargo, para los que trabajamos en el mundo de la salud pública, la prevención es “oro”.  Si no actuamos a tiempo, como podría ser ahora con la pandemia, solo queda tratar la enfermedad, a veces de por vida.

Hace unos días un candidato a presidente de Chile fue acosado para que revelara sus trastornos mentales. Lo poco que dijo (comprensible dado el estigma aún vergonzosamente prevalente) fue interesante. Su trastorno comenzó cuando tenía 12 años y podría durar de por vida.

Se consideraba afortunado de recibir tratamiento en un país donde solo una proporción pequeña tiene acceso a este. Chile, orgulloso de ser considerado un país desarrollado o a las puertas del desarrollo, “muestra la hilacha” del sub-desarrollo subyacente con la baja inversión estatal en salud mental.

En Europa, la mayoría de las escuelas están abiertas, pero con múltiples medidas de protección, incluyendo detección y aislamiento rápido de casos. En Chile, muchos colegios privados están abiertos, pero no así los del sector público, donde la mayoría de los jóvenes reciben su educación. Si no vas a la escuela, tu desarrollo intelectual y psicológico se ve afectado y estás privado de otras cosas que son importante para la salud mental (incluyendo comida). Para los jóvenes de escasos recursos, los años alejados de la sala de clases y con escasas posibilidades de acceder a la limitada oferta digital en educación, contribuirán a disminuir el desigual acceso a oportunidades para una vida más plena. Es urgente considerar qué medidas se deben poner en práctica, incluyendo la necesidad de vacunar a jóvenes, para lograr la apertura de las escuelas.

En torno a la salud mental de los jóvenes durante la pandemia, solo tres comentarios adicionales.

Primero, muchas de las situaciones afectan la salud mental están relacionadas con las etapas del desarrollo en que se encuentra la persona. El estar aislado en casa no afecta mayormente a un niño de 6 meses, pero para un adolescente el encierro y la falta de contacto social (a pesar de los celulares) pueden ser muy dañinos.

Segundo, los efectos adversos de la pandemia han sido mucho más marcados en los estratos socio-económicos más bajos. No es lo mismo llevar la cuarentena en una casa amplia con jardín, que hacinado y sin acceso a un área donde “airearse”. No es igual vivir la cuarentena en un hogar que vive con la incertidumbre si habrá comida esa noche, que cuando el puchero diario está asegurado. La salud mental de todos, jóvenes o viejos, es muy sensible a aspectos relacionados con el contexto socio-económico en que vivimos.

Tercero, los servicios de salud mental para niños y adolescentes son el pariente pobre de los sistemas de salud, en Chile y globalmente. En países como Chile, esta falencia se cubre en parte con el apoyo psico-social que recae en el sector educacional. Con las escuelas cerradas, incluso este ‘esqueleto’ de apoyo psico-social no está presente.

El impacto real sobre la salud mental de los jóvenes no se conocerá por un buen tiempo. Frente a un situación de esta magnitud y considerando lo que está en juego, Chile debería hacer un gran esfuerzo para que esta generación de jóvenes, especialmente aquellos que ya están en situación de vulnerabilidad, no sean desproporcionadamente afectados por esta pandemia que amenaza con quedarse.

* Ricardo Araya es psiquiatra de la Universidad de Chile, académico del King´s College London e investigador senior del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay).

Fuente: The Clinic

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El efecto de la pandemia en la salud mental de adolescentes y jóvenes

En el programa Con Ojo Clínico de UChile TV, nuestra directora y académica de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile, Dra. Vania Martínez, conversa sobre el impacto que ha tenido entre las y los adolescentes y jóvenes la pandemia en términos de salud mental, donde factores como cambios en las rutinas, la incertidumbre constante y las cuarentenas han incidido en la calidad de vida de todas y todos.

Ve la entrevista a continuación:

Recuerda que puedes ver éste y otros programas en la señal abierta de UChile TV. En el siguiente link podrás conocer dónde ver el canal: https://uchile.cl/u172128 

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Dr. Ricardo Araya, investigador Imhay: «Tras la pandemia, las necesidades y la pobre inversión en salud mental en Chile quedarán más expuestas»

El egresado de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile e investigador senior del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay) enfatiza la importancia de generar nuevas estrategias para afrontar las consecuencias que la pandemia tendrá en la población los próximos años. Asimismo, asegura que la salud mental en Chile no ha sido una prioridad para los gobiernos de las últimas décadas. «Si antes de la pandemia los recursos eran considerados escasos para cubrir las necesidades, en el futuro muy próximo la situación se tornará aún más deficitaria dado el aumento de necesidades», indica el también académico del King´s College London.

Ricardo Araya, psiquiatra de la U. de Chile y académico del King’s College London, dirige el Centre for Globlal Mental Health, iniciativa que busca disminuir las brechas de atención en salud mental.

A más de un año de la llegada del COVID-19 a nuestro país, las personas han debido enfrentar diversos desafíos para adaptarse a este nuevo contexto de crisis sanitaria, en el que el trabajo remoto, la educación a distancia y el distanciamiento físico han sido parte importante de los cambios para prevenir los contagios. Pero el prolongado confinamiento no ha sido fácil y ha impactado a nivel emocional a gran parte de la población, generando lo que se ha llamado como “fatiga pandémica”.

Quien conoce de cerca el impacto de la pandemia en la salud mental de las personas es el psiquiatra de la Universidad de Chile y académico del King’s College London, Doctor Ricardo Araya Baltra. El especialista ha desarrollado su larga y exitosa carrera profesional tanto en Chile como en Inglaterra, donde actualmente dirige el Centre for Globlal Mental Health, iniciativa que busca disminuir las brechas de atención en salud mental, particularmente de aquellos que viven en contextos de mayor vulnerabilidad. El Dr. Araya además es investigador senior del Núcleo Milenio para Mejorar la Salud Mental de Adolescentes y Jóvenes (Imhay) y asesor científico de diversos grupos de investigación en América Latina, África y Asia en el ámbito de prevención y tratamiento de enfermedades del ánimo, tanto en población adulta como en adolescentes y jóvenes.

Egresado de la Facultad de Medicina de la U. de Chile, el Dr. Ricardo Araya realizó su especialidad en psiquiatría en Inglaterra, país donde ha llevado a cabo gran parte de su carrera científica y académica, pero sin dejar de influir y aportar a la salud mental de nuestro país. De hecho, en el año 2003, un estudio realizado por su equipo y publicado en la prestigiosa revista The Lancet denominado “Tratar la depresión en atención primaria en mujeres de bajos ingresos en Santiago, Chile: un ensayo controlado aleatorizado” pavimentó el camino de lo que sería la creación del primer Programa Nacional de Tratamiento de la Depresión en Atención Primaria en Chile. Dicho modelo de atención se ha adaptado y replicado en India, Zimbabwe, Nigeria, Colombia, Brasil, Perú y Líbano.

Su aporte a la psiquiatría mundial se ha visto reflejada en la publicación de artículos científicos de alto impacto, como una intervención para aliviar la depresión post-parto en Nigeria, el que fue elegido como el artículo del año 2020 por la revista British Journal of Psychiatry. Otro trabajo destacado corresponde a una intervención que demostró el éxito de un modelo de trabajo colaborativo entre curanderos y profesionales de salud, el que fue publicado por la revista The Lancet. A esto se suman los resultados del ensayo clínico más grande que se haya realizado en países no occidentales de una intervención digital para aliviar la depresión en personas con hipertensión o diabetes.

A más de 15 meses desde la llegada del COVID-19 a Chile, el Dr. Araya se refirió a los efectos que la pandemia ha tenido sobre la salud mental de las personas y la importancia de generar nuevas estrategias para afrontar las consecuencias que tendrá la población en los próximos años. “Las consecuencias sociales y económicas de las medidas para contener el avance del virus van progresivamente transformándose en simplemente desesperanza a niveles no sentidos desde hace décadas. De tal manera, que a nadie debiera sorprenderle que la salud mental poblacional esté afectada”, indica el académico chileno radicado en Londres.

– ¿Cuál es su visión respecto al efecto de la pandemia en la salud mental?

A pesar de que hay algunas divergencias, la mayoría de los estudios revelan que los trastornos mentales y el nivel de estrés de la población han aumentado durante la pandemia en diversos países del mundo desarrollado y en desarrollo. Estos aumentos son más marcados en los niveles socioeconómicos más bajos en prácticamente todos los países. Aunque aún es poco claro si el virus puede afectar directamente el cerebro, la incertidumbre y el miedo a contraer la enfermedad o que seres queridos la sufran y futuros cada vez más inciertos conllevan síntomas emocionales. A esto habría que sumar las medidas de aislamiento y distanciamiento social que se han impuesto, afectando las libertades personales y rompiendo redes sociales de apoyo para explicar este deterioro.

– ¿La pandemia ha deteriorado aún más la salud mental en Chile que a otros países similares al nuestro?

No lo sabemos, pero es probable. Existirían tres razones por las que el deterioro de la salud mental en Chile pueda ser mayor que en otros países. Primero, ya se partía con un malestar psicosocial alto que llevó al estallido social y que continuó después de este. Segundo, las inequidades en el contagio, manejo de los contagiados y consecuencias socioeconómicas de la pandemia han afectado de manera más acentuada a los grupos más pobres que habían sido dejados atrás por años, y tercero, desde hace varias décadas Chile no ha invertido en los niveles que se requieren para proteger la salud mental de su población.

– ¿Pudiera ser que estos problemas de salud mental u otros fenómenos psicosociales hayan contribuido a la expansión de la pandemia?

Es posible por al menos tres razones. Primero, la desconfianza que ya existía en sectores grandes de la población no ayudó a convencer a la ciudadanía sobre la necesidad de hacer sacrificios y regular nuestras conductas, lo cual le dio un espacio grande al virus para expandir su penetración. Segundo, décadas de entrenamiento social donde el interés individual predominó por sobre lo colectivo, le han concedido espacios adicionales al virus para consolidar posiciones. Tercero, el virus se cambia de ropa o muta, y penetra aún más profundo a través de las cansadas y no del todo convencidas trincheras de la débil resistencia poblacional.

– ¿Qué podemos esperar para los próximos meses en materia de salud mental?

Dependiendo de lo que pase con la contención de la pandemia, es probable que la carga de los trastornos mentales aumente, definitivamente, en relación con la situación pre-pandemia. Pienso que existirían, al menos, cuatro razones para sustentar esta predicción. Primero, el COVID-19 y algunas medidas para contenerlo han llegado para quedarse por un tiempo largo. Segundo, el miedo a los rebrotes seguirá presente dada la facilidad del virus para mutar en nuevas variantes. Tercero, la situación socioeconómica va a generar consecuencias sociales y habrá que lidiar con muchas prioridades compitiendo por escasos recursos, y cuarto, más allá de los casos agudos ocasionados por la pandemia, habrá que lidiar con la presencia de los así llamados síntomas de COVID-largo, muchos de tipo psicológicos.

– ¿Qué podemos hacer para contener esta prevalencia de trastornos mentales’?

Comenzar desde ya a pensar en cómo iniciar la reconstrucción de la salud mental de nuestra población. El desafío existía ya antes de la pandemia. Es cierto que el tema va más allá que la oferta de servicios de salud mental efectivos, a un costo que el país pueda afrontar en tiempos donde habrá múltiples demandas sociales. Es bueno usar un modelo que nos permita reflexionar en torno a este desafío. Los epidemiólogos que trabajan en el modelaje de datos cumplen un rol importante en intentar predecir el movimiento de la epidemia y las consecuencias del avance de este enemigo viral.

– ¿Cómo se comprende este fenómeno desde la perspectiva psicosocial?

Desde la perspectiva psicosocial, también existen modelos para comprender cómo puede cambiar la salud mental a nivel individual y poblacional por la pandemia. Dichos modelos, aunque potencialmente no tan exactos como los modelos de penetración viral, permiten comprender algunos fenómenos y predecir algunos cambios. Por ejemplo, un modelo útil para informar la toma de decisiones es el de la vulnerabilidad/resiliencia aplicada a nivel poblacional. Dicho modelo sugiere que cada individuo tiene un grado diferente de vulnerabilidad para desarrollar síntomas mentales o defenderse ante la adversidad. Cuando esta aparece con mayor intensidad, aquellas personas más vulnerables que habían sobrevivido las condiciones habituales de adversidad de nuestra vida cotidiana, quedan expuestos y desarrollan síntomas o lo pasan aún más mal.

En parte, estos modelos sugieren que las opciones de abordaje pasen por dos líneas. En primer lugar, disminuir la adversidad que en este caso es una opción limitada pero aún abordable, aunque sea parcialmente. Por ejemplo, se sabe que los indicadores de salud mental de la población están estrechamente condicionados por factores socioeconómicos como la pobreza y las desigualdades socioeconómicas. Una razón más para abordar estos problemas con mayor decisión. En segundo lugar, proteger a aquellos más vulnerables con todas las medidas posibles, algo que va a demandar mayores recursos y una mejor focalización en grupos de mayor riesgo y problemas prioritarios.

– ¿Cómo evalúa la estrategia de Chile para proteger la salud mental?

Es importante notar que hay un hecho histórico que hay que tener presente en estas reflexiones. La inversión en salud mental en Chile es y continúa siendo muy baja, similar a países de ingresos muchos más bajos que los de Chile. Por ejemplo, el presupuesto de salud que va a salud mental se ha mantenido en alrededor de un 2 por ciento por décadas, de acuerdo con datos de la OMS. Entonces, ¿cómo es posible justificar esto en un país clasificado como de altos ingresos y en el que la depresión es la principal causa de la carga de enfermedad? Francamente una situación injustificable.

– ¿Qué espera de Chile para los próximos años en materia de salud mental?

Tanto la pandemia como otros desastres que afectan a poblaciones crean ventanas de oportunidades. Tras la pandemia, las necesidades y la pobre inversión en salud mental en Chile quedarán más expuestas. Ojalá que después de que la parte aguda de la pandemia haya pasado, la salud mental pudiera ser tomada más en serio en Chile.

Es de esperar que los nuevos grupos que entran a decidir el futuro de Chile puedan tener una mayor sensibilidad al tema que los que ya tuvieron su oportunidad. La salud mental no ha sido considerada como una prioridad por los diversos gobiernos de las últimas décadas. Si antes de la pandemia los recursos eran considerados escasos para cubrir las necesidades, en el futuro muy próximo la situación se tornará aún más deficitaria dado el aumento de necesidades. Sin salud no hay desarrollo. Y sin salud mental no hay salud ni desarrollo. ¿Cuánto tiempo tomará para que nuestros políticos y gobernantes comprendan esto?

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El CPEIP del Mineduc, el Ministerio de Salud e Imhay lanzan la segunda versión del curso gratuito «Prevención del suicidio en comunidades educativas»

En Chile, el suicidio sigue siendo la segunda causa de muerte en jóvenes de 15 a 29 años, grupo etario que se ha visto más afectado en su salud mental por la pandemia.

A partir del 02 de agosto, el Centro de Perfeccionamiento, Experimentación e Investigaciones Pedagógicas (CPEIP), el Ministerio de Salud y el Núcleo Milenio Imhay realizarán la segunda versión de este curso dirigido a docentes que se desempeñen en colegios públicos o subvencionados de cualquier región del país.

El curso es de carácter gratuito y está dirigido a docentes de colegios públicos y subvencionados.

En el curso “Prevención del suicidio en comunidades educativas” se entregarán herramientas específicas para implementar estrategias de prevención de las conductas suicidas en comunidades educativas, desde una mirada integral y que beneficie a todos sus integrantes. También los participantes podrán aprender a cómo realizar, desde su rol docente, un primer abordaje para la detección de posibles situaciones de riesgo, en el contexto escolar.

El curso está dirigido a docentes que desean conocer herramientas para la prevención del suicidio posibles de llevar a cabo desde su rol formador. A través de una metodología teórico-práctica que combina la presentación de contenidos y el desarrollo de actividades y/o productos, los docentes podrán ir reflexionando sobre la práctica y proyectar la aplicación al aula de lo aprendido. El acompañamiento de tutores capacitados en la temática brindará acompañamiento y retroalimentación de manera constante a los participantes, junto con el desarrollo de dos sesiones en vivo para la profundización de contenidos.

Con esta acción formativa se logrará:

  1. Identificar las estrategias recomendadas para la prevención del suicidio en comunidades educativas.

  2. Distinguir elementos que favorecen la salud mental y aquellos que la ponen en riesgo.

  3. Identificar las diferentes manifestaciones del fenómeno de suicidalidad y los mitos más frecuentes asociados.

  4. Identificar los factores de riesgo y de protección de la conducta suicida, distinguiendo aquellos vinculados con el espacio escolar.

  5. Aplicar recomendaciones para el desarrollo de acciones seguras de sensibilización y educación en suicido en el contexto escolar.

  6. Reconocer señales de alerta para la detección de riesgo de suicidio.

  7. Identificar los pasos a seguir ante situaciones de conducta suicida en estudiantes.

  8. Realizar un primer abordaje ante la detección de riesgo de suicidio de un estudiante y activar su derivación a equipo de salud.

  9. Aplicar estrategias de cuidado propio para sí mismo.

DATOS DEL CURSO :
Fecha:  Desde el 16 de agosto al 08 de octubre.
Modalidad: 100% e-learning (con algunas clases sincrónicas)
Tiempo de dedicación:  30 horas.
Cupos: 500 becas
Postulaciones: AQUÍ
Consultas: infocursos.cpeip@mineduc.cl